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Las tabarqueras remontan en agosto pero bajan a 10 euros el billete para llenar

El transporte a la isla recupera viajeros y el aforo completo tras un arranque de temporada flojo por la falta de visitantes - Algunas compañías cambian la dinámica y ahora permiten organizar la hora de vuelta sin haberla reservado previamente

Vista general de dos catamaranes esta semana en Santa Pola, desde donde se recoge a los turistas para llevarlos a Tabarca. | ANTONIO AMORÓS

Las tabarqueras de Santa Pola remontan este agosto y llegan prácticamente a los niveles de viajeros previos a la pandemia de coronavirus. La campaña mejora después de que junio y julio fuera más testimonial la llegada de visitantes interesados por coger este medio de transporte ya que entienden las trabajadoras de los puestos que la temporada ha arrancado tarde y eso podría suponer una bajada del 20% de la clientela, estiman.

Para revertir la curva, las empresas han ideado varios incentivos con los que atraer clientela durante esta campaña, como una reducción del billete, que pasa de 15 a 10 euros para adultos. En el caso de los niños también se pueden adquirir a ocho o nueve euros cuando en 2020 costaba entre uno y dos euros más.

Este alivio para las familias sirve de «gancho» para atraer no sólo a visitantes de otras provincias e incluso extranjeros que llegan al puerto con ganas de ver Tabarca, si no que ahora hay más vecinos de Santa Pola y alrededores a los que les apetece visitar la isla porque les sale más económico.

Olivia Soler, trabajadora de una de las tabarqueras que opera con taxis a la isla, resalta que el arranque del verano ha sido muy flojo ya que se han llegado a encontrar con cancelaciones de última hora y cambios de reservas. Esta situación puede deberse a varios factores, entre ellos la inestabilidad climatológica que ha acompañado a los meses de junio y julio, con varias rachas de lluvia. Por otro lado están las consecuencias que trae la crisis sanitaria, ya que sigue existiendo cierto temor a viajar pese a la vacunación, debido a las nuevas variantes del coronavirus y reinfecciones, y siguen existiendo ciertas restricciones como toques de queda en algunos municipios como, precisamente, la villa marinera.

Algunos visitantes compran billetes esta semana en las tabarqueras de Santa Pola. | ANTONIO AMORÓS

En el caso de las tabarqueras, sin embargo, ya están al total de su capacidad en cuanto al aforo por lo que en ese sentido pueden tener más ganancias y, cierto es que hay algunos pases que están al completo. Por otra parte, las sensaciones entre las trabajadoras que venden billetes desde las casetas es que el pasado verano había «más alegría» y perciben que había más personas que recalaban en la zona porque tenían ganas de salir tras el confinamiento.

Por otro lado, algunas empresas han cambiado ciertas políticas para mejorar el servicio. Uno de los cambios sería que el pasajero puede elegir ya en la isla a qué hora quiere regresar mientras que hasta ahora tenían que tenerlo claro cuando compraban el billete y de alguna manera los visitantes se quedaban encorsetados porque tenían una hora de ida fija y de vuelta, también. «Nos hemos dado cuenta de que reservando previamente la hora a muchos se les olvidaba y casi nadie lo respetaba», señala una de las empleadas.

La flota en Santa Pola es de seis catamaranes y cinco lanchas gestionadas por tres compañías diferentes. Aunque con el paso de los años el conflicto entre trabajadores se ha suavizado, todavía hay una feroz competencia ya que la única vía para atraer ventas es «hacerse notar y alzar la voz para que vengan con nosotros», según una comercial, en la lucha por conseguir a clientes.

Una estación marítima que sigue enquistada

El proyecto de agrupar a todas las compañías de transporte a Tabarca en una estación marítima en el puerto marítimo de Santa Pola lleva enquistado más de un lustro. Desde el Ayuntamiento no tienen constancia de ningún avance del plan de la Generalitat. Uno de los últimos movimientos que autorizó Puertos llegó en 2019 cuando se desplazaron las casetas donde existían unas jardineras, más próximas al puerto pesquero, y ya se fijó que sería una situación provisional hasta el proyecto definitivo.

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