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Arte

Mark Rothko: La otra abstracción

El pintor Mark Rothko, en su estudio. | INFORMACIÓN

El Action Painting o Expresionismo Abstracto aparece como uno de los principales movimientos artísticos de la segunda mitad del siglo XX, en todos los libros de Historia del Arte. Se han realizado múltiples análisis sobre la relación de este movimiento con una potencia emergente como Estados Unidos, se le clasifica como una expresión del individualismo, la libertad, el inconsciente, la democracia, valores que abandera esta gran potencia, frente a los movimientos nacionalistas y totalitarios que asolaron Europa en la Segunda Guerra Mundial. La emigración de los artistas europeos y judíos alemanes a EE UU también impulsó una nueva urgencia en la reflexión sobre el arte y su valor social, pero sobre todo la renovación de los lenguajes académicos, el valor de la tradición, de la modernidad, debate que estaba en todos los cenáculos artísticos norteamericanos, fundamentalmente en Nueva York. La prosperidad económica, como vencedores de una guerra, unida a la exaltación de la democracia americana y al deseo nacionalista que imprime su historia, llevó a la idea de hacer un arte que se identificara con esta nueva sociedad, exclusivamente americana, algo bastante irreal. Pues los artistas venidos de Europa, importantes protagonistas en esta revolución, traían en sus mochilas la historia del arte europeo, es decir, las vanguardias históricas, el cubismo, el surrealismo, el expresionismo.

Obelisco roto, frente a la Capilla Rothko.

Artistas tan influyentes como Mondrian o Hoffman, del que fue su alumno, pero también, en aquellos años, los muralistas mejicanos, tuvieron una importante presencia, sobre todo, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Artistas cuya visión y revisión de la historia de la América española dio origen a un relato pictórico que no solo serviría para reivindicar la cultura anterior, precolombina, sino para expresar el ideario comunista que asumían estos artistas. Además, en autores como Siqueiros, este espíritu revolucionario se plasmaba tanto en la imagen como en una fecunda investigación técnica que se manifestaba en la experimentación con nuevos soportes y materiales plásticos, con la introducción de las pinturas acrílicas e industriales en sustitución del óleo. Una experimentación que supuso el principal bagaje para algunos de los jóvenes artistas que trabajaron, en sus primeros años de formación, con Siqueiros, como fue el caso de Jackson Pollock.

Obra de Rothko de 1949, que se encuentra en el MOMA.

La generación del expresionismo abstracto, nacida en las primeras dos décadas del XX, recibe una información bastante compleja, sus referentes provienen de muy diferentes movimientos, de artistas y obras que radicalizaron los lenguajes de la pintura. La exigencia era máxima, qué se podía decir a partir de ese momento, qué aportaba América al discurso de la cultura mundial.

Uno de esos artistas, que supo marcar un hito en la historia del arte universal, fue Mark Rothko (Letonia,1903- Nueva York, 1970). Este judío ruso, educado en ideas seculares y políticas, no religiosas, llega a Estados Unidos en 1910 y en 1925 inicia su carrera como pintor en Nueva York, con una formación autodidacta. En 1940, está trabajando con Barnett Newman y Adolf Gottlieb, pintores muy próximos al surrealismo, pero, a partir de 1947, su estilo cambia y empieza a pintar grandes cuadros con muchas capas de pintura, solo veladuras de color, una experimentación en la que surgen unos rectángulos de un color profundo, cuyos límites están difuminados.

Las pinturas más conocidas de Rothko son fácilmente identificables por estas finas texturas creadas a partir de veladuras, como una acumulación de aire, encerradas en fondos rectángulos, que significan la conclusión de toda la experimentación que el pintor realizó durante veinte años.

Esta es una obra que además de la abstracción plantea diferentes interpretaciones, la que se basa en la teoría de los campos de color, en la que Mondrian tiene una importancia capital por la división del espacio del cuadro a través de la horizontal y la vertical, pura geometría en la que el color crea el ritmo entre los espacios y su composición en el cuadro. Por esta vía de experimentación geométrica también tenemos que aludir a Paul Klee y su síntesis geométrica del paisaje y la figura.

En aquel momento, se suman a ese concepto de abstracción algunos de sus compañeros de viaje como Barnett Newman, Adolf Gottlieb, John Grahan, originando la Triple A, Artistas Abstractos Americanos. Y es a partir de entonces cuando sus cuadros comienzan a verse en importantes exposiciones colectivas por toda América y a reconocerse su trabajo a nivel mundial, debido a las exposiciones de arte abstracto americano que se realizarán en Europa. América en ese momento se sentía como la única nación capaz de liderar los más diferentes retos con respecto a la filosofía, al pensamiento y por supuesto al arte. Las grandes universidades americanas comienzan a establecer un debate crítico sobre la historia del arte. Necesitan reinterpretar la historia, la actualidad de sus referentes culturales. La información que han recibido de los pensadores europeos y la evolución de las vanguardias les ha propiciado este debate en el que la abstracción se impone como la expresión de la modernidad, que de alguna manera quiere sustituir la importancia de la figuración, a partir del Renacimiento, y su reducción a propaganda política. Los filósofos y más tarde los artistas buscan en los artistas anteriores, fundamentalmente en las vanguardias, una solución a la expresión plástica de su tiempo, que Rothko asimila a un concepto religioso o espiritual como la mística. Este pintor renuncia al término abstracción o expresionismo abstracto, porque fundamentalmente prioriza la relación de su obra con el espectador a través de una transmisión sensorial, en la que no solo intervienen los valores plásticos sino también conceptos místicos, como la revelación, el desprendimiento del yo externo, condicionado, la ascesis, en sí, la contemplación de otra realidad desde la sensibilidad más espiritual que trasciende a esa realidad que nos rodea. Entre sus muchos escritos, Rothko, plantea siempre que para que su concepción sea entendida, su pintura debe establecer una relación íntima con el espectador.

Obra Remolino lento en el borde del mar.

Una de las cuestiones que forman parte de su manera de ser americano es su relación con la música de jazz. Rothko entiende que esta música proviene del interior del alma humana y que se manifiesta, más que mediante una técnica, desde una sensibilidad especial que es capaz de llegar al alma sin necesidad de tener una explicación sobre ella. De esta manera su pintura accede al grado cuasi religioso por razones no puramente estéticas sino por la sensibilidad que sugiere en el espectador. Una de sus ultimas obras, seguramente la más importante, es La Capilla Rothko, en Houston, Texas, un espacio abierto a todas las religiones. Concebida como capilla, pero también como museo, sala de conferencias, foro de debate, un espacio para la meditación, en el que se dan toda clase de acciones, celebraciones religiosas, etc. En las paredes de su estructura de base octogonal se ubican catorce grandes pinturas de un profundo color negro. Delante de esta capilla, en el exterior, nos encontramos con el famoso obelisco de Barnett Newman. Una mezcla de arquitectura moderna, escultura, pintura y música, pues se le pide a Morton Feldman una composición para ser oída en la visita a la capilla y otro compositor, como Peter Gabriel, realizará una composición inspirada en este lugar espiritual. La capilla está asociada con la experimentación de estas diferentes disciplinas.

La pintura de Rothko, admirada por especialistas y teóricos del arte, plantea sin embargo un debate a otro nivel, el de la visualización y comprensión de las obras de arte. Esta es una obra que no llega a la mayoría, precisamente por su aparente simplicidad, y por la falta de elementos objetivos, realistas. Y este es un dilema que acompañó al artista toda su vida y que se vio obligado a justificar en sus escritos, reivindicando que su arte respondía a otras reflexiones con respecto a la estética y a la sensibilidad. Esta obra nunca será aceptada por la mayoría, de la manera como lo son Las Meninas de Velázquez o las Venus de Tiziano, o el Guernica de Picasso que tienen un reconocimiento sobre la figura humana. En la visión del arte, el espectador común ve necesario que lo que mira tenga al menos alguna referencia con la realidad. Por lo que la obra de Rothko requiere de una información teórica, aunque sin esa apertura del alma que requiere el místico, su disfrute siempre tropezará con la incomprensión de qué es lo que quiere decir el autor. Pregunta que no es fácil de responder. La no referencia siempre plantea una duda a la hora de valorar por qué es buena una obra. Rothko era consciente de la necesidad de reflexionar teóricamente sobre su visión del arte defendiendo la tesis de que la obra no tiene por qué expresar algo objetivo.

Sin embargo, sorprendentemente, la obra de Mondrian, de una geometría estricta, es aceptada y reconocida por el mundo de la moda y el diseño. Siendo uno de los autores con mayor proyección en el mundo de la publicidad, o la arquitectura. Difícilmente la obra de Rothko tiene eco en otros campos más allá del propiamente pictórico, situada en un espacio del arte muy minoritario, aunque se dirija a la intimidad del ser humano, es decir, a todos. Esto ha condicionado la recepción de esta obra, como la de otros expresionistas abstractos.

Este alejamiento es hoy evidente en muchas manifestaciones artísticas, tanto en el arte visual como en la música. Las creaciones contemporáneas plantean un nivel que hay que alcanzar para su entendimiento, lo cual las hace de difícil comprensión para muchos espectadores. Pero en realidad, a la hora de ver u oír una obra de estas características, hay que recurrir al detenimiento, no a buscar la comprensión inmediata sino invitarse a uno mismo a la meditación, a una mirada más reflexiva, intentado interiorizar ese modelo de pintura o creación e introducirlo en nuestro concepto del espacio, del color, del volumen, del tempo. Solo con una visualización inmediata, sujeta a referentes, la comprensión es imposible. Hay que entrar en otra dinámica de visión que resulta mucho más compleja pero no por ello menos trascendente. El que ama la obra de Rothko ama el silencio, el reposo, la mirada limpia que da sentido a la vida humana desde este contacto intimo con nuestra conciencia más sensible.

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