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La ciudad sin esculturas

El busto dedicado al doctor Balmis en Alicante ha sufrido desperfectos recientemente. jose navarro

¿Es Alicante una ciudad sin esculturas? Permítanme que les formule esta pregunta, aparentemente estúpida, pero forzosamente necesaria.

Seguramente quienes atiendan a este artículo de opinión piensen que la forma de interpelarles ha sido enormemente absurda, pero me gustaría insistir tantas veces como sea necesario en esta cuestión y reflexionar en torno a ella.

Alicante no es una ciudad sin esculturas, afortunadamente. En nuestras calles hay muchos y muy buenos monumentos que poco o nada tienen que envidiar a los de otras localidades. No obstante, tanto quienes vivimos aquí como quienes nos visitan parecemos empeñados en hacer desaparecer el legado heredado de grandes artistas del pasado e, incluso, de nuestro tiempo.

Hace pocos días conocimos la noticia de los daños causados a los bustos de Gabriel Miró, realizado por José Samper en 1935; y del doctor Balmis, moldeado por Miguel Bañuls y entregado a la capital de la provincia por el Rotary Club hace algunas semanas. Los ataques, de un sadismo sin límites -empujones, derribos, intentos de incendio-, se unen a las ya innumerables agresiones que han sufrido las esculturas de la ciudad y que parecen haberse convertido en un distintivo de Alicante.

En los últimos años hemos leído noticias sobre pedradas a la Fuente de Levante, pintadas al ya mencionado retrato de Miró o decapitaciones del busto del Doctor Rico por citar sólo unos casos. Parece, por lo tanto, que estas incidencias se están convirtiendo en una costumbre, más que en un hecho aislado.

De alguna manera, en las últimas noticias consuela leer las palabras del concejal de Cultura comprometiéndose a restaurar las estatuas y a perseguir a los salvajes que hubiesen pensado que era buena idea pasar el rato privándonos de nuestra historia y de nuestra identidad. Pero las advertencias de Antonio Manresa sólo logran consolarme de forma parcial, porque advierten de las carencias de las que adolece el Ayuntamiento respecto a la conservación y puesta en valor del patrimonio histórico-artístico.

Vaya por delante que no discuto ninguna de las afirmaciones del edil que se han podido leer en prensa estos días, pero me veo en la obligación de puntualizarlas como alicantino y como historiador del arte que dedica su carrera al conocimiento de la ciudad en la que nació.

Dijo el concejal que se debe instar tanto a los habitantes de Alicante como a los turistas a respetar el patrimonio de la ciudad «igual que cuando vamos fuera y respetamos el patrimonio de las demás ciudades» y no podría estar más de acuerdo. Pero ¿se ha preguntado Manresa qué se puede hacer desde los órganos de gobierno para lograr tal fin? Lo dudo.

Destrozos en el monumento a Gabriel Miró realizado por José Samper. jose navarro

Desde luego, la desgracia ocurrida recientemente exige una reflexión por parte de la ciudadanía, pero sobre todo por parte de quienes nos gobiernan, que son quienes tienen las herramientas para infundir un mayor compromiso con la conservación de nuestro patrimonio.

Manresa ha hecho un llamamiento a los y las habitantes de Alicante para que denuncien este tipo de ataques, pero tanto él como el resto del bipartito han desoído a quienes advierten de las agresiones que cada mes de junio recibe la Fuente de Levante a causa de la pirotecnia. Y, por si fuera poco, cuando hace semanas aparecieron varias grietas en el conjunto escultórico, desde el consistorio se apresuraron a justificarlas como «cicatrices» sin aludir a cuáles fueron las causas que, sin embargo, son sabidas por todos y todas.

No insistiré más en Luceros, al menos esta vez, pero seguiré releyendo las palabras que Manresa dirigió a la prensa para reclamar la necesidad de un mayor compromiso en materia de patrimonio. En las declaraciones del regidor se puede leer también que los autores de estas aberraciones «son personas que se dedican a hacer actos vandálicos en época estival y a dañar el patrimonio de la ciudad, que está para poder disfrutar de sus rincones». Pero ante esta afirmación, que se podría pensar que es totalmente irrebatible, quisiera lanzar las siguientes preguntas: ¿se han hecho esfuerzos suficientes desde el Ayuntamiento para poner en valor el patrimonio de la ciudad? ¿se han dinamizado propuestas que persigan promover un turismo más allá del sol, la playa, la borrachera y los bares realzando la importancia de nuestro urbanismo, nuestros edificios, nuestras esculturas, nuestros museos o nuestros entornos más inmediatos? No.

El patrimonio es fuente de riqueza. No obstante, esa riqueza sólo se puede alcanzar enseñando y valorando nuestros bienes a quienes nos visitan y, sobre todo, a quienes se cruzan con ellos cada día pero no los valoran. Y no los valoran no por falta de interés, sino porque nunca nadie les dijo que son parte de su historia y de su fortuna como habitantes de Alicante. Y eso es responsabilidad del Ayuntamiento mediante acciones que persigan a los vándalos, claro, pero también a través de proyectos que busquen la conexión entre las alicantinas y los alicantinos con su ciudad y con los monumentos que la pueblan para que puedan conocerlos y protegerlos.

¿Es Alicante una ciudad sin esculturas? No, afortunadamente. Pero corre el peligro de serlo por dos razones: porque seguimos destruyendo algunas de ellas y porque no conocemos la existencia ni la importancia del resto. Es hora de que el gobierno local centre sus esfuerzos en reconectar a la población con el legado que nos han dejado nuestros artistas. Sólo así lograremos salvar nuestro patrimonio de la desaparición.

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