Leemos

Cuando la lengua es arte

Simbiosis de una ciudad y de un tiempo en un personaje único: La vida perra de Juanita Narboni, de Ángel Vázquez

Ángel Vázquez

Ángel Vázquez / JoséJoaquínMartínezEgido

José Joaquín Martínez Egido

En primera persona, sin aparente planificación narrativa, habla Juanita Narboni a lo largo de más de 300 páginas, mediante un discurso que es un continuo torrente de ideas, sucesos, comentarios y sentimientos, que podría ser catalogado, en unas ocasiones, como un monólogo interior, y en otras, como una forma de conversación coloquial en la que solo se asistiera al turno de diálogo de la protagonista.

Oí hablar de La vida perra de Juanita Narboni (Seix Barral, 2021) a Alberto en varios de los estupendos encuentros para departir sobre el español que se organizan en la Universidad de Málaga. Para él era la mejor novela que había leído. Yo reconocí mi ignorancia sobre ella y la necesidad de leerla. Así que la compré en una edición reciente y la leí. Y lo entendí.

Mediante una frase corta, con predominio de la oración simple y de la coordinación, se crea un discurso que avanza como la mente de Juanita, podría decirse que avanza a trompicones, necesitando una lectura que debe ajustarse al tiempo de las pausas de lo escrito. Su forma de hablar también ayuda a la configuración del personaje al emplear un léxico singular en su discurso: expresiones en francés bien para connotar cierta alcurnia social (cuestión de prèstige, p. 26); bien para crear humor («malgré le pêcheur d’Islande», p. 35); palabras o expresiones de registro coloquial y soez («Me estoy meando viva», p. 28; «hija de la gran puta viva», p. 29; «cabrón», p. 31; «pandilla de pencas», p.43); y también por palabras que no pertenecen al castellano estándar: «memloca», «surraca», «jalufo»; «puñemas»; «masay»).

Esta obra se publica en 1976, en un momento de grandes intentos de renovación y de resituación de la novela en español. Y su autor, Ángel Vázquez, aunque años atrás, en 1962, hubiera obtenido el Premio Planeta, no entraba en los cánones habituales de la literatura, es decir, ni en el comercial, ni en el académico. De ahí que escribiera esta obra, cuya protagonista vive en el Tánger de principios de los años 40 y en la que asiste a un modo de vida que está claudicando.

El autor distingue dos partes, con 21 y 26 secuencias respectivamente, sin enumerar en las que respeta el orden cronológico de la historia. Juanita se presenta desde el principio como una mujer infeliz, solterona, de moral antigua, pero a la que le gusta el cine y también los hombres, que no encaja con la sociedad en la que vive («Siempre he tenido hambre y miedo», p.25); que, por una parte, quiere mucho a su madre y, por otra, nada a su padre ni a su hermana, en la que centra y vierte toda su aparente gran frustración. No obstante, tras esa clara individualidad, también vierte opiniones de cierta conciencia social, pues, por ejemplo, piensa que los bolcheviques a veces son mejor de lo que pensamos (p.35); o que «La gente pobre siempre se muere» (p. 37) y también, sobre Tánger: «Jugando al mus con los cadáveres que quedan, porque en esta ciudad ya no quedan más que cadáveres» (p. 221). Su carácter se basa en dos pilares negativos: en que todo está en su contra («Desgraciada de mí que hasta para conciliar el sueño encuentro dificultades», p. 47); y en que en todo tiene siempre mala suerte («Hasta los relojes están en contra mía», p. 47; «Para una vez que tuve un novio, maricón», p. 52). Este carácter, desde el propio título, se va acentuando a lo largo de la novela mediante un paralelismo entre su visión de Tánger y el devenir de su propia vida.

Y ¿Por qué deberíais de leer esta novela? Porque es un caso de lo que yo llamo alta literatura, es decir, hay una voluntad de crear arte a partir de la vida real y se consigue sin pretensiones mediante un ejercicio lingüístico-literario extremo. Y porque Juanita Narboni es un personaje que debe estar junto a los grandes habitantes de la literatura española. Y porque, las novelas de los setenta, y los gustos de los amigos raramente defraudan.