El arte y la vida, a veces, se encuentran, en algunos momentos o contextos especiales. Aunque discurran por caminos paralelos, las intersecciones son constantes, aún manteniendo esta independencia en el lenguaje, en las formas, o en las maneras de procesarlas, subjetiva u objetivamente. Lo normal es que los concibamos como caminos distintos, pero cuando la vida y el arte se conjugan, se complementan, en esa contaminación real, que en el fondo es lo que ha sido y es nuestra cultura, se dan los mejores resultados. Pero es realmente complicado que el trabajo de la creación, su estudio y su realización, conviva con la vida. El arte es una expresión propia del individuo y de la sociedad, aunque se nos haya inculcado, falsamente, que el colectivo no es creativo. El arte es producto de nuestra necesidad de comunicación, es también el resultado de una introspección propia del ser humano para profundizar en sus orígenes, en lo que le va a definir como sujeto activo, espiritual y físicamente.

Una de las obras de la exposición Dos caminos hacia la luz. | INFORMACIÓN

Este es el caso de Younes Rahmoun (Tetuán, 1975) y Ginestar (Gata de Gorgos, 1957), en la exposición Dos caminos hacia la luz, que podemos ver en la Lonja del Pescado de Alicante. Estos dos artistas, por diferentes razones han llegado a visualizar ese punto de encuentro, entre vida y arte, que los identifica como artistas. Y esto se ha generado a través de la historia en multitud de ocasiones, aunque sea difícil entenderlo.

La muestra en la Lonja del Pescado de Alicante.

«El arte viene del arte y sólo del arte». Esta frase plantea una reflexión sobre el origen del arte y su desarrollo posterior en circunstancias y tiempos distintos. ¿Podemos creer que el arte surge únicamente del arte? Pues sí. Sin el conocimiento del arte que nos ha precedido, o del arte que se produce en el momento, no podemos pensar en la creación de una obra, sin lenguaje no hay discurso. Tampoco podemos pensar en un arte desvinculado de la realidad, pues el artista se evalúa, se confronta, con lo que ve, y esta circunstancia es la que ha creado culturas, estilos, modelos, para desarrollarlo. Así vemos como el arte babilonio influyó de manera evidente sobre el arte egipcio, aunque este lo materializó de forma distinta, aportando aspectos propios de su cultura, de una reflexión diferente en la que entra en liza una sociedad distinta, con todas sus diferencias, ideales y pensamientos que la caracterizaron. La creación parte de principios básicos reelaborados.

Younes y Ginestar

Estos dos artistas se encuentran en el lugar de apreciar el arte desde posturas menos eclécticas, sus motivaciones son las de mirar a su entorno vital, al paisaje que les conforta y les define, de la tradición de la artesanía de sus lugares de origen. De ella se sirve en muchas ocasiones para mostrarnos sus aciertos, en su síntesis, y de qué manera pueden ser asimiladas en conceptos más universales. Se trata de manipular, de transformar, estas obras para darles otro carácter, otra visión en la que cuestionar un lenguaje para dirigirse a los diferentes lenguajes que nos define, el funcional, el religioso o espiritual, el poético o el materialista, el histórico, el emocional.

El silencio conforma la obra, la define, la concreta. Solo el silencio pertenece a esta obra en la que se debate la espiritualidad antes que la estética, la minuciosidad antes que la prisa. Su ley es la contemplación sosegada, el interés por el impacto de lo conocido, por lo que amamos. Y en este descubrimiento, hablamos de apreciar cuanto le debemos a la introspección, a la meditación, al pararse, para poder ver, pero siendo activos en la contemplación.

En la exposición, la sala se convierte en el lugar de la génesis de la obra, donde confluyen los elementos del paisaje, su tierra, piedras, el dibujado perfil de sus montañas, el humilde ser de las cosas, el espacio en blanco, donde dialoga la vida y el arte. Ligeros pasos, estudiadas líneas, mirada cercana, un tesoro en el que detenerse, las formas de la vida al servicio del arte, de la comunicación con el otro.

Younes y Ginestar, Ginestar y Younes, tanto monta, dos caminos, dos miradas, unas mismas influencias, pero con sus propias conclusiones. Tan distintos y tan iguales, un diálogo de mentes, ricas de lenguajes complejos y la simplicidad del paisaje, ricas de silencios. El conocimiento plástico de Younes tiene un fuerte arraigo en las relaciones simbólicas y las creencias de su cultura, incluso en unas habilidades demostradas desde su infancia, para relacionar objetos de la pura cotidianidad y darles el poder del arte, en su conocimiento, en su referencia en la que el arte tiene que ver con aspectos humanos, pero también con su momento histórico, con su realidad como artista contemporáneo.

Por otra parte, Ginestar, realiza el viaje desde principios distintos, aunque llegue a puntos similares. Su evolución es la lógica de un estudiante de arte clásico, pero con la determinación del pensamiento que se crece, hasta llegar a una ruptura con ese pasado histórico, aunque no olvidado del todo, es imposible, para definirse como un nuevo interprete de la historia contemporánea del arte. Su viaje físico y mental hacia el norte de África, Marruecos, le hace enfrentarse con la realidad natural e histórica de su tierra, la Marina Alta, donde vive y convive. Contaminado, alienado, con la tradición que observa en sus viajes, resuelve su concepción del arte desde otros puntos de partida, desvinculado de la tradición clásica, pero enriquecido con su visión del espacio, un paisaje, el desierto, en apariencia, desolado, pero inmensamente rico, su inmensidad y sus formas siempre en evolución y cambio. Lo máximo y lo mínimo, una experiencia que se identifica con la visión relajada de la realidad más cercana. La naturaleza como principio de la reflexión entre lo infinito y lo próximo.