Como dos velas en la noche

Mario Calabresi, hijo de un comisario italiano asesinado en los «años de plomo», profundiza en las cicatrices familiares y de las víctimas en Salir de la noche

Ilustración de Pablo García

Ilustración de Pablo García / porLUISM.ALONSO

Luis M. Alonso

Luis M. Alonso

El periodista Mario Calabresi (Milán, 1970) tenía poco más de 2 años en 1972 cuando, aquella mañana de mayo, dispararon al comisario Luigi Calabresi, su padre, al disponerse a abrir la puerta de un Cinquecento azul. En su cabeza, según el mismo escribió después, logró parcelar dos recuerdos que guardó intactos mucho tiempo, exclusivamente para él. Los sacaba con cuidado, para no estropearlos, en la oscuridad, antes de dormir, según cuenta en Salir de la noche, un libro convertido en clamor al publicarse hace ya unos cuantos años en Italia, pero cuya traducción al castellano acaba de ver la luz, que conecta esos recuerdos familiares con los de otras víctimas durante los llamados años de plomo. El primero de esos recuerdos es la vaga pero hermosísima sensación de un domingo, tres días antes del asesinato. El segundo es de la mañana del miércoles en que lo mataron, «nítido, detallado y preciso». La curiosidad por conocer todo lo que había sucedido condicionó más tarde la vida del periodista y escritor, exdirector de los diarios La Stampa y La Repubblica.

El 12 de diciembre de 1969, en la sucursal de la Banca Nazionalle dell’Agricoltura, de la Piazza Fontana, en Milán, la explosión de una bomba con siete kilos de trilita había causado 17 muertos y 88 heridos. Con ese brutal ataque, atribuido a neofascistas asesorados por los servicios secretos y fundamental en la posterior fundación de las Brigadas Rojas, Italia se adentró en uno de los túneles más negros de su reciente historia, las casi dos décadas de la llamada «estrategia de la tensión» en las que el vacío por la caótica situación político-institucional atrajo a grupos de todo el espectro político que usaron la violencia callejera y el terrorismo como armas de lucha reivindicativa.

El comisario Luigi Calabresi estaba asignado al departamento de delitos políticos. En 1968 empezó a ocuparse de las actividades subversivas y formaba parte de la investigación sobre las bombas de Piazza Fontana, cuando un año después, inmersos en ella, murió el anarquista Giuseppe Pinelli al caer desde un cuarto piso mientras era interrogado, precisamente desde la ventana de la oficina de Calabresi. Jamás se supo en qué circunstancias ocurrió, pero la prensa de izquierdas y la opinión pública señalaron enseguida al comisario como responsable de lo que parecía ser un asesinato. Mientras tanto, la versión oficial era que Pinelli, un hombre de talante conciliador que mantenía buenas relaciones con Calabresi, había sentido un mareo antes de caerse.

Varios testigos aseguraron que el comisario no estaba en la oficina cuando se produjo la caída. Pinelli, detenido la misma noche del 12 de diciembre, había llegado hasta allí en un ciclomotor y permaneció tres días encerrado en una habitación, sin apenas comer y dormir, junto a otros activistas y militantes de extrema derecha y de extrema izquierda. La otra consecuencia trágica de su muerte fue: «Calabresi, asesino». Y desde entonces, en aquella atmósfera irrespirable de violencia y confusión, el comisario solo tuvo que esperar su hora. Llegó el 17 de mayo de 1972, cuando le dispararon por la espalda y lo remataron de un tiro en la nuca.

Mario Calabresi  Salir de la noche  Traducción de Enric González  Libros de Asteroide  192 páginas / 19,95 euros

Mario Calabresi Salir de la noche Traducción de Enric González Libros de Asteroide 192 páginas / 19,95 euros

Al final de un largo y dramático proceso que duró de 1988 a 2003, los jueces italianos consideraron verosímil la versión ofrecida por el arrepentido, militante de la organización de extrema izquierda extraparlamentaria Lotta Continua, Leonardo Marino, sobre el asesinato de Calabresi. De los juicios salió una sentencia de 22 años para tres antiguos compañeros suyos: Ovidio Bompresi, Giorgio Pietrostefani y Adriano Sofri. Bompresi, con graves problemas de salud, fue indultado en 2006. Pietrostefani se escondió en Francia, prófugo de la justicia. Sofri, también aquejado de salud, sufrió arresto domiciliario y en 2012 obtuvo la libertad. De todos los actos terroristas de los 70, este arroja un misterio sobre otro, empezando porque fue ejecutado por personas que vinieron de la nada y regresaron a ella sin dejar rastro. Los más acérrimos defensores de la tesis inocente, sostuvieron que Marino era un mentiroso y que los jueces le creyeron por su preconcebida hostilidad hacia Calabresi. Veinte mil páginas procesales documentan, sin embargo, otra historia: una acción que nació de las entrañas de Lotta Continua, a partir de la implacable campaña librada contra el comisario, falsamente condenado como chivo expiatorio del atentado de Piazza Fontana.

Cuando, ya adolescente, Mario Calabresi compartió con su madre los dos recuerdos de niño, se dio cuenta de que, de tanto usarlos, se estaban desgastando «como el celuloide de las películas que se ven muchas veces». Decidió entonces devolverlos al archivo para poder preservarlos mejor. Fueron en todo caso, la vela que empezó alumbrando la noche en este triste y hermoso libro sobre el dolor y las cicatrices en las víctimas, precisamente en un tiempo en que los verdugos no parecen avergonzarse de ellas.