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John Belushi, el rey de la comedia que se negó a vender su casa a Richard Nixon

El miembro más carismático y gamberro de The Blues Brothers murió hace ahora 40 años. La reedición de su biografía a cargo del legendario periodista. Bob Woodward permite redescubrir a un talento apabullante de la comedia y la música que hizo feliz a millones, pero que también pagó el precio de sus excesos con una desaparición muy temprana

Belushi en una sesión de fotos tipo fotomatón.

Martha’s Vineyard es una isla del estado de Massachusetts situada al suroeste de Cape Cod. Es uno de los sitios de veraneo preferidos de los ricos estadounidenses que se quieren relajar en casas de lujo, con más clase que esos Hamptons que tanto salen en series y películas con protagonistas adinerados. Allí fue donde John Belushi y su mujer Judy compraron su primera casa en propiedad, una residencia moderna de una planta y con una playa privada del tamaño de un campo de fútbol conocida popularmente como «playa de la jungla».

John Belushi El rey de la comedia que se negó a vender su casa a Richard Nixon

Corría 1979 y los Belushi nadaban en dinero. El rodaje de la película 1941, dirigida por Steven Spielberg, había terminado; el dúo The Blues Brothers, que había montado con éxito junto a Dan Aykroyd, estaba en plena marcha; y aún formaba parte del equipo del programa Saturday Night Live. El ritmo de trabajo era intenso y la isla se había convertido en una especie de santuario de descanso para la pareja, que decidió adquirir su propia vivienda por 425.000 dólares.

John Belushi El rey de la comedia que se negó a vender su casa a Richard Nixon

Lo único que molestaba al actor era que el anterior propietario era Robert McNamara, que había sido Secretario de Defensa durante la guerra de Vietnam. «Mierda, la prensa será incapaz de pasar esto por alto: la ocasión de mencionar a McNamara y Belushi en una misma frase», le dijo a su esposa. Y tenía razón, porque salió en prácticamente todos los periódicos del momento. Sin embargo, la vida le dio la oportunidad de hacer un acto de rechazo a la política tan inesperado como contundente.

John Belushi El rey de la comedia que se negó a vender su casa a Richard Nixon

Poco tiempo después de comprar la propiedad, John Belushi empezó a sentirse incómodo en el lugar. Había recibido visitas de amigos como Aykroyd y Carrie Fisher pero no quería ampliar el acceso a su intimidad. Por ejemplo, no permitió que la playa fuese de entrada pública como lo era antes de la llegada de McNamara. Fue una decisión que sorprendió a algunos de sus amigos, pero Belushi sentía una sensación de acoso por parte de la gente cada vez más insoportable, y le pidió a su contable que pusiera la propiedad a la venta sin llamar demasiado la atención.

Uno de los interesados en adquirirla fue Richard Nixon, pero el rechazo que les provocaba McNamara era una tontería en comparación al que sentían por el expresidente. Judy le dijo directamente al contable que no iban a permitir que Nixon pusiera un pie en la casa independientemente de lo que estuviese dispuesto a pagar, y finalmente decidieron quedarse con el inmueble. Por aquel entonces, la adicción de Belushi a casi cualquier estupefaciente que cayese en sus manos se había convertido en un problema, pero mantenía la lucidez necesaria tanto para trabajar como para no perder sus principios.

Sin frenos

Esta es una de las muchas anécdotas que se recogen en Como una moto. La vida galopante de John Belushi, un libro de casi 600 páginas firmado por el célebre periodista Bob Woodward. Libros del Kultrum lo acaba de reeditar en España (la editorial Papel de Liar lo sacó en 2009) con prólogo de Toni García Ramón y traducción de Miquel Izquierdo. Por su extensión se podría pensar que el artista vivió hasta los 100 años, pero ni mucho menos: falleció a los 33 de una sobredosis, en marzo de 1982, en un bungaló del exclusivo hotel Chateau Marmont de Los Angeles. En solo tres décadas llegó a la cúspide de la fama y al fondo del infierno. Los términos medios no eran precisamente lo suyo.

Julian Viñuales, editor de Libros del Kultrum, explica que decidió recuperar el título (él también era el responsable de Papel de liar) porque «la anterior edición llevaba agotada muchos años, y convenía revisar la traducción, además de introducir algunas acotaciones». También cree que el libro pedía una advertencia sobre el trabajo de Woodward, porque «parece centrarse en los aspectos más sórdidos de una vida que también tuvo luces».

Dicha puntualización se hace en el prólogo de Toni García Ramón. Muchos amigos de Belushi, entre ellos Dan Aykroyd, señalaron que el autor había plasmado las anécdotas como mejor le convenía para el retrato que tenía pensado de su protagonista, y su esposa se quejó de que las 500 páginas del libro se parecen más a un inventario de sus juergas y desfases que a una biografía en condiciones. Pero lo que no se le puede echar en cara a Woodward, famoso por haber sacado a la luz el caso Watergate junto a Carl Bernstein, es falta de documentación. La cuñada de Belushi le llamó tres meses después de la muerte del actor para sugerirle que investigase lo ocurrido porque había muchas incógnitas sin resolver. En principio iba a publicar sus descubrimientos en una serie de columnas para The Washington Post, pero acabó escribiendo un volumen de 500 páginas para el que entrevistó a 267 personas.

Un rosario de anécdotas

Como una moto se publicó por primera vez en 1984, y además de la fugaz pero intensa vida de Belushi también detalla cómo era el mundo del espectáculo estadounidense. El periodista describe fiestas, desmadres, amistades y rivalidades. Relata por ejemplo cómo Chevy Chase se fue ganando la antipatía de sus compañeros del SNL, el comportamiento desagradable de Jack Nicholson en el rodaje de Camino del Sur (una comedia del Oeste que el actor protagonizó y dirigió) o el paso (y posterior sentimiento de culpa) de Robin Williams por el bungaló de Belushi apenas unas horas antes de que falleciera por sobredosis. Y, por supuesto, las manos y las narices por las que pasaban raudales de cocaína.

Los seres más cercanos de Belushi fueron Judy, Aykroyd y Smokey, el guardaespaldas antidrogas que le pusieron cuando su comportamiento y su salud empezaron a peligrar seriamente. Con él vivió situaciones muy disparatadas. Una noche se plantó en casa de Ringo Starr, que estaba pasando el rato con el Rolling Stone Ron Wood. Le dijo a Smokey que se quedase fuera, pero éste encontró el acceso trasero a la casa y se plantó en el salón. Belushi empezó a gritar, haciendo entender a los demás que el intruso era un torturador o un policía (las dos opciones eran malas) y a Starr casi le da un ataque de pánico mientras el actor se partía de risa.

Otro Beatle había tenido relación con Belushi y le ayudó en su carrera sin saberlo: Paul McCartney le pidió que actuase en su trigésimo cuarto cumpleaños imitando a Joe Cocker, uno de los papeles con los que se haría célebre.

Las drogas y el exceso de trabajo fueron dos factores esenciales para entender la deriva de Belushi, pero todo se explica por su inseguridad y una depresión latente. Lo que parece megalomanía de una estrella era seguramente, en realidad, un ruego de afecto. Por ejemplo, como condiciones para participar en un capítulo especial en el que se reunía el viejo reparto del SNL con Steve Martin, pidió tener acceso a los vídeos de la biblioteca, poder coger todo lo que quisiera de la nevera y que «cada vez que entre en la oficina, me gustaría que la gente fuera amable conmigo e hiciera que me sienta como en casa».

En casi todas las páginas hay historias que se podrían subrayar, pero tanto para Viñuales como para García Román las mejores son las relacionadas con la época en la que puso en marcha el proyecto de los Blues Brothers. «Cuando narra cómo arma la mejor banda del momento, con todos los músicos a quienes venera, y cuyos conciertos quedaron inmortalizados en vinilo, pero también en celuloide con la inefable Granujas a todo ritmo».

Belushi tenía una personalidad que le diferenciaba del resto de cómicos, también del SNL. «Woodward cita a alguien que lo compara con Marlon Brando y yo creo que si Belushi estuviera vivo ahora sería tan grande como él. Era un cómico descomunal, pero también un actor descomunal. Le vimos casi siempre en papeles de comedia y seguramente hubiese sido un actor dramático impresionante. Pero las cosas son como son», asevera García Ramón, que cierra su prólogo diciendo: «John Belushi era demasiado grande para un planeta tan pequeño y cuando se fue, con 33 años, nos recordó que la inmortalidad es algo muy jodido».

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