La mayoría de veces no somos conscientes de la suerte que tenemos con la vida que llevamos. Damos vueltas y más vueltas a ideas para intentar cambiar nuestro rumbo. Muchos que se hacen llamar «especialistas» nos inundan con mensajes como «hay que salir de la zona de confort» o «es bueno arriesgarse». Diversas crisis nos han llevado a comprobar que los cambios no siempre son para bien y, además, hemos aprendido a apreciar lo poco o mucho que tenemos, porque, realmente, sea poco o mucho, una vida ordenada es un regalo. Debemos ser agradecidos, la cotidianeidad la mayoría de las veces es una bendición.

Libre de pecado, de María Lorenzo, libro publicado por la editorial Círculo rojo con prólogo de Fernando Mañogil, es un poemario que, según mi punto de vista, es una carta de agradecimiento a las personas, pero también a la propia vida. El poemario abre con un poema titulado Me bebí tus días que es un claro homenaje a su madre: «Abro la puerta a toda prisa y le pido a mamá su / coche, el mío está en el taller. No se lo pido, se / lo exijo, me dice que se lo cuide y le digo con / tono desagradable de dieciocho primaveras: /-que síííí, pesada.// Con tono de veinte porque ya soy mayor, aún la / creo mi esclava». María Lorenzo desnuda su alma en cada texto. Estos poemas discursivos no usan artificios. No estallan los fuegos artificiales, tan solo María nos muestra sus miedos, sus errores, su arrepentimiento. La culpa, como motor de todo, está ahí presente. La sinopsis del libro lo muestra: «La mente que se abre a una nueva idea jamás volverá a su tamaño original», decía Cervantes .Y así es como Libre de pecado presenta una nueva idea de la vida y del amor, tratado desde distintas perspectivas, un amor sin ambages, que llega al erotismo y que en ocasiones puede llevar a la perversión o al pecado a aquel que decide empuñar las fichas de su tablero. Estamos ante un libro cuya temática es diversa, que lleva a cabo la liberación, como ejemplo de sensibilidad y compromiso; la lectura de estos versos demuestra que la poesía es una forma de expresión que nos permite superar nuestros miedos y, por supuesto, nuestros pecados, que, en definitiva, no son tan execrables si producen belleza, si se sazonan con verdad y con pasión, si se miran desde el prisma de la poesía.

La poética de María Lorenzo está repleta de cantos al amor. Porque el amor, ese sentimiento tan universal, es realmente lo que arma casi toda, por no decir toda, la poesía. Un claro ejemplo de esto que menciono es el poema titulado Relato de un enlace: «El otro día leí una frase que decía ‘ella no es / mía, yo tampoco soy suyo, lo nuestro es / temporal; somos un préstamo voluntario de / momentos inolvidables que quizás podrían / durar la vida entera». Tal vez el leitmotiv, ese que subyace en el subtexto, es la expresión latina carpe diem. María nos dice que aprovechemos cada segundo.

María Lorenzo, nacida en 1983 en Almoradí, es licenciada en Publicidad y Relaciones Públicas y diplomada en Magisterio de Lengua Extranjera por la Universidad de Alicante. Alumna de Doctorado en Bienestar Social y Desigualdades. Amante de la literatura y del mar Mediterráneo, que baña las costas de la Vega Baja, lugar en el que los paseos al amanecer y al anochecer delimitan cada día de su vida. Su amor por la poesía fue precoz, ganando los concursos que desde la época escolar se realizaban, para luego recitar ante los focos, temblorosa, con no más de siete años de edad. Componente del grupo de Teatro Amarión de Almoradí, ganador del Premio de la Comunidad Valenciana de Teatro Amateur en la temporada 2012/2013. Apasionada del deporte y de la música, actualmente es profesora de inglés, sin saber exactamente cuál será la continuación, ya que es el ansia por viajar a Sudáfrica como docente lo que activa sus ganas, pero «se dice que algunas vidas están ligadas a través del tiempo, conectadas por un llamado ancestral que resuena a través de los años… algunos lo llaman destino»; de manera que, mientras tanto, dejarse llevar por la teoría del hilo rojo es una opción que suena demasiado bien.

Estamos ante una poeta valiente. Una mujer con las ideas claras que las plasma en el papel. Para ella el amor (sea del tipo que sea) es su motor. Porque sin amor estamos muertos o tal vez menos vivos, como en cualquier tragedia de Shakespeare o en textos tan nuestros y a la vez universales como Bodas de sangre o La Celestina. Ya lo dice María en los últimos versos del poemario: «volverás, como dijiste, / que juraste esperarme más allá de la muerte».