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La primera gota es la que empieza a ser océano

Lo noir como ingrediente y marco de una novela que va más allá: Un millón de gotas de Víctor del Árbol

La primera gota es la que empieza a ser océano JoséJoaquínMartínezEgido

A veces leer novelas que, por suerte, no tienen nada que ver conmigo, es un ejercicio que me reconforta y entretiene. Este es el caso de Un millón de gotas (Planeta, 2014), de Víctor del Árbol, ganador del Premio Nadal (2016) con La víspera de casi todo (2016), y del Premio Valencia Negra de novela con Por encima de la lluvia (2017). Ambas las disfruté en su momento, por lo que decidí este verano leer otro thriller anterior de este autor, ya que siempre es una buena forma de abundar en la desconexión con la realidad del día a día y disfrutar del relajo que supone leer algo que te gusta y te entretiene. Casi apuesta segura.

Un millón de gotas es una novela de estilo tradicional, con un narrador en 3ª persona omnisciente, muy fácil de leer, con una prosa sencilla, con una frase breve y ordenada en la que predomina la yuxtaposición y la consecución de elementos. Todo se ordena de acuerdo con los cánones, con un prólogo brillante e impactante (nos sobrecoge la violencia hacia los niños) y 30 capítulos con principio y fin con una ligazón perfecta de todos los contenidos. Se cierra con un epílogo en primera persona en donde se comprende el título de la novela (y también el de esta columna), en donde la emoción del lector llega al máximo.

La novela engarza con lo que ha venido llamándose la novela negra o, como se dice ahora, lo noir. En ella, se evidencia cada vez más el deslinde de los márgenes y de las características originales de este subgénero. Víctor del Árbol construye una historia detectivesca al margen de la policía con un detective circunstancial, pero complementado con elementos de otros subgéneros. Todo suma.

La novela nos presenta a un abogado español, casado, y no feliz, tanto en su matrimonio como en su vida personal, sometido a las normas de la clase social de su familia política («Uno hace lo que no quiere hacer cuando se enamora y lo disfraza de propia iniciativa, aunque en el fondo solo sea renuncia» p.33) que, tras el supuesto suicidio de su hermana, bucea en su pasado hasta conocer la verdadera historia de su padre, un ingeniero español en la URSS de los años treinta con unos ideales que se verán completamente negados. De ahí que la obra presente una estructura narrativa con dos momentos temporales diferentes: la historia de 1933 en la URSS, la del padre; y la de 2002 en España, la del hijo. La imbricación de ambas, es decir, el devenir de los acontecimientos se articula mediante unos continuos flash backs de estructura sencilla al corresponderse con capítulos enteros y alternos. Se asemeja en su progresión temática a la estructura habitual que se utiliza en el cine y en la televisión para contar este tipo de historias, por lo cómodo y sencillo que resulta para el receptor, quien puede seguir la historia con el suspense máximo, pues «la primera gota es la que empieza a ser océano» (p.668).

La novela tiene personajes muy bien construidos, variados, algunos algo arquetípicos y que contribuyen perfectamente al éxito narrativo de la historia. Entre ellos destaca sobremanera el de Elías Gil, el padre, con toda una vida zarandeada por el destino (el componente folletinesco está muy trabajado) y con un trasfondo claro de una parte de la historia de la URSS; sobre todo en lo relativo a los sucesos crueles y espeluznantes de la isla de Názimo, producto de un régimen político concreto que, si bien están novelados, poseen una base documental importante. De ahí que, con todo este componente histórico, entronque de forma directa con otro subgénero muy apreciado por los lectores ahora como es la novela histórica.

¿Por qué deberíais de leer esta novela? Porque si os gustan los thrillers sustentados en grandes historias vitales, vais a disfrutar con ella, en donde la novela negra se complementa con una historia vital que no deja indiferente a nadie. Y porque, si fuera el caso de que no hayáis leído todavía ninguna de sus novelas, es una excelente muestra para descubrir las habilidades de Víctor del Árbol como narrador de este tipo de historias.

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