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Gracias a la vida

Gracias a la vida

Gracias a la vida / JoséJoaquínMartínezEgido

José Joaquín Martínez Egido

Cuando uno se encuentra con una novela en la que todos los personajes son «bautizados» (llamados) con el nombre de un músico de fama mundial de acuerdo con una metonimia que el propio autor establece entre ambos, o es banalidad excéntrica o es manifestación de genialidad. Evidentemente, y lo adelanto ya, para mí fue lo segundo. Y en esta última relectura de Ordesa (Círculo de lectores, 2018), también.

A partir del fallecimiento de su madre, el protagonista (trasunto literario del propio autor) caracteriza su estado de vida actual: 50 años, divorciado, dos hijos, ex profesor de secundaria, escritor y ex alcohólico desde hace unos meses. La novela se presenta sin una estructura temporal aparente, lo que le otorga, por una parte, una gran singularidad agrandada por la sensación, conforme se avanza en la lectura, de que se haya escrito en momentos temporales diferentes; y, por otra parte, por una gran credibilidad conseguida por la forma de redacción que presenta, al escribir cada una de sus frases casi como un desgarro o quejido de vida. Todo está en consonancia perfecta con el momento vital del protagonista y con la narración en primera persona, en la que se presenta la memoria familiar recobrada con la escritura.

La novela se articula en 157 secuencias de diferente extensión, pero siempre de no más de 3 hojas a lo largo de sus 352 páginas. En ellas se abordan temas y personajes sin un orden claro, pero sí establecido; desde ese presente, narra los acontecimientos más cercanos y todo su pasado de la mano del recuerdo de sus padres, sobre todo mediante el de la figura paterna: «La gente te veía tan elegante, con tu traje, con tu corbata, con tu protocolo, con tu estilo, que enseguida quería hacer algo por ti. Eras Juan Sebastián Bach, un grade de la música» (p.234). Es, sencilla y rotundamente, el encontrarse solo y desasido: «Ojalá pudiera medirse el dolor humano con números claros y no con palabras inciertas. […] Todo hombre acaba un día u otro enfrentándose a la ingravidez de su paso por el tiempo» (p.9). Pero, aun así, Vilas termina su obra con una secuencia deliciosa y llena de amor sucedida en 1961 que pone de manifiesto la crueldad del paso del tiempo. La novela se cierra con un epílogo de 10 poemas que abordan los momentos, sensaciones y sentimientos más significativos de la historia ubicados en la conciencia del narrador a la que hemos asistido. De esta forma, se disfruta de todo el abanico de sentimientos vitales del personaje, configurados mediante anécdotas sencillas y cotidianas del protagonista y de su familia, así como también mediante un conjunto de reflexiones intimistas y existencialistas; es decir, narra desde el corazón y la razón el momento vital en el que se encuentra y del que debe partir.

Ordesa puede ser un claro ejemplo de que la novela como género lo «aguanta» todo, es más, sin utilizar técnicas tradicionales, hace que la narración se convierta en algo espectacular. Y ahí radica parte de su mérito, pues se consigue lo portentoso a partir de lo habitual. No hay que olvidar que Vilas es un poeta que se disfruta en cada página de su novela, y que está presente en cada de una de las frases que redacta mediante una poseía del día a día, de la realidad sentida.

Además, lo entiendo perfectamente. Es una novela de edad, de una generación concreta y de un modo de entender la masculinidad fruto de toda una educación y épocas concretas. Esa identificación se sublima con el disfrute de una prosa inteligente: «Yo creo que mi padre jamás tuvo una mesa en condiciones sobre la que escribir. La caligrafía era importante. Los duplicados amarillos eran importantes. La vida se vuelve amarilla. Hasta el amanecer es amarillo» (p.208).

Y ¿Por qué deberíais de leer esta novela? Porque es una novela diferente, donde la autoficción se convierte en la técnica narrativa predominante junto a un nivel poético muy alto; porque su lectura descubre lo amarillo en la vida y porque es una novela de diciembre, se acaba un año y comienza otro con todos los buenos deseos de felicidad y de supervivencia.