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Tu verdad no, la verdad; y ven conmigo a buscarla

El texto comienza con un acercamiento al fenómeno de la posverdad, el cual se ha asumido como un concepto filosóficamente relevante y una característica esencial de este mundo nuestro dominado por la red y la hiperinformación

Tu verdad no, la verdad;y ven conmigo a buscarla

¿Apreciamos la verdad en nuestro tiempo? ¿La aprecian los medios de comunicación? ¿Apreciamos los ciudadanos y los medios a la democracia? ¿Ha triunfado la posverdad? El intento de dar respuesta a estas cuatro preguntas es el motor que mueve el libro de Enrique Herreras, el cual desde un acercamiento al mundo del periodismo, no como alguien ajeno al mismo, pero sí desde una cierta distancia (él mismo se define como un filósofo moral y político en la corte del periodismo), analiza el fenómeno de la posverdad en el ámbito de la información e intenta dar unas pautas éticas que puedan iluminar la realidad y encaminarla hacia los parámetros de una democracia real, vivida y no solo promulgada formalmente.

El texto comienza con un acercamiento al fenómeno de la posverdad, el cual se ha asumido como un concepto filosóficamente relevante y una característica esencial de este mundo nuestro dominado por la red y la hiperinformación. Ahora bien, Enrique Herreras se resiste a aceptar el imperio de la posverdad como característica propia de los tiempos que corren, parafraseando al Lipovestky, el autor mantiene que la posverdad es la mentira, sin disimulo, sin mala conciencia. Desde este presupuesto, se recorren los lugares comunes del mundo de la información actual: la irrupción de Internet, la globalización, la democracia monitorizada, la tiranía de servir a los gustos del público, la espectacularización de los medios, el fenómeno de los bulos y las fake news, y cómo no, la capital importancia de los big data y la posibilidad de controlar (crear) la opinión pública. Toda esta es la temática de la primera parte del libro, la cual ocupa buena parte de este, y que concluye con una lúcida reflexión sobre los populismos. Los medios son en gran parte responsables de la polarización de la sociedad, ya que impulsan sentimientos negativos hacia el adversario político. La polarización, desgraciadamente da muchos titulares, pero este juego perverso, a la larga (o no tan larga) puede ser perjudicial para la democracia, ya que es el caldo de cultivo de los populismos.

En su segunda parte, se formula lo que podría ser una filosofía de los medios de comunicación contrastando dos posturas ampliamente extendidas, el objetivismo y el relativismo posmoderno, las cuales son consideradas cortas en sus planteamientos. Ante la insuficiencia de ambos modelos, se nos presenta el perspectivismo como una feliz respuesta. Con base en el pensamiento Nietzsche y, sobre todo, Ortega y Gasset, fluye la idea de que estar situado es una forma de estar en la verdad, una verdad que no es única ni indiscutible, que es complementaria con otros puntos de vista y que permite el diálogo entre diferentes puntos de vista, sin que esto signifique necesariamente confrontación ni polarización.

En la tercera parte nos adentramos en el terreno de las éticas aplicadas, ámbito desde el cual se ensaya una ética de la información, una ética de la empresa informativa y una ética de la profesión periodística. La ética, desde el punto de vista del autor, es necesaria para orientarse y para criticar la realidad. Desde estos parámetros, el periodismo, como actividad, puede ser susceptible de iluminación y de crítica desde unos planteamientos éticos.

Por último, como horizonte al que se dirige toda la reflexión del libro, se esboza el papel de los medios en una democracia deliberativa. La tesis que se defiende es que la democracia será más profunda, más deliberativa, cuando la formación de la opinión pública se produzca a partir de una información de calidad, una información que, por tanto, sepa discernir entre la verdad y la posverdad, como clave para generar unas condiciones favorables de libertad. El mejor antídoto contra la posverdad no es otro que recuperar el norte democrático, dejar de hablar de incertidumbres y volver a poner en el centro de nuestras certidumbres la justicia, «porque si no es así, reinarán otras certidumbres».

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