Escenarios

Lúcida pasión teatral de Gala

Lúcida pasión teatral de Gala

Lúcida pasión teatral de Gala / MarcLlorente

Marc Llorente

Marc Llorente

Como afirmó García Lorca y ratificó Antonio Gala, «únicamente el poeta tiene la llave del teatro». Sobre la vida manifestó su dureza y la necesidad de hacer reír y saber reírse. De saber llorar. Y de decir adiós. Lo ha dicho y se ha marchado con su lengua sutil, brillante y rotunda, y con la complejidad de una persona apasionada que aseguró en 2001: «El hombre ha avanzado mucho en la ciencia y en la tecnología, pero en lo mental y lo moral casi ha retrocedido». Esto se puede decir ahora más firmemente.

Gala fue, y sigue siendo, un «anarquista comprensivo» y ese intelectual que siempre estuvo en la oposición con el ojo crítico que mira para expresarse seguidamente. En 2011 mostró su acuerdo en relación con el movimiento del 15M y las ganas de cambiar el modelo social. Porque la indignación por sí misma no conduce a nada. Ya ven cómo está el paisaje en este momento.

El poeta y escritor, de vasta cultura, refinado gusto y galardonado varias veces, dijo que no era homosexual. «Es algo que se ejerce, no que se es». Reconoció que las mujeres son los seres humanos más interesantes, completos y generosos. Por eso creó grandes personajes femeninos en su producción literaria y teatral.

Un autor representativo de un teatro para amplio público, que irrumpió en los escenarios con el drama Los verdes campos del Edén (1963), interpretado por José Bódalo. El talante tragicómico y simbólico cuestiona el lugar al que pertenecemos.

O el gran éxito comercial de Anillos para una dama (1973), una historia española en los albores del siglo XII, dos años después de la muerte del Cid, con la viuda Jimena. Alcanzó más de mil representaciones. Protagonizaron la obra María Asquerino y después Amparo Rivelles. Recuerdo la gran interpretación de Carmina Pacheco en una de las ediciones del ciclo Alicante a Escena en el anfiteatro del parque Lo Morant.

¿Por qué corres, Ulises? (1974) inició la efímera etapa del destape en el teatro de la transición democrática con Victoria Vera. Un enorme escándalo. Evoca la epopeya griega La odisea con la mujer que renuncia a sí misma en beneficio de las imposiciones del varón, cosa que sigue coleando aunque en menor medida.

En la pieza alegórica Petra regalada (1980), con Julia Gutiérrez Caba, se vio la rebeldía de una prostituta en la cerril España rural. Ese mismo año estrenó La vieja señorita del Paraíso, interpretada por Mary Carrillo y sustituida posteriormente por Irene Gutiérrez Caba. La soledad, la espera y la defensa de la libertad en un mundo amargo que no cambia en el fondo.

Un canto a la fraternidad, a la solidaridad y al amor sin prejuicios es Samarkanda (1985), uno de cuyos actores fue Juan Gea. Y la defensa de la naturaleza, además de otras obras como Carmen, Carmen (1988), una adaptación de la novela romántica de Prosper Mérimée con la popular cigarrera. Un musical que acogió Concha Velasco con la lucha contra el desamor y la desconfianza en homenaje a ese mito español.

El lenguaje poético de Antonio Gala impregna todo lo escrito, pretendiendo reflejar, críticamente, la realidad contemporánea. No se caracteriza por ser un innovador y no siempre obtuvo el beneplácito de la crítica. Como dramaturgo se sitúa entre la llamada «generación realista» y el denominado «nuevo teatro español». Esa generación de autores españoles engloba a los que empezaron a estrenar hacia los años 50 y propugnaban un realismo de corte existencial o un realismo psicológico. Incluimos a Buero Vallejo, Alfonso Sastre y otros. Respecto a ese nuevo teatro, acoge a los que comenzaron en los años 60 y defendían un arte abierto y experimental, en consonancia con las corrientes vanguardistas, u otras tendencias.

Los muchos lectores y el público de Gala le han sido fieles. Se ha ido a ver a Lorca, pero también se queda con nosotros, especialmente si su casi oculta figura se airea y vuelve a adquirir la proyección necesaria.