¿Qué culpa tendrá Niemeyer?

Los asaltantes sobre el
edificio del Congreso
Nacional de Brasil. eraldo peres

Los asaltantes sobre el edificio del Congreso Nacional de Brasil. eraldo peres / porLuisNavarroJover

Luis Navarro Jover

Cuando todos pensábamos que en 2022 habíamos tenido suficiente con los «activistas del clima» pegándose con Loctite a Las Majas de Goya, el 23 quiso arrancar fuerte cuando unos nuevos activistas –estos en forma de turba– asaltaron la Praça dos Três Poderes en Brasilia para protestar contra la reciente toma de posesión del nuevo presidente Luis Inácio Lula da Silva.

Asalto al Palacio de Planalto, obra de Niemeyer. eraldo peres

Asalto al Palacio de Planalto, obra de Niemeyer. eraldo peres / porLuisNavarroJover

Diseñada por el urbanista Lúcio Costa, la plaza acoge tres de los edificios más conocidos y representativos del afamado y longevo arquitecto Oscar Niemeyer: el edificio del Supremo Tribunal Federal, el Congreso Nacional de Brasil y el Palacio de Planalto, los cuales albergan los tres poderes del Gobierno federal del país. Estos edificios –caracterizados por elementos como los planos limpios, líneas rectas, grandes ventanales y acabados totalmente blancos, junto con las icónicas cúpulas de Niemeyer (una de ellas invertida) en el edificio del Congreso Nacional– han sido los más perjudicados del violento despliegue, contabilizándose numerosas ventanas rotas y paneles dañados. Lo curioso es que ninguno de estos edificios cuenta con barandillas ni sistemas de protección exterior (entiendo que porque semejantes usos nunca estuvieron contemplados), con lo que las imágenes de manifestantes sentados en las cornisas de Niemeyer resultan doblemente impactantes.

La UNESCO, la cual declaró en 1987 la ciudad de Brasilia Patrimonio de la Humanidad, ha anunciado que evaluar las consecuencias exactas de los ataques al patrimonio llevará su tiempo. No solo eso, el valor de su reparación y/o restauración es hoy por hoy incalculable. Y es que, además de los daños en los edificios, muchos muebles y obras de arte resultaron dañados durante el asalto.

Por citar algunos casos concretos, el lienzo Mulatas, obra datada en 1962 de Di Cavalcanti y que está valorada en un millón y medio de euros, ha sufrido hasta seis perforaciones causadas por diferentes armas afiladas. La Bailarina, una escultura en bronce del artista Victor Brecheret, ha desaparecido de la Cámara de los Diputados. Araguaia, obra de Marianne Peretti que data de 1977 y que se encontraba expuesta en el hall de la Sala Verde de la citada Cámara de los Diputados, ha sido totalmente arrasada. El escritorio del expresidente Juscelino Kubitscheck fue utilizado por los asaltantes como una barricada. Se trata de uno de los muebles más emblemáticos del edificio presidencial y que fue diseñado por los arquitectos Anna Maria y Oscar Niemeyer. La escultura A Justiça fue vandalizada por unos individuos que pintaron sobre la obra de Alfredo Ceschiatti Perdeu, mané (perdido, tonto). O flutista, una escultura realizada por el artista Bruno Jorge y que se encontraba expuesta en una de las salas del Congreso, fue igualmente destruida. Por último, en el edificio del Supremo Tribunal Federal, el escudo de armas de la República fue arrancado y las sillas de hasta once ministros del país destrozadas.

Desde luego, pocas cosas se me ocurren más vinculadas a las democracias emergentes tras los convulsos periodos de mitad del siglo XX que la arquitectura moderna. De hecho, cuando se construyó Brasilia hace ya más de 60 años, este tipo de edificios modernos resultaron ser la mejor demostración de los valores progresistas y democráticos de una sociedad que quería mirar al futuro con optimismo. Aunque la arquitectura no ha sido el motivo que ha causado estos altercados, no deja de ser simbólico el daño que estas arquitecturas de reconocido valor y prestigio han sufrido. Si Niemeyer levantara la cabeza…