Clásicos para mantenerse vivos

Clásicos para mantenerse vivos |

Clásicos para mantenerse vivos | / porLuisM.Alonso

Luis M. Alonso

Ningún hombre es una isla, escribió el poeta metafísico isabelino John Donne, uno de los grandes predicadores de su tiempo y un maestro de la metáfora elevada a concepto. El profesor de Literatura Italiana Nuccio Ordine parte de una de las reflexiones de Devociones para circunstancias inminentes (1624), de Donne, para insistir en las relaciones de los clásicos con la vida. Los clásicos nos ayudan a vivir, propuso Ordine como enunciado de su primera biblioteca ideal en 2016, dos años más tarde volvería a publicar una segunda que ahora ve la luz traducida al español también de la mano de Acantilado. La imagen de Donne, aquella en la que el poeta termina implorando que nunca pidas a alguien que pregunte por quién doblan las campanas, puesto que doblan por ti, resulta eficaz para allanar su explicación sobre lo que está ocurriendo en Europa, y despierta, como el propio autor de Los hombres no son islas escribe, el recuerdo de valores que hoy en día parecen olvidados por una sociedad egoísta y violenta, que promueve el enfrentamiento entre las clases locales más desfavorecidas y los inmigrantes, y también la desigualdad en general.

Clásicos para mantenerse vivos

Clásicos para mantenerse vivos / porLuisM.Alonso

Los seres humanos no son islas, la vida de cada uno de ellos forma parte de la nuestra. Si las campanas doblan, no preguntes por quién, están doblando por ti. Es el vínculo humano de la solidaridad el que Ordine propone a través de su lista de clásicos, acompañados de comentarios concisos pero densos, que va desde los poemas de Safo a los Cuatro cuartetos, de Eliot; de Aristóteles a La Boétie, de Erasmo de Rotterdam a Pascal, de Dante Alighieri a Paul Celan, de Camões a Conrad, de Emily Dickinson a Virginia Woolf. Todos los textos convergen en que debemos vivir para los demás si queremos dar sentido a nuestras vidas. Necesitamos volver a meditar con los autores clásicos para construir una humanidad más solidaria. El de Ordine en su nuevo libro es un mensaje contundente, en una época marcada por el resurgimiento del egoísmo particularista, la intolerancia, el racismo, el miedo al extranjero y al diferente, hábilmente fomentado y manipulado por «políticos armados de un implacable cinismo». Todos ellos manejan el mismo lema con distintas salsas: «América first», «La France d’abord», «Prima gli italiani» o «Brasil acima de tudo», por mencionar algunos de ellos, fundadores de partidos populistas que cabalgan sobre la indignación y el sufrimiento para obtener réditos electorales.

La reflexión del autor de Los hombres no son islas se extiende también al mundo de la escuela. Ordine propone y desarrolla las ideas ya enunciadas en su anterior título, Clásicos para la vida, y denuncia la deriva comercial que compromete el futuro de la investigación científica. Escribe que por razones de «eficacia» la educación ya no se mide por los conocimientos que habría que transferir a los alumnos, sino por las habilidades que estos deberán adquirir para incorporarse al mundo del trabajo. Por decirlo de otra manera: el objetivo ya no es formar ciudadanos educados capaces de comprenderse críticamente a sí mismos y al mundo que los rodea, sino formar profesionales capaces de adaptarse a las exigencias de una producción globalizada. Nuccio Ordine ya se había manifestado sobre la ausencia de tutela educativa en un manifiesto esclarecedor publicado en 2013 bajo el título La utilidad de lo inútil. Él mismo suele repetir allá donde le invitan a pronunciar conferencias que «no solo es útil lo que produce beneficio», en contra del discurso establecido en la actualidad. Leyendo estas hermosas páginas que animan a mantener una relación estrecha y provechosa con los clásicos, no resulta difícil olvidar la traición cometida contra los ideales del Humanismo y la triste deriva que sufre la cultura occidental, así como los efectos negativos que arrastra el hecho de haberse esforzado por perder de vista al ser humano de cultura y buen gusto. Por ello, la vida ha dejado de formar parte de esa dimensión mayor a la que se refería Donne.

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