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La tormenta casi perfecta

Enrique Giménez.

Corría el verano de 1977 en Alicante y celebrábamos un mitin de cara a las primeras elecciones legislativas tras cuarenta años de dictadura. Los organizadores elegimos un lugar que pudiera dar cabida a todos los ciudadanos y ciudadanas que quisieran asistir al acto donde se iba a presentar Felipe González en nuestra ciudad. Fuimos a pedir permiso a un industrial demócrata, José Rico Pérez, a la sazón presidente del principal club de fútbol alicantino, el Hércules. Don José nos lo concedió de inmediato con una condición: que no se pisara el césped, lugar de batalla reservado a los once héroes que saltaban al campo cada quince días. Establecimos un importante servicio de orden y dos horas antes del comienzo del mitin las gradas ya estaban casi abarrotadas con más de cuarenta mil personas. Como sabíamos que González tenía un acto en Andalucía y que se retrasaría algo, buscamos la colaboración de un importante cantaor jondo, José Menese, para que deleitara y entretuviera a los asistentes; mientras comenzaba la enésima canción, avisaron que Felipe ya estaba en el estadio. Menese se dirigió al tocador de guitarra y le dijo algo así como: «Niño, acaba ya, que ha venío er jefe»

Anécdota ilustrativa para explicar brevemente, ya habrá tiempo y mejores plumas, que diseccionarán el nuevo y fundamental libro de mi amigo el catedrático Enrique Giménez sobre el ocaso de la Compañía de Jesús entre 1773 y 1814/16, desde sus antecedentes y sus consecuencias. Giménez, uno de los especialistas más reconocidos para investigar las aventuras y desventuras de los jesuitas, y no tan solo en nuestro país donde más de cinco mil miembros de la Compañía fueron expulsados de los dominios de la monarquía hispana, ha dedicado una gran parte de su vida intelectual a estudiar el papel educativo, económico y, sobre todo, político de la Orden fundada en el París de 1534.

Este nuevo libro del catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Alicante viene a poner, definitivamente, el punto y final a cualquier estudio que pretenda profundizar en este acontecimiento tan importante en la historia religiosa y política de Europa, cuando la mayor parte de las monarquías católicas empujaron a que el papa Clemente XIV publicara el Breve Dominus de Redemptor que extinguía canónicamente la Compañía de Jesús. Como finaliza Giménez, después de la derrota de Napoleón en Waterloo la orden ignaciana, tras medio siglo de ocaso, «fue restaurada por Pío VII como arma ideológica a disposición del trono y el altar». Esta es, con toda seguridad, la historia más completa nunca escrita sobre la tormenta que amenazó el poder jesuítico mundial y a punto estuvo de hacerlo naufragar. Ma non troppo, porque, como indicaba Ignacio de Loyola allá por el siglo XVI, «en ejercicio de desolación nunca hacer mudanza».

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