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Arte y denuncia

Arte y denuncia

En la historia de la literatura siempre se ha planteado si la obra literaria tenía como función delectare, entretener, o docere, enseñar, o, en algún caso ambas. Pues bien, en el caso de Tongolele no sabía bailar, (Alfaguara 2021), se aúnan las dos más una tercera, denuntiare, denunciar. Su autor, Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017, con una maestría cultivada a través de toda una vida escribiendo, ha conseguido que, durante toda la novela, haya estado disfrutando de su lectura, descubriendo y aprendiendo cómo se puede urdir una trama muy compleja sin apenas artificios.

Ramírez denuncia la situación de Nicaragua, su país, durante las protestas universitarias que acaecieron en 2018, con el resultado de más de 400 muertos. Denuncia lo que supone conseguir el poder político, ostentarlo y empecinarse en él, de tal forma que los políticos se convierten en los dueños de la conciencia y de la dignidad de los demás.

Su lectura me ha recordado toda esa vía de narrativa social, política y cotidiana, constante en la literatura de muchos países y que a mí siempre me interesa. De ahí mis incursiones en las narrativas foráneas como una excelente manera de conocer distintas realidades sociales.

Tongolele no sabía bailar es la tercera de una trilogía que cuenta cómo, clandestinamente, vuelven del exilio el inspector Dolores Morales (nombre que ejemplifica el sentido del humor que abarca toda la novela), antiguo sandinista, convertido en detective privado, y Serafín Manzanares, alias Rambo, subalterno suyo. Comienza así, in medias res, puesto que es continuación de las otras dos anteriores. Pero, para que el lector pueda leer de forma independiente esta novela, el autor comienza con un simulacro de «Wiquipedia» de Morales: seis páginas (13-18) con las que se nos pone en antecedentes para estar en condiciones de comenzar la novela.

A partir de ahí, la obra se divide en dos partes con un total de 18 capítulos y un epílogo, en los que recogen dos tramas que se van alternando: la llegada de los exiliados, Morales y Rambo; y la situación del comisionado Anastasio Prado, quien, al servicio del poder sandinista del momento, controla todo en Managua («Mi oficio es saber», p. 43), y que es apodado Tongolele, otra muestra de ironía, por tener un mechón blanco como una bailarina famosa (p.82). Ahora bien, lejos de la distribución tradicional de capítulos alternos para cada subtrama, las ligazones entre ambas se van produciendo de forma escalonada hasta que se reúnen completamente en el capítulo 14, en donde el juego estructural se vuelve más complejo al introducir diferentes perspectivas y diferentes narradores para contar lo que sucede en las revueltas trágicas de los universitarios, con el añadido del uso de las redes sociales para difundir denuncias y mentiras. Y todo ello con una sintaxis apropiada para cada una las funciones de la novela: la inclusión de los diálogos, las descripciones de lugares, la voluntad de cierto decoro poético (la oralidad sin puntuación de ciertas declaraciones p.238-247) y la presentación y la caracterización de los personajes con el empleo de la frase muy larga con abundante subordinación.

Todos los personajes están perfectamente retratados, los masculinos, con Morales y Tongolele, protagonistas y representados de forma antitética, y con Lord Dixon, como voz de conciencia y, en cierta medida, del propio autor; y los femeninos, todos ellos con una gran personalidad y fuerza narrativa que podrían por sí solas protagonizar toda una novela, como son su madre convertida en la Profesora Zoraida, adivina y consejera del régimen; Fabiola, su amante, una mujer de negocios con escrúpulos limitados; y la Chaparrita, su ayudante en la oficina y elemento clave de la acción.

Y ¿Por qué deberíais de leer esta novela? Porque es un ejemplo de lo que yo suelo llamar alta literatura, con un manejo magistral del español, con una estructura y con una trama muy bien construidas; y con una nivelación entre lo que es la literatura excelente y la denuncia social, sin concesiones hacia ninguna de las dos.

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