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Arquitectura

Discothèque

Arquitectura radical en los espacios lúdico-festivos de la Europa de los 60

Pietro Derossi / L’altro mondo club (1967).

En plena efervescencia del arte psicodélico y experimental que recorría los ambientes urbanos de las ciudades europeas y estadounidenses en las décadas de 1960 y 1970, una serie de proyectos experimentales destacaron por su capacidad de proponer nuevos espacios configurables en los que el usuario -constructor temporal de la experiencia y dueño de su propio disfrute- podría elegir cómo y cuándo hacerlo.

Así, en Italia, y bajo el paraguas de lo que se conocería como Architettura Radicale, grupos de arquitectos llevarían a cabo todo tipo de discotecas y clubs nocturnos que servirían como catalizadores «de una pulsión social que mezclaba en el mismo espacio la vanguardia cultural y experimental más radical con el fenómeno de masas de la sociedad del espectáculo». Para estos jovencísimos arquitectos, diseñar estos espacios significaba, en definitiva, superar las barreras de una arquitectura heredada «incapaz de actuar contra los poderes establecidos».

En 1967, por ejemplo, vería la luz L’ altro mondo club, una discoteca sobre el espacio de una antigua nave en la periferia de la ciudad de Rímini a la que se accedía mediante una rampa iluminada con luz rosa. Estaba concebida como «una forma de liberación corporal y psicológica vinculada sin complejos a la música popular y a los excesos consumistas». Así, una gran pista de baile central era equipada con butacas de plástico de diferentes colores sobre un sistema de gradas que podían ser deslizadas. La fuerza cromática de su mobiliario, unido a la existencia de un gran techo de aluminio reflectante, lograba que la percepción del espectador se viera intensificada, llegando a provocarle un potente efecto distorsionador.

Ugo La Pietra - Boutique Altre Cose 02 (1969)

Dos años más tarde, en 1969, se inauguraría en Florencia la discoteca Space Electronic. Un gran espacio de dos pisos de altura, ubicado en un antiguo taller de reparación de motores, el cual albergaría en sus primeros seis años desde un huerto hasta una fiesta conceptual de toga. Space Electronic fue creada por los arquitectos Carlo Caldini y Fabrizio Fiumi, así como su amigo Mario Bolognesi. Caldini y Fiumi trabajaron con Giorgio Birelli y Paolo Galli bajo el colectivo de arquitectura Gruppo 9999, y el club llegó a ser considerado como su «proyecto-manifiesto». Bandas como Van der Graaf Generator, Amon Düül y Canned Heat tocaron todos los híbridos posibles de rock, blues, soul y jazz en un espacio convencional rodeado de estímulos de diferente índole: un paracaídas desplegado, importado directamente desde San Bernardino, California, se alzaba por encima, imágenes derretidas en las paredes, proyecciones superpuestas con aceite y agua de colores y siluetas de objetos encontrados en depósitos de chatarra se simultaneaban por todo el espacio. En la planta baja se permitía dejar bebida sobre una singular barra: una vitrina de acuario que fue llenada, durante tres o cuatro años, con pirañas.

Ugo La Pietra - Boutique Altre Cose 01 (1969.

Pero quizás el ejemplo más paradigmático de este espíritu experimental y revolucionario sería el de la discoteca Bang Bang, en el corazón de Milán; una atmósfera «híbrida», concebida por el arquitecto italiano Ugo la Pietra, con Aldo Jacober y Paolo Rizzatto, que ofrecía a sus clientes la oportunidad de disfrutar de un entorno innovador conectado directamente a una boutique, llamada Une altre cose.

Este vanguardista espacio permitía que un mismo espacio social y comercial coexistiera de forma simbiótica, funcionando como una tienda de última generación en el piso superior, y un lugar de ocio nocturno en el nivel inferior. Su interior fue concebido cuidadosamente con el objetivo de que evolucionara en el tiempo. El espacio comercial exhibía ropa y accesorios en cilindros acrílicos que quedaban suspendidos del techo y se podían ver desde abajo. Este se amplió con espejos, mientras que los reflejos y transparencias creadas por los contenedores tubulares permitían que el ambiente evolucionara a lo largo del día. Si un cliente deseaba recuperar una prenda, podía presionar un botón y bajar un cilindro individual, transformando la volumetría del espacio y haciendo del simple hecho de comprar una experiencia única y participativa.

Así pues, estos ambientes, en forma de discotecas y bajo esta apariencia lúdico-festiva, constituyeron para sus autores un nuevo campo para la experimentación, los juegos ambientales y la exploración de una nueva sensorialidad, y no tanto como un hábitat estable para el individuo, surgiendo como los grandes posibilitadores de eventos y círculos que iban desde el ocio hasta el debate político y cultural del momento.

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