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Franqueza explosiva

Adrián Bago González, nacido en Granada pero residente en Alicante, publicó a finales de 2020 el tebeo Sicofante; una ficción autobiográfica en la que exorciza y sublima sus obsesiones con un tono sarcástico, crudo e irreverente que también provoca ternura e identificación

Adrián Bago González. porMERCEDESBLANES

El otro día, en medio de la lectura de Sicofante, tuve que parar, cerrar de golpe el ejemplar y tomar aliento. Atisbar y palpar la verdad desnuda sin amago de artificiosidad me sigue conmoviendo como la primera vez. Es algo que me provoca un respeto instantáneo, una sensación reverencial, y me maravilla. Creo que todos en última instancia leemos para alimentar esa sensación de sacudida que nos resulta familiar. Quien pergeña una obra de este tipo es lo más alejado de un sicofante, esto es, «persona embustera y embaucadora; impostor». Y eso a pesar de que en este triste contexto neoliberal en el que todo es atractivo en la medida en que se convierte en mercancía de consumo los que se dedican a generar arte son vistos como improductivos, y de ahí la sensación de asfixia que amargamente se les genera: la de ser impostores dentro del mercado laboral y además ser culpables de no ser carroñeros a ultranza.

En este sentido, Adrián Bago es un superviviente y, desde luego, enarbola la temeridad del que siente que no tiene nada que perder y vomita su verdad descarnada casi como el pez que boquea por sobrevivir. A veces deja traslucir su vulnerabilidad y exuda desolación e impotencia pero eso sí, sin amago de grandilocuencia ni dramatismo, sino valiéndose de la socarronería para rebajar la carga trascendente, por medio de la parodia de situaciones que rezuman cinismo y sarcasmo. En este sentido, podemos decir que el tebeo tiene una posición política clara de denuncia de la precariedad laboral y, por extensión, del capitalismo desaforado imperante. En suma, se constituye como un fluir sincopado con digresiones que rebajan la tensión.

A pesar de que este es su primer tebeo publicado, Adrián Bago González tiene un largo recorrido en la ilustración y el cómic desde sus comienzos a edad temprana en la revista Kiss Comix de La Cúpula. Este Sicofante surge del número dos de Achtung, una grapa que se fue alargando publicada por Inefable Tebeos, editorial que él mismo fundó en 2015, ahora extinta. Pero al hilo de lo que decíamos, supone la expulsión catártica, por medio de una suerte de escritura automática, y componiendo un collage narrativo espontáneo, de las obsesiones y pensamientos del dibujante como esputos que no han pasado por un filtro. Sensaciones potentes propias de alguien que ha tocado fondo, que se ha cuestionado cosas, que se ha sentido vapuleado y, en definitiva, que ha sentido. Y la vida puede ser un paseo muy arduo en ocasiones. Como se lee en Sicofante: «volver a respirar es una onomatopeya que solo entiende alguien que se haya ahogado». En medio de esta narración neorrealista y cotidiana al autor le asaltan observaciones espontáneas que también recoge, a modo de insertos en varias capas, como hacía Henry Miller en sus obras. Y, tal vez para sortear el pudor exhibicionista y los equívocos a la hora de supuestas confluencias autor-narrador-personaje, construye un alter ego y se desentiende de cuestiones acerca de si son sucesos reales o no. Eso simplemente no es relevante. Lo importante es construir un relato verosímil. Y éste desde luego lo es. En este sentido, el tebeo se construye en torno a un personaje cuyo nombre se corresponde con el del autor y que también se dedica a hacer tebeos, pero que no es él, como el propio autor se encarga de explicar en la contraportada.

Franqueza explosiva

Por otro lado, en contra de las últimas tendencias que priman lo visual y el consumo rápido en el cómic y lo despojan del contenido narrativo, Adrián Bago elabora un tebeo muy literario de cadencia pausada, para que el lector lo deguste lentamente. De esta manera, establece un narrador que maneja un discurso más literario -«el aire se queja de su propia densidad» o «su aureola rosa [la del pezón femenino] es un punto de fuga al infinito», podemos leer- frente a unos personajes con diálogos más frescos. Así, las cartelas rezuman información y muchas veces no coincide cada golpe de plano con el diálogo: en ocasiones el narrador va por un lado y lo que muestra el dibujo por otro, de forma que se agolpan y se simultanean los diálogos, la voz del narrador y el fluir de pensamiento del lector. Además, el discurso rezuma profusamente referencias de todo tipo volcadas sin orden, en un continuum sin rumbo prefijado como lo es la vida, sin progresión dramática clara; un fluir en el que el arte y la literatura se superponen a la realidad y tamizan nuestra forma de aprehenderla, a la manera como Adrián Bago mezcla influencias: Gabriel Miró, Balzac y Proust pero también Daniel Clowes o Lenin. Y también Bukowski, Fante, Céline y, sobre todo, Henry Miller; tremendamente hábil como es a la hora de retratar instantes anímicos. El tebeo, por tanto, no persigue ninguna progresión dramática ni busca una estructura en tres actos convencional -de hecho el final es deliberadamente abrupto en la línea de Robert Crumb- sino que se pliega a una idea central, la de la entrevista de trabajo a la que acude el personaje, y la alienación que comportan los trabajos que encadena. Todo ello servirá para poner de frente la realidad escalofriante de la precariedad laboral en nuestros días.

Respecto a influencias propiamente de cómic, se cuentan el underground americano, el Víbora español, la Garo en Japón o la Métal Hurlant en Francia. Y autores concretos como Crumb, Nazario y Clowes. Pero también Burns, Marti, Tezuka, Kirby, Maruo y Steve Ditko y su uso de la retícula de 3x3. Sicofante, por su parte, está hecho a mano en un blanco y negro muy sugerente como el que empleaba Jaime Hernández y, respecto al proceso de elaboración, Adrián Bago parte de un esbozo a lápiz para después rotular todo a mano: de un lado, los personajes con pincel y, de otro, el fondo con una plumilla más dura que la empleada para el dibujo, entintada. En este sentido el tebeo impreso se puede decir que es un facsímil, una copia salida directamente del estudio del autor, o dicho de otro modo, directamente vertida desde la psique del autor a nuestras conciencias para zarandearlas.

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