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Henri Cartier-Bresson El ojo del siglo

Una imagen tomada por Cartier-Bresson

☺ «Fotografiar es retener la respiración cuando todas nuestras facultades convergen para captar la realidad que se escapa. Es entonces cuando capturar una imagen procura gran alegría, física e intelectual. Es reconocer un hecho mientras al mismo tiempo organizamos de forma rigurosa las formas percibidas visualmente que expresan de manera significativa este hecho. Es poner en la línea de mira la cabeza, el ojo y el corazón. Es una forma de vivir»

Henri Cartier-Bresson El ojo del siglo

Henri Cartier-Bresson

Henri Cartier-Bresson El ojo del siglo

Un fotógrafo puro, así lo definiría yo. Toda su vida la ha dedicado a fotografiar, a reflexionar y a explicar el porqué de su trabajo y la verdad sobre la fotografía, influyendo a muchos otros y convirtiéndose en el más célebre y activo fotógrafo humanista de la historia. Sus ideas sobre el momento decisivo al disparar el obturador ante una escena callejera o ante un rostro, a la hora de hacer un retrato, forma parte de la idiosincrasia de lo que reconocemos como un autor de fotografías; sus ideas, trasladadas en comentarios, publicadas en entrevistas y en los libros que editó, son también un modo de aprendizaje para aquel que desea iniciarse en el arte fotográfico. En sus más de sesenta años de trayectoria ha construido una obra rotunda y muy personal creada a través de una mirada que se aparta consecuentemente de la aportada por otros compañeros de oficio, que ha sido admirada por todos, historiadores, aficionados y colegas. Su trabajo estuvo influido por las corrientes que destacaban en la época como el constructivismo y las ideas racionalistas de la Bauhaus y sin dudarlo un instante yo diría que también se sintió muy atraído por el surrealismo, sobre todo por la actitud contestataria que contenía. Entre las vanguardias y la actualidad, es considerado una de las personalidades más humildes del mundo del arte. Nunca quiso definir la fotografía como tal, si no únicamente su pensamiento. Si el padre de la fotografía documentalista es Walker Evans, Cartier-Bresson es su alumno más destacado que quizá, yo diría sin temor a equivocarme que ha superado al maestro.

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Magnum

Nacida como una idea de Robert Capa a la que se une Cartier Bresson, además de David Seymour, George Rodger y William Vandivert se funda la Agencia Magnun en París en 1947, dedicada completamente a la fotografía, era una cooperativa dirigida por María Eisner, más adelante se abrió Magnum en Nueva York, que dirigió la esposa de Vandivert, Rita Vandivert que pronto se convirtiría en su primera presidenta. Magnum impulsó el uso de la fotografía al servicio de la humanidad, proporcionando las imágenes más importantes sobre las guerras, la sociedad, el arte, la política, en fin, de la vida de los seres humanos sintiendo el pulso de nuestro tiempo. Dejaré aquí el asunto Magnum pues me he extendido ya sobre la mítica agencia en otros de los artículos publicados en este PhotoSoul del cuaderno de Arte y Letras.

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Origen, pintura y dibujo

Pero empecemos por el principio: Henri Cartier-Bresson, de origen normando nacido en una pequeña localidad a treinta kilómetros de París, llamado Chanteloup en Brie en 1908, en el seno de una familia de la alta burguesía que le inculcó el amor por el arte, en su primera juventud cambiaría su pueblo natal por la capital francesa en la que viviría la mayor parte de su vida, donde creó su hogar junto a su primera esposa Ratna Mohini, una bailarina indonesia, originaria de Java, de la que se divorció treinta años después para casarse con la destacada fotógrafa Martine Franck, treinta años más joven que él, de la que tuvo una hija y vivió junto a ella hasta el fin de sus días.

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De los 18 a los 21 años solo le interesaba la pintura, aprendió en la escuela del pintor cubista André Lhote, al que definió así: «no era gran pintor, pero sí un excelente profesor. La pintura me enseñó a ver», dijo el futuro fotógrafo. En la mayoría de edad conoció a influyentes artistas como Salvador Dalí, Cocteau, Max Ernst y se enamoró de los collages surrealistas frecuentando la place Blanche, el lugar donde estos se reunían y solían exponer sus obras, creciendo artísticamente en este entorno cultural, aprendiendo nuevos conceptos y teorías. No encontrando la forma imaginativa de expresarse en sus pinturas, destruyó gran parte de sus experimentos pictóricos mandándolos a la hoguera. Su vida dio un giro con el descubrimiento de la fotografía que le proporcionó grandes ideas y una vida intensa a lo largo de todo su largo recorrido durante el que pudo conseguir realizar una obra universal y obtener un periplo vital lleno de circunstancias enriquecedoras tanto a nivel profesional como social y amoroso.

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El instante decisivo

De intensa trayectoria, Henri Cartier-Bresson es uno de los fotógrafos documentalistas más influyentes de la historia, su cámara fue testigo de la evolución del ser humano registrando los conflictos sociales y políticos del siglo XX, a través de la foto perfecta conseguida al saber ver «el instante decisivo». Solía discurrir, deambulando el día entero por la ciudad buscando los momentos más significativos entre los ciudadanos que con su mirada convertiría en escenas apasionantes, inéditas e impactantes, gastando un carrete tras otro hasta convertir el momento que figura en la composición en el más auténtico que le hizo entrar por derecho propio en la Historia del Arte. Sus obras poseen aspectos que no son sencillos de resolver en la fotografía documentalista pues es preciso que el contenido interese, pero si además su composición contiene el brío y la fuerza de la excelencia el resultado es de una gran expresividad que convierte su instante decisivo en el instante perfecto.

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El instante y su eternidad

Comparando el dibujo con la imagen realizada a través de una cámara expresó lo siguiente: «La fotografía es una acción inmediata mientras que el dibujo es una meditación. La fotografía es para mí el impulso espontáneo correspondiente a una atención visual perpetua que capta el instante y su eternidad».

Pertenecía al club de los fotógrafos que utilizaban la cámara Leica e igual que ellos, pensaba que era una prolongación de sus ojos con la que veía mejor que con ellos.

Fijémonos ahora en una de sus imágenes más célebres en la que dos hombres miran a través de una lona situada en la calle, la cual se halla reproducida junto a este artículo. Esta pieza contiene un discurso que nos hace pensar en dos judíos ante el muro de las lamentaciones. ¿Cuánto tiempo tuvo que esperar Cartier-Bresson hasta que tuvo el instante ante sus narices y consiguió encuadrar la imagen y disparar el obturador? Yo diría que no importa el tiempo, importa el resultado.

Donde apuntaba su cámara surgía el milagro, lejos de la casualidad, pues él sabía bien a donde dirigirla y esperar el tiempo necesario hasta desenvolver la escena que se fraguaría frente a él pues sabía que iba a reconocer el motivo de su búsqueda. No tenía consciencia de perder el tiempo, el tiempo de conseguir una buena imagen no suponía perderlo. Para el fotógrafo documentalista la composición es una gran preocupación pues solo funciona de forma instintiva ya que estamos situados ante un instante fugitivo que huye para no regresar. En primer lugar, se trata de situar la cámara en el espacio donde va a suceder la acción a través del sujeto que no tardará en aparecer sobre el escenario. No se debe componer gratuitamente, simplemente por el placer de embellecer el momento, es necesario que todos los elementos cumplan su función práctica dentro del encuadre, lo que provocará el ritmo orgánico de las formas.

Moda no, cine sí

En 1935 viajó a Nueva York siendo invitado a exponer su obra en la Julien Levy Gallery, junto con otros amigos como Walker Evans y Manuel Álvarez Bravo. Conoce a Carmel Snow, redactora jefa de Harper´s Bazaar y una destacada activista cultural de la ciudad, que le ofreció la oportunidad de entrar en el mundo de la fotografía de moda, pero Cartier-Bresson no tenía ni idea de cómo realizar una composición interactuando con las modelos y sus sesiones de estudio para la revista fueron un desastre; sin embargo, Snow fue la primera editora americana que se interesó en publicar sus fotos en revistas de EE UU. A través de Paul Strand que rodaba un documental sobre la era de la Depresión, se dio de bruces con el cine del que ya era muy aficionado como espectador. Al regresar a Francia intentó trabajar en este campo y se entrevistó con algunos realizadores, fue despreciado por Luis Buñuel y Georg Wilhelm Pabst, pero tuvo la oportunidad de trabajar con Jean Renoir en Partie de campagne (1936) -en un rol pequeño- y en la excelsa La règle du jeu (1939), donde actuaba de mayordomo y además en el equipo técnico como segundo ayudante. Trabajó así mismo como ayudante de dirección de Renoir en el primer film de propaganda del partido comunista, La vie est à nous. Durante la Guerra Civil española, codirigió con Herbert Kline una película antifascista para promover los servicios médicos en la República. Otros cortometrajes que dirigió son: Victoire de la vie (1937), Le retour (1944), Southern exposures (1970) y California´impressions (1970).

Fotoperiodista

Desde 1937 trabaja como fotoperiodista para el semanario parisino Regards, cubriendo la coronación del rey George VI en el Reino Unido. Más adelante trabajó para otras influyentes revistas internacionales como Life, viajando sin limites por todo el mundo documentando la Guerra Civil española donde visitó la ciudad de Alicante en cuyo barrio chino realizó una fotografía que ha dado la vuelta al mundo, que aparece en estas páginas. La liberación de París en 1944 y el mayo francés del 68, la caída del muro de Berlín, el asesinato de Mathama Gandhi. Además de todos estos acontecimientos amaba retratar la vida sencilla de la gente en las calles componiendo las imágenes a través del visor en el momento del disparo, nunca en el laboratorio, jamás realizó manipulaciones en el cuarto oscuro. El negativo siempre lo positivaba completo. Detestaba el flash que en ningún momento utilizó, una práctica que consideraba inadecuada… «era como asistir a un concierto amenazando con una pistola», dijo.

Ser reportero fotográfico implica una gran responsabilidad, pues se debe ofrecer una crónica visual, a través de un lenguaje, donde resplandezca la verdad sin manipulaciones que la maquillen estando al servicio de poderes indignos, pero, entre el fotógrafo y el público se encuentra el redactor jefe y el diseñador de la página que pueden cortar la imagen y quedar destruida la idea inicial de su artífice.

El fotógrafo prisionero

A inicios de la Segunda Guerra Mundial, se unió al ejercito francés formando parte de la unidad de Foto y Cine. Capturado por soldados alemanes en Vosgos, pasó mas de tres años haciendo trabajos forzados en campos de prisioneros. En dos ocasiones, de forma infructuosa, intentó huir y fue castigado a confinamiento en solitario. El éxito en la huida le llegó en el tercer intento; consiguió papeles falsos y, antes de regresar a Francia, recogió su Leica que había enterrado en una granja en Saint Die, cerca de Vosgos.

Cuando la guerra está terminando llegan rumores a EE UU de que Cartier- Bresson ha muerto, es por ello que el Museo de Arte Moderno de Nueva York decide programar una exposición póstuma del genial fotógrafo francés. Fue todo un espectáculo que él apareciera en la inauguración donde además se presentaba un libro Las fotografías de Henri Cartier-Bresson.

En 1955, por iniciativa expresa de la dirección del Museo del Louvre fue invitado a exponer su obra en la gran galería del pabellón de Marsán, que forma parte de las artes decorativas de la citada institución, siendo el primer fotógrafo en exponer en este museo.

«La técnica es solo importante mientras se pueda dominar y nos permita hacer lo que deseamos. Para un fotógrafo la cámara es una herramienta, solo eso, aunque algunos crean que es un bello aparato. Ciertos fotógrafos piensan demasiado sobre la técnica y no sobre lo que ven».

Final

Poco antes de cumplir 96 años falleció en su casa en la Provenza.Fue este el último y definitivo instante decisivo de su vida, dejando un importante legado fotográfico reflejo de su intuición y espontaneidad. Corría el año 2004.

En sus últimas entrevistas contó una anécdota que le había sucedido en diferentes ocasiones durante sus últimos años, pues, un día, al acercarse a un grupo de fotoperiodistas que aguardaban el momento para tomar una foto, armados con enormes equipos réflex de largos objetivos última generación, le habían invitado a apartarse y no molestar. Ninguno de ellos había reconocido a aquel anciano y su minúscula cámara Leica como el maestro indiscutible que había sentado las bases del nuevo fotoperiodismo y su doctrina sobre el instante decisivo.

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Con Henri Cartier-Bresson despido este ciclo de artículos sobre los grandes fotógrafos de la historia. Las vacaciones se imponen, el verano es para ir en bicicleta de un lado a otro y olvidarnos del trabajo. El descanso es imperativo. Espero encontrarme nuevamente con mis lectores en septiembre, a los que agradezco su fidelidad. Salud y abrazos, deseándoos que disfrutéis de un apoteósico verano.

Más sobre Henri Cartier-Bresson en www.hunterartmagazine.com

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