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Pere Gimferrer: «No confundamos la literatura con la industria editorial»

POETA, NARRADOR, EDITOR Y MIEMBRO DE LA RAE. A punto de publicar un nuevo poemario, el que fuera elegido ente los novísimos de Castellet, admite que de sus libros no puede vivir y confía en que el futuro de la literatura está en un lector joven y anónimo que lea a cualquier autor que le interese

Pere Gimferrer durante la entrevista. Elisenda Pons

Dice Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) que es «un hombre bastante nervioso, pero que muy pocas veces se altera». Su voz, entre aguda y monocorde, es la de la experiencia y, sin embargo, sigue siendo, en su corazón de poeta, rebelde y vital, pero de ritmo contenido, uno de los novísimos que señalara, sin ungirlos, José María Castellet. De aquello hace ya cincuenta y dos años, durante los que Gimferrer ha vivido entregado a la literatura, al arte, en realidad, en todas sus formas. En su juventud, pensó en ser cineasta, ya que le apasionaba el celuloide -sigue vibrando al hablar de él-, pero se decantó por los libros, teniendo claro, eso sí, que nunca viviría de ellos. Desde entonces ha escrito tanto, y con tanta sapiencia, sobre todo poética, que es difícil escribir sobre él sin caer en el tópico, un concepto en las antípodas de lo que es, pues nadie hay como Pere Gimferrer. Tras recibir el homenaje de la profesión en la feria Liber por su labor como editor -ostenta el cargo de director literario de Seix Barral-, está a punto de publicar un nuevo poemario, Tristissima noctis imago (Fundación José Manuel Lara).

«No confundamos la literatura con la industria editorial»

¿Con quién se lleva mejor: con el Gimferrer editor, con el poeta, con el narrador…?

El editor es otra cara del narrador y del poeta. Yo estudié Derecho y Filosofía y Letras y, a primera vista, nunca pensé en vivir de los libros. Lo que yo escribo no es para vivir de ello. Esto no es ni bueno ni malo, es así: hay libros de los que uno puede vivir, pero el tipo de literatura que hago yo no es para vivir de ella.

La del editor es una figura que yo defiendo con entusiasmo, pese a que no se valora lo suficiente.

La función del director literario ha variado mucho, y se ha dado este nombre a personas que tenían atribuciones distintas. El director literario no es quien responde de la cuenta de resultados.

Responde de la calidad.

Sí, pero esto no es lo mismo. La cuenta de resultados o el cumplimiento de un presupuesto no son materia del director literario.

¿Quiénes son las influencias de un joven que empieza ahora a escribir?

El futuro de la literatura está en un lector joven y anónimo que lee a cualquier autor que le interesa.

¿Y en qué consiste la literatura?

Sé en qué consiste y también en qué no consiste. Desde luego, no consiste en contar un argumento. La literatura consiste en cierta forma de disponer las palabras en la forma de narrar. Sería parecido al cine, pero no por lo que cuentas, sino por la forma de contarlo.

¿La poesía le ha permitido descifrar el mundo, su mundo?

En el momento en que escribes el poema, creas y, al mismo tiempo, separas del resto del curso del tiempo un instante, e intentas profundizar en este instante mediante la palabra. Esta forma de conocimiento no es previa al poema y no existiría sin él, suponiendo que el poema esté elaborado, claro.

¿Qué es lo primero que se le debe pedir a un poema?

Las palabras, las palabras, las palabras. Ravel le dijo a Mallarmé: «Quiero escribir poemas, pero me faltan ideas». Y Mallarmé le dijo: «No, no, no se hacen con ideas, los poemas se hacen con palabras».

¿Y a un poeta qué se le debe pedir? Se lo pregunto siendo consciente de que no vivimos tiempos más convulsos que hace un siglo.

A un poeta, que escriba poemas buenos, los cuales, si lo son, en una forma oblicua, dirán algo sobre estos tiempos, o en una forma directa, según el caso. Como ha dicho usted, ¿de verdad son más convulsos estos tiempos que otros que con la distancia parecen una materia como de caleidoscopio? Otra cosa es vivirlos. Estos tiempos no son más convulsos que otros de épocas recientes o de épocas muy antiguas. Lo que es distinto es nuestra perspectiva.

La clave quizás sea no mirar el pasado con los ojos del presente.

Bueno, yo he dicho en algún poema mío que he hecho del pasado mi presente y he hecho del presente mi pasado. Es un juego de palabras, pero no le falta verdad si hablamos de la poesía. El presente puede ser visto como pasado y el pasado puede ser visto como presente. Y es muy fácil, ante cualquier situación convulsa, cortar un paralelo dentro de uno mismo o bien fuera y en otro momento, país o época.

Hablando del tiempo transcurrido, con todas sus lecturas, películas, con la suma de los años, ¿cómo se ve usted ahora en la vida?

Esta parte de mí no ha cambiado. El día que cambie, consideraré que yo dejo de ser yo. Esta parte de mí no puede cambiar respecto al momento en que empecé a leer o empecé a ver cine o empecé a ver pintura o cualquier otro arte. Si esto desaparece, yo ya no soy yo, lo cual puede ocurrir.

Porque, si deja de ser usted, ¿quién sería?

La misma persona, pero no el mismo escritor o editor o espectador o lector.

Lo que está claro es que la literatura ha sido, es y será su vida.

Sí, pero una cosa que dijo Jaime Gil de Biedma cuando dejó, en apariencia al menos, de escribir: al fin y al cabo, por qué escribir, al fin y al cabo lo normal es leer. Pero leer conduce, y él lo sabía, sin duda, a un impulso imitativo de lo que lees.

Pero ese impulso imitativo no es siempre literatura.

Depende, puede conducirte a escribir literatura tuya, no literatura de imitación.

¿Y las imitaciones son siempre malas?

No, no, en absoluto. Es muy buena la que hizo Góngora de Ovidio, o la que creyó hacer.

Así las cosas, ¿tiene sentido seguir escribiendo?

Esta pregunta tiene que ver con si la gente deja de leer. La gente no deja de leer, en los términos absolutos y en los términos relativos. Basta con saber que la venta de libros ha aumentado, no ha disminuido. Esto no es nuevo, ha ocurrido muchas veces en épocas de crisis económicas o de guerras. Y hay otra cosa: no confundamos la literatura ni con la industria editorial ni con el soporte. La gente tiene la idea de que la lectura sobre papel significa una revolución comparable con la de la imprenta respecto al manuscrito. No es así. Lo que hay en el manuscrito, lo que hay en el papel impreso y lo que hay en el soporte digital muchas veces es el mismo tipo de texto. El soporte es algo accidental. Lo que ocurre es que la subida del mercado librero se nota más por ahora en el papel que en el soporte electrónico.

¿Es la poesía universal?

En un sentido, es difícil que lo sea completamente, porque no es uniforme idiomáticamente. En otro sentido, Goethe decía que solo la alta poesía es traducible. Hay algo que sobrevive a las peores copias y a las peores traducciones. A Alberti le gustaba leer libros en idiomas que no entendía, porque siempre le quedaba algo. Esto en gran parte es verdad, igual que puedes leer un libro mal traducido y te queda algo.

Ahora que ha citado a Alberti, recuerdo que Cernuda le decía a usted: «Qué pocos hombres que admirar te quedan…». ¿Siente que se está quedando sin interlocutores?

Sí y no. Javier Marías, por ejemplo, aunque intermitentemente, siempre fue un interlocutor, tengo cartas suyas casi de cada año de nuestras vidas. La búsqueda de un interlocutor no depende siempre de la lectura, depende de otras cosas. Interlocutores siempre los hay. No es lo mismo, sin embargo, que el interlocutor sea de varias generaciones anteriores a la tuya, que sea de la tuya propia o que sea de generaciones posteriores. Ahora estoy en una situación intermedia en que quedan pocos, pero algunos.

Antes ha citado a Gil de Biedma. Justo ayer volví a su poema Canción de aniversario.

Es un poema muy triste, eh.

No tanto...

Es ambiguo, era agridulce.

Bueno, pero la vida es agridulce… El caso es que leía esos versos y me acordaba de la polémica más reciente en la que se vio envuelto Gil de Biedma. Lo que me lleva a preguntarle: ¿es posible separar al autor de su obra?

No sé. La prueba de esto, en contra, está en la propia poesía de Jaime, Contra Jaime Gil de Biedma. Borges decía: «Al otro, a Borges, es a quien se le ocurren las cosas».

Gil de Biedma siempre dijo que él lo que quería era ser poema.

Generalmente, cuando se escribe un poema surge un personaje distinto de ti, el autor del poema, que siempre está por encima de ti. El autor de los textos es distinto, por definición superior, a quien los crea.

Tal vez lo que sucede ahora es que estamos demasiado supeditados a lo políticamente correcto.

Yo procuro no estar pendiente de eso, que además no es nada nuevo. Si quiere una frase de un autor clásico del todo incorrecta a la vez que del todo brutalmente sincera es de una carta de Cicerón a su amigo Ático: «No olvides nunca, Ático, que nuestro ejército son los hombres ricos».

Por cierto, ¿renunció definitivamente a escribir sus memorias?

Escribí parte de ellas, están en borrador, pero no terminadas y no creo que las termine. La parte escrita es poco legible, hay muchos blancos que responden a fragmentos que iba a insertar ahí.

Llegó a decir que querría que se publicaran después de su muerte y que habría ajustes de cuentas…

Esto podría haber sido verdad si las hubiera terminado, pero al final decidí dejarlas en suspenso.

Imagine que, tras su muerte, se publicaran… ¿Qué le parecería?

No, no podrían porque no se entiende la letra (ríe).

Con Stendhal abundó en su pasión por Italia. ¿Qué le parecen los resultados de las elecciones?

No me sorprende nada y no es muy nuevo. Estuve por primera vez en Italia en el año 81. En aquel entonces, los libros de D’Annunzio se vendían al más bajo precio posible. Estuve en el año 2009 a ver el Vittoriale, y las colas daban la vuelta. No quiero decir con eso que los votantes hayan leído a D’Annunzio, ni siquiera que D’Annunzio sea exactamente el ideólogo de Mussolini. No me sorprende porque ha habido fascismo disfrazado muchas veces, y no me refiero a los partidos abiertamente noefascistas. Había una parte de fascismo populista en Forza Italia. Ahora ya es difícil saber el componente de cada cosa, pero no me sorprende, y no es un fenómeno únicamente de Italia.

¿Otro fantasma recorre de nuevo Europa?

No, a tanto no llegamos.

¿Usted sigue teniendo fe en la palabra?

Sí, claro que la tengo. Es difícil escribir si no crees en la palabra. Bueno, sí, se puede escribir, pero entonces se nota un poco.

¿Y el Cervantes?

¿Qué le pasa al Cervantes? ¿A Miguel de Cervantes?

No, al premio.

Pues ahí está, ¿no? La mayoría de escritores a los que se lo han dado son escritores con los que yo tengo buena relación como lector.

¿Y cómo es que el jurado aún no se ha acordado de usted?

Bueno, pueden acordarse estos y otros también. Se han acordado muchos, tengo bastantes premios a mi trayectoria. En el caso del Cervantes o del Nobel es más visible por razones de resonancia.

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