El motor de la vida
El artista y novelista Pepe Calvo se estrena en la dramaturgia con «Zarabanda»

Pepe Calvo / INFORMACIÓN
Pepe Calvo y un servidor compartimos el amor a la belleza. Lo nuestro fue una amistad a primera vista porque ambos vivimos interesados en los mismos referentes esenciales de la cultura. En el tríptico que ahora nos presenta el artista total que es Pepe Calvo -porque tenemos que disociar al escritor del fotógrafo, al contador de historias de quien es capaz de captar lo inasible con imágenes, al articulista del conferenciante y ahora dramaturgo- deseando apasionarnos por medio de un mosaico de personajes reales, de carne, hueso, corazón y vida.

Zarabanda
Pepe Calvo
Letrame
120 páginas, 20 euros
De todos ellos, con permiso de mi estimada Benigna Dulce, permitirán que me quede con Anubis. Pepe Calvo sabe muy bien por qué. Ambos contamos con los mismos referentes cinematográficos. Sin desdeñar a ninguno de los clásicos, hemos sabido actualizarnos y se nos hace la boca agua con lo nuevo de los cineastas más innovadores. Nos sabemos el calendario de estrenos a seis meses vista de memoria, y nos sentimos cautivados cuando nos citan a Guadagnino, Sorrentino o algún nuevo valor italiano. O bien, nórdico o hispano parlante. No desdeñamos a nadie porque todos suman.
En el fondo, creo adivinar que en ambos habita un Jep Gambardella a quien una ciudad como Alicante se les quedó liliputiense. Aunque bien es cierto que la belleza puede hallarse en cualquier parte.
A fin de cuentas, todo es cuestión de saber mirar.
Ocurre en la primera historia de esta zarabanda de personajes que se mueven por el mundo como piezas sueltas de un rompecabezas que necesitan con urgencia encajar en su hueco. Sin moverse de su salón, a nuestro protagonista se le aparece un joven muy receptivo, culto y cultivado que dice llamarse Anubis, que ve en el señor curtido y vivido el referente de lo que quisiera ser de mayor o, indefectiblemente, en aquello en que la vida le va a convertir, lo quiera o no.
Pepe Calvo y yo hemos compartido momentos con los Anubis que han ido apareciendo a lo largo de nuestra vida. Sin ellos, no cabe duda, al menos yo, no sería quien soy. Si ese personaje tan encantador creado por Pepe Calvo, al que su novia bautiza como «bis», careciese de una inteligencia preclara y dialogase a la velocidad del rayo, tal vez hubiese dejado su texto a medias y no habría escrito esta crítica, por el contrario, ruego a su autor que lo desarrolle, alargue y nos regale más piezas en la misma línea.
Esta Zarabanda tiene cuerpo porque tiene alma, late mucha vida y mucho subtexto dentro de ella. Queremos saber. Queremos zambullirnos. ¿De qué será capaz Anubis? ¿Podría ser capaz de fulminar a alguien con su labia? Pero, al mismo tiempo, ¿sería exagerado pensar que podría resucitar a un muerto? Las otras dos zarabandas que nos presenta Pepe Calvo puede que todavía sean más interesantes que la protagonizada por el joven Anubis. En ellas habitan personajes vivos, reconocibles, de esos que rodean cualquiera de nuestras vidas, pero que, a causa de la maldita incomunicación que preside nuestra sociedad, andan con sus penas y sus soledades a acuestas, sin confidente que escuche sus cuitas, nada banales.
Porque son historias de padres e hijos que abordan la necesidad de filiación cuando se carece de ella.
Benigna Dulce, la protagonista de la segunda historia es un personaje entrañable a la que también la secunda un vástago. No haremos espóiler que reste una centésima parte del encanto a la gozosa lectura de estos diálogos interesantísimos.
Tal como sucede en la tercera parte de esta Zarabanda , «Medalla a la buena conducta», nos encontramos frente a seres reales que nos resultan cercanos y reconocibles; porque son como aquellos que nos topamos en nuestro contexto cotidiano, de los que apenas vislumbramos la punta del iceberg.
A la impertinente pregunta cotidiana que se nos plantea: «¿Todo bien?», hacemos oídos sordos y la pamema continúa. Tiene que ser el teatro, qué paradoja, el que nos devuelva a la realidad.
Pepe Calvo nos presenta una dramaturgia descarnada, que se aleja de esos textos documentos tan a la moda que denuncian las causas perdidas. A Pepe, como a mí, le interesan los sentimientos, lo que no se dice. Aunque se grite a los adentros.
Atención a este dialogo que plantean las criaturas de carne y hueso redivivas por Pepe Calvo:
«Estoy inquieto… he venido para que hablemos… ¿No crees que hay mucho de lo que tenemos que hablar? Aunque a lo mejor no te conviene».
Los personajes, nuestro espejo, hacen terapia frente a nosotros.
No perdamos ni el menor detalle. Es un regalo.
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