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Basta con vivir

Basta con vivir JoséJoaquínMartínezEgido

La verdad es que este verano me ha dado para muchas lecturas, eso sí, sin llegar al punto de una de las vicepresidentas del gobierno, quién declaró en una entrevista televisiva que había tenido 15 días de vacaciones y que había podido leer 12 libros. Pues bien, una de las que he disfrutado es Aniquilación (Anagrama, 2022) de Michel Houellebecq, ya que soy entusiasta de sus novelas desde hace años.

Me gusta el juego que despliega con los lectores, en esta ocasión, en Aniquilación lo lleva a cabo tanto por el empleo de ese narrador omnisciente que se imbrica en la historia mediante juicios, como por la manera de diseñar esa progresión temática en la que el lector nunca está muy seguro de adónde va, tal y como ocurría en Plataforma (2002) o en Sumisión (2015) -dos novelas que, posiblemente, tendrán su «Leemos» dios mediante-.

En esta ocasión, la novela tiene tres temáticas diferenciadas, pero imbricadas a lo largo de la narración. Empieza como una especie de tecno-thriller, al gusto actual, con grandes y llamativos atentados mediante el uso de la informática, aderezados por retazos entretenidos de documentos, de dibujos y de imágenes que introducen cierto matiz esotérico, es decir, ¡Qué no falte de nada! Continúa con una derivada de la crónica e intriga política en el comienzo de un proceso electoral en la Francia de 2027, donde sitúa la acción, con valoraciones sobre las clases bajas, la inmigración, el problema de los baby boomer, la eutanasia, el ecofascismo, la clase media que no existe; así como también sobre los dirigentes políticos que podemos observar en nuestros países: «la ausencia de convicciones políticas en un dirigente no era necesariamente un signo de cinismo, sino más bien de madurez», p.495. Y, por último, da paso a lo más humano y cotidiano, es decir, al devenir de una familia, en la que Paul es el eje de toda la trama.

Paul es un alto funcionario del Ministerio de Economía francés, casi en los cincuenta, con un matrimonio fallido desde hace más de una década. Será en su vida sobre la que todo pivote, mientras que el resto de las tramas pasarán a ser contexto necesario para la ambientación y comprensión de su historia. En Houellebecq siempre están presentes los sentimientos internos que definen al ser humano en multitud de manifestaciones diferenciadas.

Todo ello a través de 600 páginas, divididas en siete partes con diferentes capítulos cortos en cada una de ellas, en las que la acción transcurre de forma ordenada en el tiempo mediante el empleo de un narrador omnisciente en tercera persona. Novela tradicional en la que no hay que experimentar con la estructura, pues en el tema en su contexto es en donde está su fuerza, a veces menguada por el abuso de sueños en la narración. Para ello, en su propia línea habitual, utiliza un vocabulario culto y un estilo formal que, en determinadas ocasiones, rompe con el empleo de un vocabulario sexual junto a un registro coloquial, como «polla», «calentorra», «follar», «mujeres deseosas de servir a una polla occidental», etc. Así como el empleo de la ironía en casi todos los campos: «una de esas ciudades del norte donde la gente está en el paro desde hace tres generaciones». (p.72); «Dios era un mal comunicador, en un marco profesional no habría sido admisible tal grado de amateurismo», (p.134).

Pero, detrás de todo, y no delante de todo, se encuentra el vivir. Nuestra sociedad se basa en la familia y en la vida conyugal sin soluciones a largo plazo (p.45). Solo merece la pena el amor. Hay que ser una persona de acción para poder alcanzar la felicidad: «la reflexión y la vida son simplemente incompatibles», (p.62); pues la no aceptación de la transitoriedad de las cosas (p.429), de la vida en sí, es lo que impide ser feliz, pues, realmente, «basta con vivir» (p.354).

Y ¿Por qué deberíais de leer esta novela? Porque, aunque los grandes como Houellebecq, no hagan siempre obras maestras, es un placer leerlos; siempre subrayan aspectos importantes de nuestra sociedad, no sin cierto valor visionario, escudado en lo que es la ficción narrativa. Y porque, sin necesidad de coincidir en muchas de sus opiniones, siempre comparto con él lo que viene siendo la naturaleza humana.

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