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La profundidad de la piel

La profundidad de la piel

Los dibujos estampados en la piel han recorrido un largo camino desde que hasta casi finales del siglo XX se consideraban la marca de la marginalidad social, distintivo de rareza y de una posible peligrosidad cuando no de señalar un origen poco civilizado y entiéndase eso a través de una mirada eurocéntrica. Hoy la práctica se ha democratizado, hasta el punto de que en 2011, como señala el escritor británico John Miller, editor de la antología Cuentos de tatuajes. Una antología de la tinta, 1882 -1952 la aparición en 2011 de una Barbie tatuada -en edición de coleccionista para adultos- se convirtió en un buen refrendo.

La profundidad de la piel

Es en este contexto en el que Miller -que sabe de lo que habla porque ha convertido todo su cuerpo en un lienzo- selecciona estos 15 relatos en los que el tatuaje no es tanto el objetivo como un síntoma . En la antología no podía faltar uno de los mejores cuentos sobre el tema: El tatuador del japonés Junichiro Tanizaki, obra maestra absoluta y también una retorcida aproximación al tema, una historia siniestra de sadismo y sumisión gracias a un complejo tatuaje, «obra maestra» del género, tal y como ha soñado el artista. Realizado en la espalda de una hermosa mujer el resultado acaba empoderando a ésta, pero también convirtiéndola en despiadada destructora.

Le acompañan, entre otros, Piel de Roald Dahl, en la que un tipo hundido en la miseria descubre que el tatuaje que lleva en la espalda es obra de un cotizado artista y el no exento de ironía Dos casos delicados del hoy olvidado James Payn, que acuñó aquello de que la posibilidad de que la tostada caiga por el lado de la mantequilla es proporcional al precio de la alfombra.

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