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La magia negra de Camilla Läckberg

La superventas de la novela negra sueca estrena trilogía con El mentalista, escrita a cuatro manos junto al ilusionista Henrik Fexeus

Camilla Läckberg . Ricard Cugat

A Camilla Läckberg, admite aliviada, ningún mago la ha metido en una caja de madera para atravesarla luego con espadas. Es así como aparece, en un parque de atracciones, la primera víctima del asesino en serie de El mentalista (Planeta / Columna), entrega inicial, de 700 páginas, de una nueva trilogía que la reina de la novela negra sueca publica a cuatro manos con su amigo Henrik Fexeus, para más señas, mentalista e ilusionista muy popular en su país, experto en leer el lenguaje corporal. «Ese truco no forma parte de su repertorio, pero sí lo hacen algunos de sus colegas. La idea que nos inspiró fue buscar muertes en trucos de magia que habían salido mal. Encontramos muchas, sobre todo del siglo XIX», cuenta la superventas tras recalar en Madrid junto a Fexeus, quien en el momento de la entrevista en Barcelona está de vuelta en Suecia para participar en un show de bailes de salón con famosos.

Läckberg (Fjällbacka, Suecia, 1974) lleva vendidos 30 millones de ejemplares en 60 países desde 2003, cuando debutó con La princesa de hielo, primera novela de la serie ambientada en su Fjällbacka natal y protagonizada por la escritora Erica Falck y el policía Patrik Hedström (que publican Maeva y Amsterdam). En la nueva trilogía estrena tándem: la policía Mina Dabiri y el mentalista Vincent Walder, que investigarán unos crímenes ligados al mundo del ilusionismo que tan bien conoce Fexeus, quien, como su personaje, ocasionalmente ha colaborado con la ley. «Él observa mucho a la gente y lee las señales, como las pupilas o si se ponen tensos cuando les toca. Y usa técnicas para influirte en la toma de decisiones», explica la escritora, que le ha servido de voluntaria.

«Mina y Vincent son una proyección nuestra, son dos frikis como nosotros -defiende Läckberg sonriendo-. Hace 15 años que nos conocemos y este libro es la combinación de nuestros frikismos: los asesinatos y la novela negra, la magia, el mentalismo y los códigos y juegos matemáticos». Los dos personajes tienen dificultades para relacionarse: «Son dos personas raras y combinamos sus afinidades y su destreza». «Henrik [Fexeus] quería romper la imagen de mentalistas relajados y guais que muestra la televisión y crear uno cabreado y rarito, porque él, por ejemplo, de niño sentía que no encajaba», revela. Y Mina tiene fobia a las bacterias y está obsesionada con la higiene. «La creamos antes de la pandemia y pensamos que nos habíamos pasado de frenada, pero con la pandemia ahora parece muy normal».

Läckberg siempre indaga en la parte oscura del ser humano. ¿Y en la maldad de Vladímir Putin? «Tendríamos que haberlo esperado. Había señales. Henrik debería haberlas leído -ironiza no sin amargura-. En la prensa se ha especulado con su locura, pero yo no creo que esté loco, sino ávido de poder. Tiene una personalidad compleja, perfilada por el Este y por el KGB y anhela pasar a la historia como el que le devolvió la grandeza a Rusia. Su peor error fue malinterpretar la reacción de Occidente y la fortaleza de Ucrania».

Doble rasero con los refugiados

Los suecos están «preocupados» por la guerra, confirma. «Pero estoy orgullosa de que hayamos superado el paradigma de neutralidad y apoyado a Ucrania. E impresionada por la reacción de Europa. Me llena de esperanza». Läckberg, que en el libro introduce el tema de la xenofobia, participa en un plan de ayuda a los entre 2.000 y 4.000 refugiados ucranianos que llegan allí al día y en hallar a quienes los acojan. Y denuncia un doble rasero. «Tenemos un partido racista con el 20% de apoyo que siempre dice que no hay espacio para refugiados. Pero con los ucranianos ha tenido que cambiar el discurso porque los suecos aceptan más a estos que a los sirios».

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