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Steve Van Zandt Artista

«Springsteen logró imponer su visión; yo no supe hacerlo»

Conocido por ser la mano derecha de Bruce Springsteen, Steve Van Zandt partió peras con el «Jefe» en 1984 para reinventarse como artista en solitario, productor, compositor, activista político y actor (Los Soprano, Lilyhammer…), facetas a las que ya no renunció después de volver a la disciplina de la E Street Band en 1999. | músico y actor

Steve Van Zandt, en su última visita a Barcelona, en 2019. | REUTERS

El título original de su autobiografía es Unrequited Infatuations [algo así como Obsesiones no correspondidas], pero la impresión que queda después de leerla es que la vida le ha tratado bien.

Sí, la vida ha sido buena conmigo. No me quejo. Pero tanto con el título como con el libro quería explicar un sentimiento que puede ser compartido por muchas personas. Mira, yo he tenido un éxito fantástico con la E Street Band, con Los Soprano, con Lilyhammer, con el proyecto Sun City…, pero mi trabajo más personal no ha conseguido nunca un público. A veces, las cosas que más quieres no te quieren a ti. La primera parte del libro es la historia de un chaval de Nueva Jersey que llega a la cima del rock’n’roll, y esa es una gran historia, pero hacia la mitad, de repente, mi vida se acabó tal como la conocía y tuve que emprender una aventura sin ningún plan y ninguna ayuda, y de ahí salieron muchas cosas positivas. Y eso es algo que espero que pueda servir de inspiración a otra gente. Todo el mundo se siente un poco decepcionado con su vida en algún momento. Lo importante es qué sucede después, qué haces con esa decepción.

La fractura a la que se refiere se produjo en el momento en que decidió abandonar la E Street Band a principios de los 80.

Correcto.

Bruce Springsteen y Steve Van Zandt, de gira en septiembre de 2002. | HBO

En el libro relata que tuvo una fuerte discusión con Bruce Springsteen, pero no llega a explicitar los motivos de la ruptura. ¿Le pidió usted algún tipo de reconocimiento que él se negó a darle?

Se mezclaron varias cosas y aquello fue como una tormenta perfecta. Pasaron muchas cosas al mismo tiempo. Yo empecé a obsesionarme con la política, alguien me ofreció un contrato para ir en solitario y la relación con Bruce se deterioró. Yo entendía que llevaba mucho tiempo brindándole buenos consejos y que merecía un puesto en el equipo de management. Él no lo vio así. Así que me marché.

Esa decisión le permitió hacer un montón de cosas que de otro modo tal vez no habría ni intentado, pero en varios momentos del libro se muestra arrepentido.

Así es. Siempre tendré ese sentimiento de que tal vez no hice lo correcto. Y siempre desearé poder volver al pasado para averiguar si era posible hacer compatibles las dos cosas, mi carrera y la pertenencia a la E Street Band. Es un deseo extraño, porque en el fondo siempre he sabido que la respuesta es que no, eso no habría funcionado. Y si lo pienso, veo que todo lo que he conseguido, lo he conseguido después de dejar la banda. Ojalá no hubiera tenido que romper con mi vida anterior para tener una vida nueva, pero así son las cosas.

Vayamos un poco hacia atrás. A mediados de los 70, tanto la música que usted hacía con Southside Johnny & The Asbury Jukes como lo que Springsteen hacía en Born to run parecían nadar a contracorriente. ¿Tenían la impresión de haber llegado tarde a una fiesta?

Sí, totalmente. Nunca estuvimos a la moda. Lo que hacíamos parecía algo desfasado, en la tradición del rock’n’roll y el soul de los años 50 y 60, sin prestar mucha atención a lo que estaba pasando en el mundo real. De algún modo, Bruce hizo que aquello funcionara y encontró la manera de imponer su visión. Yo no supe hacerlo.

«La única adicción de Bruce era hacerse la vida imposible», escribe. ¿A qué se refiere?

Es difícil explicarlo en pocas palabras. Digamos que es muy duro consigo mismo. No sé si es necesario llegar a los extremos de autoexigencia e insatisfacción que él exhibe, pero es innegable que eso le ha dado un plus en su carrera. Probablemente, habría conseguido un 90% de las cosas que ha alcanzado sin ese perfeccionismo obsesivo, pero siempre ha querido hacerlo todo exactamente como cree que se debe hacer. Eso tiene un precio y también una recompensa.

Silvio (Steve Van Zandt) y Tony (James Gandolfini), en Los Soprano.

Me chifla el símil de la E Street Band como una especie de Rat Pack del rock’n’roll. Pero si Bruce era Sinatra, usted era Dean Martin y Clarence Clemons era Sammy Davis Jr., ¿quién jugaba el papel de Peter Lawford [actor y cuñado de John y Robert Kennedy]?

[Risas] Esa es buena. Quizá Max Weinberg. Ese tío está conectado con gente importante, ¿sabes?

Dice que The river es su «álbum oficial» favorito de Springsteen. ¿Hay alguno no oficial que le guste más?

Mi favorito sería Tracks. Tiene un montón de outtakes increíbles. Todas esas canciones fantásticas que Bruce decidió dejar fuera de Darkness on the edge of town y The river. Él tenía sus razones para hacerlo, y le respeto y le admiro por ello, pero esas canciones habrían bastado para que cualquier otro artista tuviera una carrera estupenda.

Cuando dejó a la E Street Band, ¿nadie le dijo que meterse en política no era el mejor camino para convertirse en un artista de éxito?

¡Todo el mundo me lo dijo! Pero supongo que en aquella época yo estaba loco y no me importaba. Perseguía esa idea de convertirme en un artista-periodista-activista. Nadie esperaba eso de mí, pero se convirtió en una obsesión. Por otra parte, no tenía nada que perder. Mi vida estaba acabada. Había invertido 15 años en el rock’n’roll y cuando por fin habíamos conseguido llegar a algún sitio, me largué. Y lo que me encontré bajo los pies era un abismo. Así que empecé a caer, y cuando caes, te agarras a lo que sea para salvarte. Yo me agarré a Sudáfrica y eso me salvó la vida.

Su implicación en la causa del fin del apartheid llegó a ser temeraria. No solo promovió, compuso y grabó un disco con un montón de superestrellas, sino que viajó a la zona, investigó exhaustivamente sobre el terreno, se entrevistó con los principales actores del conflicto… Más que una campaña, lo suyo fue una misión.

Así es. Tenía que ser muy riguroso en todo lo que hacía porque aquello era en verdad un asunto de vida o muerte. No podía cometer errores. Además, después de haber abandonado la E Street Band, ya no tenía miedo de nada ni de nadie. Y eso fue muy útil, porque me permitió ir más allá de lo que hubiera ido normalmente, ir a lugares peligrosos y hacer lo que creía que había que hacer. Piensa que, en aquel momento, lo que pasaba en Sudáfrica no le importaba a nadie en Estados Unidos. Nadie sabía nada sobre el asunto. El trabajo que había que hacer era enorme. Y yo me centré completamente en eso porque no tenía nada más.

En el libro critica abiertamente la actitud ambigua de Paul Simon en aquel momento. ¿Fue una gran decepción?

Me gusta Paul Simon y siento un enorme respeto hacia él como compositor. Pero en el tema de Sudáfrica nunca nos pusimos de acuerdo. Por supuesto él no era el único artista que violaba el boicot cultural, pero sí era el único que lo hacía abiertamente y hasta con alegría. Él tenía sus argumentos, pero pretendía que esos argumentos estaban por encima de lo que opinaran Nelson Mandela o el Congreso Nacional Africano o los ciudadanos de Sudáfrica. Paul puede llegar a ser muy arrogante. ¡Aún hoy sostiene que tenía razón! Y yo no estaba allí para dar mi opinión sobre el asunto, sino para escuchar a la gente de allí, porque ellos no podían hablar y nosotros teníamos que hablar por ellos. Eso es lo que Paul Simon nunca acabó de entender; él creía saber más que nadie.

Es interesante el paralelismo que establece entre su relación con Springsteen y la relación que mantienen su personaje de Silvio Dante y Tony Soprano en Los Soprano. ¿Es algo que David Chase [el creador de la serie] tenía en mente o surgió de manera natural?

Lo que ocurrió fue que David Chase escribió el guion con 12 o 15 personajes interesantes, pero ninguno de ellos era el consigliere o la mano derecha del jefe del clan. ¡Y esa es una figura fundamental en todos los clanes mafiosos! Como explico en el libro, David me ofreció el papel de Tony Soprano y la HBO le dijo si se le había ido la puta olla al darle el personaje principal a un tío que nunca había actuado antes, y entonces decidió escribir un papel para mí. Al principio, la posición de Silvio en la familia era un poco imprecisa, pero entonces entre Jimmy [James Gandolfini, que interpretó a Tony Soprano] y yo se creó un vínculo muy especial fuera del plató y David se fijó en eso y poco a poco Silvio se fue convirtiendo en la mano derecha de Tony. Y, por supuesto, a partir de ahí, yo pude introducir en mi interpretación muchos elementos de mi propia relación, personal y profesional, con Bruce.

El último capítulo del libro, en el que evoca el día en que Paul McCartney se unió a usted en el escenario del Roundhouse de Londres, es muy emocionante. ¿Sintió aquel momento como una validación de toda su carrera?

Completamente. Al cien por cien. No puede haber una validación mayor. ¿Qué hay más grande que eso? Ese tipo y su grupo fueron los únicos responsables de que yo acabara en el negocio de la música. Para mí, los Beatles fueron los primeros y los más importantes y tener a Paul a mi lado fue absolutamente increíble. Si te soy sincero, aún me cuesta creer que aquello pasara de verdad.

¿Sigue viéndose a sí mismo como un chico de los años 60?

Para mí, siempre es 1967. Nunca he dejado de ser el chaval que era en 1967. Y no es nostalgia, porque yo sigo viviendo allí [risas].

¿Le veremos próximamente por Barcelona con la E Street Band o con los Disciples of Soul?

Barcelona es una de mis ciudades favoritas. Y, bueno, con un poco de suerte, quizá este próximo verano… Veremos qué quiere hacer Bruce. Yo tengo en perspectiva algún proyecto televisivo y algo con los Disciples of Soul, pero hay que darle a Bruce la prioridad, así que si Bruce quiere salir de gira, yo estaré con él y allí nos veremos.

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