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Mucho más que terror

Mucho más que terror José Joaquín Martínez Egido

Una logia para conseguir dinero, el poder y la eternidad; una oscuridad que pide sacrificios humanos; casas que atrapan a las personas; médiums con poderes sobrenaturales; pasadizos con criaturas infernales; campos y subterráneos plagados de muertos… son los elementos que configuran las piezas que construyen el marco argumental de esta novela de terror que, lejos de encasillarse en el género, apunta al concepto de novela total, aunando terrores sobrenaturales con otros muy naturales y humanos. Nuestra parte de noche (Anagrama, 2019), Premio Herralde de novela, de la crítica de narrativa castellana, ambos en 2019 y Celsius en 2020, de la autora argentina Mariana Enríquez, sorprende mucho y muy gratamente. Es una novela que se ciñe, en principio, a los cánones del género del terror, pero que, en sus más de 700, páginas desborda esos límites y transcurre muchísimo más allá.

Conocí de su existencia a través de un programa de radio y es que, como ya he dicho en otras ocasiones, yo sí que puedo ser víctima de la publicidad, a diferencia de lo que afirma la mayoría de los mortales. En él se comentaba esta novela como de terror. Y me sorprendió que una novela de un género tan marcado tuviera semejante reconocimiento. La verdad es que, aunque de adolescente consumía mucho ese tipo textual, no me había vuelto a interesar desde entonces, ni tan siquiera en el cine, ya que con el miedo de lo real tengo más que suficiente para, además, sufrir con el ficticio. Pero, saltándome esos gustos e ideas, decidí leerla. Tan pronto como la comencé, me di cuenta de que no era lo que yo había entendido según su publicidad; aquello no era solo una novela de terror, sino que era una novela de iniciación a la vida, una novela de las relaciones paternofiliales, una novela de la intrahistoria argentina de la dictadura y de la crisis económica posterior, una novela de amistad, de amor… Por lo que ya me interesó sobremanera como obra literaria, ya que, claramente, no estaba destinada a un consumo concreto, a un lector de género, sino que estaba escrita con voluntad de perdurar en el tiempo. De ahí, que, en ocasiones, como esta semana, se caiga de la estantería y la relea y siga encantado con Juan, el padre, con nombre sencillo antagónico a su personalidad.

Nos situamos en la Argentina, entre La Plata y el estado de Misiones en la frontera con Paraguay, pero también en Londres. Empezamos conociendo la relación muy particular entre un padre viudo y su hijo. La autora, siempre oscura, terrible y espléndida, consigue un retrato de esos personajes asombroso mediante la técnica del misterio, o puesta en intriga constante, y de la ocultación de datos: un padre que no será tan odioso ni incomprendido, pero sí fuerte y determinado; y un hijo al que acompañamos en su duro ascenso vital («te dejé algo mío, ojalá no sea maldito, no sé si puedo dejarte algo que no esté sucio, que no sea oscuro, nuestra parte de noche»). Pero también se nos cuenta la saga de algunas de las familias más poderosas del país, no exenta de algún rasgo folletinesco, siempre con un estilo pausado las más de las veces, directo cuando así se requiere, morboso y punzante en ocasiones y muy muy literario. Por todo ello, es recomendable su lectura de forma pausada lejos de la velocidad que requieren la continua sucesión de acontecimientos de las novelas del género. Todo ello se sustenta en una arquitectura narrativa fabulosa al fraccionar el tiempo en diferentes etapas no ordenadas cronológicamente en los seis capítulos de desigual extensión de los que consta y, por supuesto, con la imbricación de los hechos.

Y ¿Por qué deberíais de leer esta novela? Porque es un ejemplo soberbio de lo que es la indagación y la explotación de un tipo novelístico, en este caso, el de terror; y porque, si os gusta el género mezclado o imbricado con la alta literatura, disfrutaréis de las horas de su lectura. Además, y esto es importante, porque todos nosotros deberíamos tener con alguien nuestra parte de noche.

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