Y como si el pasado y el futuro quisieran darse la mano, la comparsa Maseros consiguió anoche dar por cerrada una oscura etapa, que todos vivimos con la pandemia de coronavirus, y regalar ilusión y felicidad por el mañana que se abre camino.

Crivillent se echó a la calle para disfrutar del esperado espectáculo. | MATÍAS SEGARRA

Así de conceptual fue el numeroso boato con cientos de festeros, bailarines y acróbatas que la comparsa crevillentina diseñó con todo lujo de detalle para recibir al capitán cristiano, Luis García Zaplana y a su hija, Masera de honor, Ana García Bernabéu.

El capitán cristiano, Luis García, con su hija, Masera de Honor, Ana García, al final de la Entrada Cristiana, ayer. | MATÍAS SEGARRA

Ambos, emocionados, y como si estuvieran en la Catedral de Notre Dame, saludaron al final del desfile a todos los crevillentinos para agradecerles que siempre estuvieran ahí aunque el tiempo acallase las bandas de música. Y sobre todo se apoyaron en la familia y recordaron a quiénes, tristemente, perdieron en estos dos años.

Brillante renacer cristiano

Los festeros de todas las comparsas pueden decir que ayer ganaron la partida por poder volver a lucir trajes y sonrisas al son de inspiradoras marchas de múltiples bandas. Para acentuar la importancia de la historia, la comparsa que ostenta la Capitanía hizo repaso a sus 25 años de trayectoria. Para recrear aquellos tiempos María Mercedes Martínez, Masera de Honor de 1.997, capitaneó una filà de mujeres maseras. Tampoco faltó el penúltimo capitán de la comparsa, Vladi Candela, que ostentó el cargo en 2014, acompañado de su hija y Masera de Honor, Samanta Candela, que volvieron a revivir aquellos días esplendorosos junto a dos filas especiales.

Brillante renacer cristiano

En ese hilo nostálgico las reinas del sexenio aparecieron en una carroza tirada por «caballos zancudos» acompañadas de cargos infantiles. Uno de los momentos más emotivos llegó cuando el ballet de María Serna trasladó a los asistentes a la incertidumbre de la pandemia con 40 bailarines de todas las edades recreando «cómo el virus arroyó nuestras vidas», como explicaron previamente desde Maseros, con música compuesta para la ocasión y una puesta en escena acompañada de una carroza llena de cadenas y barrotes que simbolizaron el confinamiento.

Con repique de campanas y redobles de tambores, el ritmo cambió por completo y apareció una plataforma con la cúpula de Nuestra Señora de Belén protegiendo al escudo masero de futuras desavenencias entre confeti rojo y negro, colores que identifican a la comparsa.

La Abanderada, María José Navarro Salinas, salió custodiada entre guerreros sobre una carroza de cuento y le siguieron niños acompañados de avaleriones para presentar los cargos infantiles.

Acrobacias sobre ruedas y magia con malabares simbolizaron el renacimiento de los maseros y tras el paso de escuadras la Ópera de Ontinyent representó las estrellas y los horóscopos como un cambio de era, mientras la magia del Club Deportivo Algar, con Titi Alberola dirigiendo, recreó la hermandad deseada en un mundo inclusivo y sin discriminación con la coreografía de una treintena de gimnastas. Una noche de emociones para el recuerdo.