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Crónicas de la incultura

Emopatías

Emopatías

¡Y a está, te hemos pillado! –pensará algún lector al mirar incrédulamente el título de esta columna. Suena [emopatía], claro, pero se escribe hemopatía, voz que, según el DiccMed, significa «enfermedad de la sangre» y en la que reconocemos el elemento pathos y el elemento hemo, ambos procedentes del griego: sangre + dolencia. Se me ocurre que para salir del apuro podría extenderme largo y tendido sobre los homófonos, pero sonaría a excusatio non petita. Mejor cojo el toro por los cuernos y aplico lo de sostenella y no enmendalla: he dicho emopatía y lo he escrito sin hache porque no quiero decir hemopatía, se trata de cosas distintas, más o menos como ala y hala o como echo y hecho.

Ya estoy viendo a mis lectores que se abalanzan sobre algún buscador de internet a ver qué dice de emopatía. No se molesten: lo único que encontrarán es que se trata de una palabra con faltas de ortografía o bien de una grafía incorrecta por empatía. Rebuscando en internet (antes rebuscábamos en la nevera o en un trastero) he encontrado, sin embargo, un uso normal (no sé si autorizado por la RAE) de emopatía: ha sido en un blog de temática psicológica, https://sendaemocional.wordpress.com, cuyos autores se proponen tratar todo lo relacionado con las emociones, incluido el sufrimiento (pathos) que a menudo provocan. O sea que anteponiendo emotio a pathos, les sale emopatía 1. Bueno, pues por la misma razón, tendrán que aceptar mi homónimo emopatía 2. En este caso no partiré de una voz latina relativa a la psique, sino del verbo emere, «comprar», cuya primera persona del singular del presente de indicativo era emo-, «compro». Un emópata sería, pues, una persona que ha convertido el acto de comprar en una verdadera enfermedad de la psique, una especie de drogadicto que necesita pegarse periódicamente un chute consumista comprando algo.

Ya se dan cuenta de que por los tortuosos caminos de la filología hemos llegado a un diagnóstico implacable de la sociedad moderna, en especial de la española. ¿Cuánta gente no concibe la semana sin una visita a un gran almacén? Los enfermos de alto riesgo necesitan una compra diaria, como mínimo. Es importante destacar que no les bastan los placebos: de la misma manera que el drogadicto no se conforma con un poco de maría, el emópata ya no se deja engañar por los cuatro o cinco euritos que se le van en el chino, su compra exige sacar la tarjeta de crédito o la del establecimiento y ventilarse entre veinte y cincuenta euros cada vez. Dicen que ahorran. Je. Me pregunto qué pasará este invierno cuando la crisis empiece a dar dentelladas al presupuesto familiar y no puedan renunciar a su vicio. ¿Asaltarán los centros comerciales?

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