Una novela grande
Lo que puede ocurrir con las creencias ideológicas en tiempos de desamparo absoluto, en Mil ojos esconde la noche, de Juan Manuel de Prada

Una novela grande
Y parece que de nuevo llego algo tarde con el comentario de una novela, puesto que ya está la segunda parte de ella en las librerías y no he comentado la primera. ¡Y eso que quería hacerlo desde hace ya semanas! Alguna razón habrá para que haya sucedido esto. Bueno, lo cierto y verdad es que comencé en septiembre del año pasado Mil ojos esconde la noche (Planeta, 2024) de Juan Manuel de Prada (Baracaldo, 1970), y ya era mal mes para leerse del tirón 796 páginas que, por muy bien que estén, es mucho para septiembre y para casi cualquier mes, puesto que, conforme pasan los años, creo que a todas las novelas de más de 300 páginas les sobran muchas.

Mil ojos esconde la noche
Juan Manuel de Prada
Espasa
800 páginas, 24,90 euros
Pero bueno, lo cierto y verdad es que, intercalando otras lecturas, la disfruté. Porque la prosa de Juan Manuel de Prada es para disfrutarla; que lo que te cuenta te agrada, perfecto, pero lo mejor es disfrutar de cómo te lo cuenta. Y a mí, su prosa barroca deslizándose por esos párrafos largos, con esa disección sin piedad de todos los personajes reales y no reales que configuran la narración, esa manera de no necesitar perdón por parte del protagonista al servicio de una causa aciaga, y siempre bajo el tamiz del esperpento, pues a mí me gusta.
La obra se abre con una carta de 26 páginas (prólogo) del agregado policial de la embajada en París, en la que se expone la situación de los exiliados españoles («artistillas y plumíferos» (p.24) en París en 1940 y de cómo podrían ser atraídos a la Falange mediante «la técnica del palo y la zanahoria» y ser engatusados «con el soborno del halago y la limosna» (p.25), pues «entre gentes de letras las malquerencias y envidias andan a la orden del día» (p.31). Para esta misión se propone a Fernando Navales (personaje recuperado de Las máscaras del héroe [Valdemar, 1996], en la que con el mismo estilo de ahora se plasma la bohemia en Madrid a principios del siglo XX). Es un personaje que, por sus actitudes y valores, no va a provocar ningún rechazo en el medio del «artisteo». Y así comienza la novela con Navales en primera persona, a lo largo de los años 1940 y 1941, con 22 y 18 capítulos respectivamente, en los que he asistido a las vicisitudes para planificar y para poder conseguir el objetivo de la misión encomendada. La metodología utilizada consiste en la «compra» de los artistas mediante el análisis de sus necesidades y el intentar cubrirlas, pues no dejan de ser personas/personajes al albur de la historia sin convicciones profundas para apostar por la muerte. Es, por tanto, una novela de personajes que presenta un fresco amplio de las necesidades humanas mediante la ruptura de estereotipos ideológicos («Las diferencias ideológicas, como los duelos, con pan son menos», p.359) y con una temática muy escabrosa, muy bien documentada, con una gran ambientación, en la que se mezcla la ficción con la realidad, pero en la que, más allá de la ideología, lo que se ofrece es una actitud personal y una clara falta de compromiso sobre cualquier ideario, porque la máxima que rige la concepción de la obra es: «Todo en la vida, hasta las aspiraciones más aparentemente inalcanzables, tiene un precio; y mucho más barato de lo que la gente imagina», p.615).
El estilo es, como poco, singular y muy significativo pues es coherente con el contenido y con el objetivo perseguido por Juan Manuel de Prada en la novela. Muestra una clara expresión de voluntad literaria que se establece en todos los niveles lingüísticos al combinar, de forma magistral, los registros coloquial y formal en el empleo de la sátira, con un humor inteligente en una sintaxis muy trabada con frases muy largas que permiten el uso de un vocabulario coloquial caracterizador de las personas/personajes de los que habla (Victoria Kent, «la pájara» (p.16); los empleados del consulado, «aprovechateguis» (p.17); Picasso, «representante máximo del arte degenerado» (p.24), Marañón, «más de derechas que el caballo de don Pelayo (p.163), siempre mediante el auxilio eficiente de las figuras retóricas de pensamiento: «El crepúsculo mugía como un toro que se desangra, o tal vez fuese la osa Paquita dando la lata». Magistral todo.
Y ¿Por qué deberíais de leer esta novela? Porque tiene vocación de alta literatura mediante un estilo cercano al esperpento muy español, con esa mezcla de humor y tragedia que desemboca en lo sentimental desgarrador; y porque a las grandes novelas, por tiempo que pase y por muchas páginas que tengan, nunca se llega tarde. Continuará...
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