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Ante el pesimismo vital

Ante el pesimismo vital

Ante el pesimismo vital / JoséJoaquínMartínezEgido

José Joaquín Martínez Egido

Si hay un tema que surge con la novela tradicional del siglo XIX, es el del pesimismo filosófico como posición ante la vida; esa necesidad de querer ser feliz y no poder alcanzar ese estadio porque la naturaleza humana siempre se cobra a sus víctimas. No es un drama, es la vida, que ya viene anunciada desde la metáfora del título, La sombra del ciprés es alargada, (Ediciones Destino, 1948) de Miguel Delibes. Cada vez que la releo, como ahora mismo, pienso en todos los años que han pasado desde que la leí por primera vez, y me doy cuenta de que cada vez entiendo mejor al protagonista, pues lo que no se tiene, no se pierde y, por lo tanto, no puede hacerte infeliz. Es el miedo a la desgracia; algo que en la vida de muchos de nosotros es un indicador evidente de cómo se afronta el día a día y más, todavía, el futuro.

Eso pensaba Miguel Delibes cuando nos contó en 1947, en su primera novela, la historia de Pedro. Y la contó en una novela que consigue el premio Nadal. Buena e importante década para la literatura española, la de los cuarenta, con Nada de Carmen Laforet y La familia de Pascual Duarte de Camilo J. Cela, obras que ya he reseñado en este mismo periódico. Estas tres novelas presentan realismo crítico, tremendismo y filosofía como muestras narrativas que marcarán el devenir literario español y, en cierta manera, una realidad metonímica de la España de posguerra.

Miguel Delibes articula su novela de la mano de un narrador tradicional, omnisciente en tercera persona de forma lineal; sin artificios. Consta de dos partes muy diferenciadas: la primera, con 17 capítulos, muestra una historia de iniciación, en donde conocemos la niñez y la adolescencia de Pedro, cómo es su vida con su preceptor, cómo conoce las relaciones de familia, cómo aprende y, sobre todo, cómo se desarrolla el sentimiento de la amistad fraternal con Alfredo; la segunda, con 18 capítulos en donde el último es realmente un epílogo, podría decirse que es fruto del determinismo que recorre toda la novela y, en especial, en el personaje de Pedro, es decir, el vivir alejándose de todo lo que pueda considerarse social, a la vez que va profundizando en una introspección que se volverá enfermiza, en un retraimiento que conllevará, tras la aparición del amor, a continuar por ese mismo camino; pero, realmente, sin tragedia puesto que el personaje presenta una aceptación ante la vida y la realidad, la cual le otorga tranquilidad y, en cierto sentido, aunque pueda ser difícil de comprender, una cierta felicidad al protagonista.

A pesar de la fecha de su publicación, no hay ninguna referencia a la historia social y política de España, producto de una férrea voluntad de que fuera así. Una posible interpretación de ello podría ser el que Miguel Delibes intentó y logró escribir una novela atemporal, una novela en la que el sentimiento, o mejor, la conceptualización de los sentimientos, fueran el centro de gravedad de la novela y que estos pudiesen ser comprendidos a través de los tiempos y, así, en cierta forma, mostrar una concepción de la vida. Ahora bien, en contraposición a esa atemporalidad, aparece una geografía muy concreta; de ahí la importancia de Ávila, un acierto total, al imbricarse totalmente con el argumento: ciudad pequeña, con inviernos crudos, con relaciones sociales escuetas, con murallas y todo lo que física y metafóricamente pueden representar, con la que se crea el ambiente perfecto tanto para la historia, como para la identidad del personaje hasta el mismo final de la historia.

Y ¿Por qué deberíais de leer esta novela? Porque en ella está, en bruto, casi todo el Delibes posterior, sobre todo en la primera parte que es casi magistral: los personajes bien delimitados, individualizados, tanto los adultos, como los niños con su ternura y su peculiar visión del mundo, presentando historias que se van contando sin prisa, discurriendo con el tiempo de la vida y, claro está, sin necesidad de artificios accesorios. Y porque, por ella misma, junto a las otras dos novelas nombradas de la década, y por el desarrollo posterior del autor como gran novelista en español, La sombra del ciprés es alagartada se convierte en un clásico de la literatura española del siglo XX.