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Max asesina el cómic

Publica Fiuuu & Graac, un volumen radical sin bocadillos y viñetas, con trama anecdótica, una respuesta al arte ideologizado de hoy día

Imagen de archivo

Max ha asesinado al cómic en el sentido que Miró le dio la estocada a la pintura. Esta radicalidad, este ajuste de cuentas con el género de la viñeta ha dado como resultado un artefacto libresco titulado Fiuuu & Graac (La Cúpula), donde no hay texto (sólo algunas onomatopeyas), ni bocadillos, ni viñetas, ni argumento. «Es una eliminación en el sentido de replanteárselo todo de nuevo para ir a otro sitio distinto, aún no sé a cuál, ya se verá. Digamos que ha sido un asesinato respetuoso», reflexiona. «No hay límites para el arte. Puedes llegar a un punto que te parece el colmo, pero siempre hay un más allá. El tema es intuirlo», sostiene el autor.

Los precedentes de esta tendencia a desprenderse de todo lo innecesario son dos títulos anteriores de Max, Vapor (2012) y Rey Carbón (2018). La nueva y radical vuelta de tuerca la ha alcanzado ahora con un libro en el que desaparece todo «salvo los dos personajes [una grajilla y el viento] y algún pequeño adminículo. El reto era ver qué podía hacer con dos personajes en el aire», explica el dibujante Francesc Capdevila. De hecho, el recurso del aire, invisible, es el que le ha permitido prescindir de fondos y de los recuadros de las viñetas.

Una de las cuestiones que más desconcierta al lector de Fiuuu & Graac, un proyecto que ha podido desarrollar gracias a una ayuda de creación del IEB, es que carece de argumento. Lo que se cuenta en estas páginas es «algo anecdótico, un ejemplo cercano sería el Coyote y el Correcaminos. Por otra parte, quiero pensar que coqueteo con la abstracción. En Rey Carbón había páginas de pura abstracción visual. Hay autores que intentan hacer cómics abstractos, pero pienso que buscan esa abstracción en la imagen, yo la he buscado en el guión», confiesa. Así, en Fiuuu & Graac el lector está ante un guión abstracto, «se reconoce que pasa algo, pero no pasa nada. Es un cómic de acción pura sin reflexión premeditada», sostiene Max.

El dibujante detecta, no sin rabia, una paradoja cuando parece que se ha conseguido que el cómic sea considerado un arte más. «Nos hacen caso por una vez y va y reducimos el cómic a la novela gráfica, cuando también puede ser poesía o arte contemporáneo. ¿Es este libro una exposición de arte contemporáneo? Igual sí porque no es algo narrativo», se pregunta.

Max cuenta que el punto de partida del volumen es una situación de acoso. «A medida que lo iba trabajando me di cuenta de que no me iba a poner a hacer una alegoría de lo que sucede en las escuelas, en las calles, en el trabajo. Al final he representado esta pantomima que parte de ahí, pero creo que he llegado a otro sitio, a un punto inclasificable», apostilla.

Otro aspecto interesante de estas páginas es la concepción de los personajes. «Le daba vueltas a cómo dibujar el viento, a la manera que César Aira hace lo mismo literariamente en La costurera y el tiempo. Yo quería convertirlo en un cuerpo, hasta que di con la idea del muelle y supe que tenía un personaje. Al ser el viento, el otro personaje sólo podía ser un pájaro». Los protagonistas son tan esencialistas que al final «es una especie de batalla entre la línea y la mancha. Y con esto ya entramos en una suerte de juego conceptual», apunta Max, quien regresa a Aira de nuevo: «Las cigüeñas alzaban el vuelo cuando pasaban, como bellas ideas que se desplegaran sin objeto». Una frase de Fulgentius del argentino que encabeza intencionadamente el libro. «Bellas ideas sin objeto», repite el dibujante, «esto es el arte por el arte, una premisa totalmente desprestigiada en unos tiempos de arte ideologizado y banal».

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