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La fuente de Levante, Susana y los viejos

La fuente de Levante creada por Daniel Bañuls en la plaza de los Luceros de Alicante, tras la restauración. PILAR CORTÉS

Pocas personas saben que la admirada y tan representativa fuente de Levante que Daniel Bañuls ideó para la plaza de la Independencia, hoy de los Luceros, fue duramente criticada en el momento de su inauguración en 1931. Muchos alicantinos y muchas alicantinas de la época no entendieron el moderno lenguaje ornamental que tanta fascinación despierta hoy en día y no dudaron ni un segundo en atacar ferozmente la apariencia de un monumento que no lograban entender. De hecho, algunos artículos de opinión publicados en periódicos como El Día o El Luchador señalaron la excesiva modernidad de las esculturas y rechazaron las formas por las que optó su autor.

En el segundo de estos diarios (nº 6352, 22 de junio de 1931, p. 5) se difundió un escrito particularmente interesante que se refirió a la fuente bajo el seudónimo de Susana, haciendo alusión a los pasajes griegos del Libro de Daniel. En ellos se contaba la historia de esta joven, esposa del rico Joaquín, a quien dos ancianos espiaron durante la hora del baño. Cuando fueron descubiertos, trataron de forzar a la joven para que mantuviese relaciones sexuales con ellos bajo la amenaza de denunciarla por infiel a su esposo. La casta Susana los rechazó y estos, al no obtener de ella lo que deseaban, la vilipendiaron y acusaron de adúltera para que fuese condenada a muerte. Afortunadamente, el profeta Daniel intercedió a su favor y la mujer se libró de tal destino.

Conociendo esta historia veterotestamentaria, puede resultar complicado entender por qué, desde El Luchador, se aplicó el nombre de Susana a un monumento urbano que no hacía alusión al pasaje de las sagradas escrituras. Sin embargo, igual que la protagonista de esta historia, la obra de Bañuls fue objeto de desprecios e insultos cuando quienes quisieron apoderarse de su belleza no pudieron alcanzar tal empresa.

Ciertamente, desde Alicante existió una gran expectación por conocer el aspecto de Levante y no fueron pocos quienes mostraron su admiración por el proyecto primigenio que se presentó en el Ayuntamiento varios meses antes de la inauguración de la fuente. No obstante, Bañuls varió el aspecto final de su obra y, cuando se inauguró el monumento, los curiosos que se aproximaron ansiosos por recrearse en la belleza de las esculturas volcaron su ira a través de insultos cuando descubrieron que el escultor no les ofreció lo que ellos esperaban.

Afortunadamente, igual que la protagonista de las historias del Antiguo Testamento se salvó de los improperios y las falsas acusaciones, la fuente de Levante sobrevivió a las críticas que no entendieron la personalidad artística de Daniel Bañuls y acabó convirtiéndose en uno de los símbolos de Alicante. Se podría, por lo tanto, afirmar que el famoso monumento ya no es merecedor de la etiqueta que se le impuso y que lo comparaba con la joven Susana.

Se podría, pero no se puede. Y no se puede porque gran parte de la sociedad de Alicante todavía adolece del mismo egoísmo que antaño. Muchos habitantes de la ciudad acuden constantemente al entorno de la fuente de Levante y admiran su belleza, pero tanto se regocijan en ella que quieren disfrutar del monumento más allá de la mera contemplación de sus formas que la utilizan para espectáculos que comprometen su conservación.

Quienes vivimos y acudimos a Alicante causamos daño a nuestro patrimonio cuando rodeamos a nuestra fuente de petardos, pólvora y vibraciones que la desgastan, perforan y mutilan. E igual que hicieron los viejos, nos evadimos de nuestra culpa cuando la fuente de Levante queda desamparada ante las atrocidades que se cometen contra ella. Ellos trataron de desviar la atención de su crimen señalando una falsa infidelidad de una mujer, mientras que nosotros, los alicantinos y las alicantinas, justificamos los daños que la pirotecnia causa en nuestro monumento escudándonos en una discutible tradición y en otros problemas que, no por dejar de ser ciertos (TRAM, tráfico rodado, contaminación, vandalismo…), son más importantes que la pirotecnia y tampoco han sido abordados con la urgencia que requiere la salvaguarda de nuestro patrimonio.

Susana tuvo la fortuna de que el profeta Daniel intercediese por ella, pero la fuente de Levante ha permanecido desamparada ante unos y otros gobernantes incapaces de tomar la decisión de alejar de ella a los agentes dañinos y empeñados en silenciar las opiniones de restauradores, ingenieros o arquitectos. En efecto, a juzgar por el contenido de algunos artículos de prensa bastante recientes, ni siquiera parece que las obras de restauración que se han efectuado para preservar el monumento persigan el fin último de resguardarlo de la destrucción, sino más bien de embellecerlo para que los festejos pirotécnicos o deportivos luzcan más en tan privilegiado entorno.

No es este el camino que debe seguir la protección del patrimonio. Las restauraciones en Luceros deben acometerse para garantizar su integridad y no para tapar heridas que, llegado junio, volverán a abrirse con las explosiones de tracas y petardos. La pirotecnia puede y debe tener lugar en otros espacios que han sido propuestos en innumerables ocasiones, pero los daños irreparables en la fuente pueden conllevar su desaparición y, con ella, la pérdida de parte de la identidad y de la imagen de la ciudad. Las fiestas son fuente de riqueza y un atractivo turístico innegable, pero el cuidado de nuestros bienes culturales muebles e inmuebles también.

Los alicantinos y alicantinas aún tenemos la posibilidad de disfrutar de ambas cosas y ofrecerlas a quienes nos visitan. Por ello es fundamental que comprendamos cuál es el valor de nuestro patrimonio, sea este inmaterial o material, y la importancia de preservarlo. Es hora de que decidamos quiénes queremos ser: los ancianos que con su falsa admiración y crueles acusaciones condenan a su patrimonio o el profeta Daniel, que lo salvará de un fatal desenlace.

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