Incurre el nuevo libro de Francisco Javier Díez de Revenga, Azorín, entre los clásicos y con los modernos, primorosamente editado por la Real Academia Alfonso X el Sabio, en la misma tónica, bebiendo de las mismas aguas en su planificación y secuencias que el resto de sus obras consagradas a escritores que han sido objeto de su vasta obra literaria dedicada a glosar y destacar las vidas y biografías de sus literatos más admirados. Especialmente los poetas del 27: Jorge Guillén, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, Miguel Hernández…, pero también de otras épocas, como la cartagenera Carmen Conde, a quien dedicó su última obra.
Como todos ellos, integra, con ese tino que caracteriza al autor, un grupo de capítulos, aparentemente disgregados temáticamente, en los que estudia diversos asuntos que van captando nuestra atención, hasta que, poco a poco, sin apenas darse cuenta, el inadvertido lector se percata de que el poliédrico mapa trazado sobre el tema de estudio obedece a un meticuloso plan urdido por Díez de Revenga para mostrar de forma «fina y sagaz», cualidades estas que el propio Azorín atribuía a su admirado Saavedra y Fajardo, la obra y la personalidad del escritor de Monóvar de forma sutil, adentrándose en los aspectos más interesantes de su estilo y pensamiento.
En este sentido, esta, y las otras obras citadas constituyen una personal brújula literaria para orientarnos por los terrenos más íntimos de la personalidad y los escritos de Azorín. O mejor aún, un hilo de Ariadna para guiarnos, a través de los temas que planteó la dilatada obra literaria y periodística del autor de La voluntad y tantos títulos tan trascendentes para nuestra literatura.
Evaluador de poetas
Como expone en la introducción el propio Díez de Revenga, tomando el título de uno de los mejores libros de Azorín, este es «el clásico moderno por excelencia. El autor pretende recuperar en estas páginas (más de 300, por cierto, que se leen con sumo placer), «la figura del innovador, del atrevido buscador de nuevas fronteras literarias, del admirador y evaluador de los poetas más jóvenes de su tiempo, y sobre todo del renovador de la novela española» del siglo XX.
Una quincena de temas principales, convertidos en otros tantos artículos, componen el presente volumen sobre Azorín. Así, su novela La voluntad se nos presenta como rabiosamente innovadora, a pesar de su siglo largo de vida, convertida para el lector sagaz que es Díez de Revenga en un ensayo de sensaciones donde están presentes las luces, las sombras, los colores, los contrastes de las formas, los sonidos, los sabores, el aroma de los lugares, que logran «hacer sentir lo mismo que sintió el perceptor, en una especie de intercambio cultural intelectual», que se le figura a este cronista lo máximo a lo que una obra literaria puede aspirar.
En el capítulo Espacios y signos de modernidad recorre varias localidades de Murcia, especialmente la Yecla del período entre siglos (XIX y XX) de la mano de dos grandes del 98, Baroja y el propio Azorín. Una Yecla de la que este dijo, haciéndose eco de las palabras anteriores de aquel individualista irredento: «Yecla –ha dicho un novelista- es un pueblo terrible. Sí que lo es; en este pueblo se ha formado mi espíritu».
En el capítulo dedicado a uno de los murcianos más eternamente universales se hace una revisión por esa admiración que exhibió siempre hacia el escritor y político murciano del XVII: «Cualquier lector de Saavedra, cualquier lector de Azorín, es consciente de la admiración que el autor del siglo XX tenía por el del siglo XVII», manifiesta Díez de Revenga, que asegura que «una forma estimulante de leer páginas de Saavedra Fajardo es a través de Azorín, que anota y transcribe pensamientos y sugerencias, novedades y sorpresas».
Castilla
La relación de Azorín, un «lírico descriptivo» en palabras del autor, con la poesía de Castilla, en especial a través de Machado, o su visión de Castilla, con la historia y con la sociedad de aquella tierra son otros temas incluidos en el presente volumen, así como sus juicios sobre aquellos momentos históricos tan pesimistas como fueron los del 98, que Azorín expone con su visión crítica, la de «una España en descenso, en decadencia, la España del desastre», que sin embargo, el escritor se propone regenerar con los que piensa son nuestros más íntimos valores, incluyendo, obviamente, nuestros clásicos.
La Gran Guerra
También está presente el tema de la Gran Guerra, sobre el que Azorín escribió numerosas crónicas y artículos, tantos que se recopilaron en cuatro libros, definiéndose abiertamente francófilo, a pesar de publicar la mayoría en el diario ABC, abiertamente germanófilo.
Dedica también su atención Díez de Revenga a los poetas de la joven literatura, con quienes mantuvo unas complicadas relaciones Azorín, que fueron desde la amistad más abierta y rendida hasta la animadversión. Las relaciones con el paisaje o El poeta desconocido, en el que Díez de Revenga advierte que la lectura atenta de Azorín es una caja de continuas sorpresas, por lo que no deja de sorprender cuando nos adentramos en esa parte de su obra, ya que nuestro escritor un sorprendente articulista de prensa, un crítico literario excelente y un «degustador como pocos de nuestros clásicos castellanos, de nuestros clásicos del Siglo de Oro».
Como todos los trabajos de investigación, y también los de difusión, pero difusión rigurosa, como es el caso de este Azorín, entre los clásicos y con los modernos de Francisco Javier Díez de Revenga, el libro contiene, en sus diversos capítulos, jugosísimos e inteligentemente seleccionados apéndices documentales, unos escritos que amplían y profundizan lo comentado en cada tema con piezas de alto valor histórico, sentimental o estrictamente literario, que, con sus valiosas propuestas, elevan aún más el interés de este libro sobre un imprescindible de la literatura española de todos los tiempos.
