Dime que me lees

De un tirón

La desconocida

La desconocida

Manuel Peris

La novela se llama La desconocida. Está escrita por Rosa Montero y Olivier Truc. La acaba de publicar Alfaguara y, en efecto, la he leído de un tirón. Su factura es impecable. No falta nada y, sobre todo, no sobra nada.

Rosa Montero no necesita ninguna presentación entre los lectores españoles. Su compañero en esta aventura literaria, Oliver Truc, ha publicado novelas policiales ambientadas en los bosques nórdicos y es un avezado periodista de Le Monde que fue corresponsal en los países bálticos y que ha cubierto la guerra de Ucrania. Desde Zaporiya, empezó a dar continuidad al primer capítulo de este relato, obra de la escritora madrileña y concebido como un proyecto de novela a cuatro manos, auspiciada por el festival de novela negra de Lyon Quais du Polar. Capítulo a capítulo, ambos autores se han ido alternando, dando continuidad a la obra. No es para nada, pues, un «cadáver exquisito» como insinúan los paratextos editoriales, ya que, a diferencia de aquel juego artístico de los surrealistas, aquí cada autor conoce lo que ha escrito el otro. En esto La desconocida tampoco tiene nada de novela experimental, como aquella delicia, auspiciada por el Detection Club, llamada El almirante flotante (1931) en la que participaron entre otros muchos, Dorothy L. Sayers, G.K. Chesterton y Agatha Christie. En ella cada escritor guardaba en un sobre la solución al enigma y, al final, el lector podía comparar el camino delictivo de cada autor del crimen y del capítulo.

Pero, aunque aquí no haya experimentación alguna, o si acaso muy poca, el hecho de que la novela esté concebida como un reto entre dos autores que dominan el género negro y el lenguaje periodístico, otorga al texto un plus de concisión y una velocidad apabullantes. Dice Rosa Montero, con razón, que en periodismo el principio es la claridad, mientras que en la novela lo importante es la ambigüedad. Aquí ambos autores desarrollan el texto con una prosa clara y precisa, con un lenguaje directo que les viene del periodismo, sin duda. Pero a la vez componen unas escenas turbadoras e imprecisas. Formalmente nos recuerdan algunos sueños, donde, como en un cuadro de Magritte, los objetos y los sujetos están muy definidos, sí, pero el conjunto es enormemente ambiguo y, por tanto, inquietante.

La novela empieza y termina en el puerto de Barcelona, con el protagonismo especial, muy de Rosa Montero, de una perra pastor alemán. La ciudad de Lyon también comparte escenario. El tema principal, los infiernos de la memoria de la protagonista, en cuyo cráneo retumba el vacío de lo que no recuerda. Una víctima con el cuerpo literalmente escrito por la vida. No desvelo más. Escuchen este dúo para violín y viola.