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Villanos y detectives

Villanos y detectives

Permítanme un recuerdo infantil: leí por primera vez Spider-Man en aquellos tomitos de espantosa edición remontada con que Vértice trajo por primera vez al famoso hombre arácnido. Entusiasmaron a la chavalería, pero al tierno infante que era servidor el trepamuros de Lee y Ditko le parecía un mindundi que no le llegaba ni a la suela de los zapatos al auténtico hombre araña: ¡Spider! Un villano malvadísimo que avanzaba las orejas puntiagudas del Dr. Spock y que se dedicaba con fruición a convertirse en el mayor delincuente del planeta, acompañado de sus complejos y maquiavélicos inventos y sus perversos compinches. El personaje, creado por Reg Bunn y Ted Cowan para la revista británica Lion, había sido publicado unos años antes por la misma editorial Vértice, junto a otras delirantes creaciones de la marca IPC/Fleetway como Kelly Ojo Mágico, Zarpa de Acero o Mytek, auténticos prodigios de la imaginación más lisérgica que me maravillaron y obnubilaron con su medido equilibrio entre folletín y surrealismo desbordado, apoyado siempre en unos personajes tan ambiguos como atractivos. El misterioso Spider multiplicó su deriva imprevisible cuando se incorporó a la serie Jerry Siegel, el creador de Superman, que firmó algunos de los guiones más sugerentes y desquiciados que uno recuerde. Casi sesenta años después de su creación, la editorial Dolmen publica un primer volumen integral de sus aventuras (con traducción de Lorenzo Díaz) que demuestra que aquella extravagante y frenética locura mantiene intacto su encanto kitsch y su carisma maléfico.

Villanos y detectives

Pero siempre que hay villanos, hay detectives destinados a luchar contra el crimen. El dibujante Jali ha conseguido con su última obra el combate definitivo entre las mentes deductivas más brillantes de la ficción: Holms y Piorot. El caso de los cadáveres exquisitos (Diábolo) es una deliciosa recreación de los famosos personajes de Doyle y Christie bajo el prisma de los tebeos de grandes autores como Raf, Puigmiquel o Gabi. El espíritu más clásico del folletín se hibrida con el humor más gamberro del DDT contra las penas en un cómic que nace con espíritu infantil pero pronto se proyecta a todo lector de 9 a 99 años con ganas de pasárselo bien y que no olvida un guiño final inesperado. Como adulto, es imposible no sentirse arrebatado y arrastrado a un reto que obliga a volver al disfrute infantil. Como niños y niñas, solo hay que dejarse llevar por el placer de la aventura más divertida.

Villanos y detectives

Aunque si hay un paradigma del detective, ese es sin duda Nick Carter. La creación de Ormond G. Smith y John R. Coryell nació en las páginas de la prensa americana a finales del siglo XIX para ir creciendo hasta convertirse en protagonista absoluto de las revistas pulp que inundaban los quioscos yanquis en los años 20 y 30. Arquetipo y canon del investigador privado, Carter pasó por la literatura, el cine, la radio y los cómics hasta ser fagocitado por otros iconos de la cultura popular, pero el gran David B lo recupera para convertirlo en auténtico motivador de la creación artística del siglo XX. En Nick Carter y André Bretón, una pesquisa surrealista (Editorial Impedimenta, traducción de Rubén Martín), el creador de Epiléptico imagina un imposible encuentro entre el personaje de ficción y el impulsor del movimiento surrealista, que se traduce en una larga indagación a través de todas las corrientes artísticas de las primeras décadas del siglo. A modo de gigantes viñetas, la investigación de Carter se presenta como un seguido de potentes evocaciones simbólicas de la búsqueda del sentido del surrealismo que ha perdido Breton. Un juego perfecto para que la ironía se alíe con la potencia visual lanzando agudas reflexiones sobre el arte y sus conexiones con la cultura popular a través de las siempre impactantes metáforas visuales que plantea David B. Absolutamente apasionante.

Tres obras perfectas para enfrentarse a los misterios que siempre encierra un tebeo.

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