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Entrevista Vicente Moreno Mas Presidente Hermandad Donantes de Sangre de Crevillent

«Las primeras donaciones de sangre se hacían en fábricas de alfombras y acudían niños para mostrarles que no dolía»

Vicente Moreno tras recibir la Medalla al Mérito de la Federación Nacional de Donantes de Sangre. | INFORMACIÓN Informacion

La Federación Nacional de Donantes de Sangre entregaba hace unos días al crevillentino Vicente Moreno su Medalla al Mérito por sus 52 años contribuyendo y fomentando las donaciones desde distintos cargos en la provincia de Alicante.

Le sabe mal no poder seguir donando sangre. Hace poco superó la edad máxima, los 65 años. Ya no puede ser donante, pero sigue al pie del cañón, coordinado las extracciones en Crevillent, donde hace más de medio siglo realizó su primera donación. Vicente Moreno Mas recibió hace unos días el Diploma y Medalla al Mérito en la Promoción de las Donaciones de Sangre, un galardón de la Federación Nacional de Donantes de Sangre de España. Un merecido reconocimiento.

¿Cómo empezó usted su andadura en este movimiento solidario y humanitario?

Tenía 18 años cumplidos cuando, en 1969, realicé mi primera donación. Desde entonces, he estado donando las cuatro veces al año establecidas y coordinando las extracciones en Crevillent. Durante mucho tiempo... Y poco después me uní a la Hermandad de Donantes de Sangre de Crevillent, en la que sigo coordinando las extracciones que se realizan.

¿Cómo le cayó la noticia de su reconocimiento?

He de decir que fue una sorpresa. No me lo esperaba y ha sido una gran satisfacción personal. Estoy muy agradecido a la Federación Nacional, pero debo ser justo y por ello digo que el mérito nacional me lo han dado a mí, pero pertenece a toda la gente que ha colaborado tanto o más que yo en esta causa solidaria.

¿Cómo fueron sus primeros años como donante? ¿Las cosas serían muy distintas a la actualidad?

Efectivamente. Por ejemplo, recuerdo cómo los equipos de extracción de la residencia de Alicante se trasladaban a las fábricas de alfombras de Crevillent. Acudían a Boyer, Imperial, Iberia, Viuda Lledó... Entonces, la fábrica se paraba durante unas horas y cualquier trabajador que quisiera donar sangre lo podía hacer.

Eran otros tiempos...

Sí, claro. Por ejemplo, antiguamente permitían que el donante llevara a sus hijos para que vieran cómo se hacía. Por un lado era una forma de concienciarlos en la necesidad de donar sangre para salvar vidas. Por otro, era la mejor manera de mostrarles que la donación no conlleva riesgo, es indolora -un simple pinchazo en el brazo-.

¿Y por qué se dejó de permitir la asistencia de los niños?

En Crevillent no pasó nunca, pero al parecer algunos pequeños molestaban más que otra cosa y provocaban caídas o roturas de material sanitario. En nuestras extracciones no ocurría. Recuerdo que los niños estaban siempre muy atentos. Me acuerdo de uno, en concreto, que le preguntaba, muy preocupado, a su madre: -Pero mamá, ¿de verdad que no te hace daño?, y la señora le aseguraba que no.

Dolor no, pero alguna que otra anécdota por mareos seguro que han tenido...

Antes la gente se mareaba mucho más. Ahora tenemos más información y, por ejemplo, sabemos que el donante debe beber líquidos antes de extraerle la sangre porque sufre una descompensación. Recuerdo el caso de un crevillentino, que ya no está entre nosotros, que se descompensó. La extracción era en el salón de la Caja de Ahorros. El médico le decía que se acostara y estuviera calmado, que no comiera, pero él hacía todo lo contrario. No había manera de que se le pasara el mareo y el doctor decidió trasladarlo al hospital, entonces en Alicante. Cuando este hombre se vio en la puerta del centro sanitario le dijo al chófer: -Ya estoy bien. Lléveme usted de vuelta al pueblo (ríe).

¿Cómo está organizado el sistema para realizar donaciones hoy en día?

Yo he pertenecido -además de a la de Crevillent- a las hermandades de donantes de Alicante y Elche, donde fuí vicepresidente con Fernando Jaén. Estas hermandades han ido quedando en un segundo plano en favor del Centro de Transfusiones, que ha asumido y centralizado la labor. Antes, nuestra hermandad pertenecía a la residencia (antigua denominación de hospital) de Alicante. Luego a la de Elche. Cada centro recibía donaciones, pero eso provocaba que a veces te faltara un tipo de sangre o que te sobrara mucha de otra clase. El Centro de Transfusiones, del que he sido delegado y con el que sigo colaborando, unifica las donaciones y ahora, los hematólogos de los hospitales van realizando peticiones periódicas según sus necesidades.

¿Se sigue necesitando hacer campañas para conseguir sangre?

Siempre. La sangre no se puede fabricar y sin donación no hay sangre y no podrían existir las operaciones programadas, ni las urgentes ni los trasplantes. Un coche, por muy lujoso que sea, no funciona sin gasolina. Un ser humano tampoco sin sangre. Por eso siempre decimos que la sangre debe esperar al paciente, no al contrario.

¿Ha visto usted un cambio en el grado de concienciación?

La gente se conciencia definitivamente cuando tiene un caso cercano de un familiar al que le hace falta una transfusión. Ahí te das cuenta de lo necesaria que es. Pero sí, cada vez las personas somos más conscientes y más sensibles a esta causa.

¿Hay buena respuesta?

Nosotros, aquí, la tenemos. Hace 15 días tuvimos una extracción con cerca de 60 personas. A estas citas siempre llegan uno o dos donantes nuevos. De los 18 a los 65 años cualquiera es donante. Debe pesar más de 50 kilos y estar sano. Necesitamos 250 bolsas de sangre diarias en la provincia. Por ello el Centro de Transfusiones tiene su punto permanente de extracción y nueve equipos que diariamente se desplazan a los municipios. Incluso durante el confinamiento teníamos autorización para salir a donar.

¿Cómo es el donante medio?

Nuestra estadística dice que el 30% tiene entre 45 y 65, el 50% entre 23 y 45 años, y el resto 18 a 23. Antes era más común que fuera hombre. Ahora ya no. El donante es el amigo anónimo e invisible del paciente. Debemos colaborar todos porque la sangre es necesaria siempre para salvar vidas.

¿Sigue habiendo alarmas?

Como donante de sangre quisiera que todo el mundo se conciencie y que ningún hospital tenga necesidad. Que tengamos suficientes recursos sin dar alarmas. Amén de las desgracias, como el atentado el 11-M en Madrid. Crevillent se volcó, como toda España. Los sanitarios se marchaban de la localidad casi a las doce de la noche por tanta gente. Y gracias a Dios, como estas emergencias no ha habido más.

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