Y no podía haber mejor final a intensísimos días de desfiles de Moros y Cristianos en Crevillent que representar la paz entre bandos. La Embajada al Rey Jaime I cautivó este lunes a cientos de crevillentinos y visitantes que no quisieron perderse desde la plaza de la Constitución la segunda representación histórica tras el rapto del Ra’is.

A la izquierda las tropas cristianas entran en escena y a la derecha una de las danzas del bando de la media luna para pedir la liberación del Ra’is. | ANTONIO AMORÓS

El ambiente festivo se venía notando desde primera hora de la mañana cuando arcabuceros de las distintas comparsas fueron dejando un intenso olor a pólvora por múltiples rincones de la localidad. Ya por la tarde llegó el turno de los moros de trasladarse hasta el campamento cristiano, ambientado en 1265 en la plaza de la Constitución, para pedir la liberación del Ra’is de Crevillent, encarnado por José Ángel Asencio, expresidente de la asociación festera. Ya en la primera embajada fue apresado al negarse a someter a su pueblo al poder de los cristianos.

Una batalla por la paz

Si bien la bélica puesta en escena del pasado viernes contrastó con la de esta jornada, en la que los presentes y danzas cogieron protagonismo en medio de un alegato de paz en el que el embajador moro pidió la liberación del Ra’is a su homólogo cristiano, quién lo recibió en la tienda donde aguardaba el Rey Jaime I, cargo honorífico que ocupó esta vez el empresario local Enrique Ortolá.

Una batalla por la paz

El personaje de Heula, encarnado por Conxa Guilabert, volvió a entrar en escena, y por primera vez en esta embajada, para narrar la situación, pero desde la balconada del castillo. En ese trámite de encontrar el entendimiento, y pedir clemencia, los de la media luna ofrendaron al Rey con un fajín, gorro, pulseras, collares e incluso una pandereta a cargo de la familia Marroquíes, que ostentan la capitanía.

Uno de los instantes más impresionantes, y el último de los agasajos, llegó con la colorida danza de la escuadra femenina de la capitanía, que repitió la coreografía del boato de la Entrada Mora al ritmo de la marcha Alikates.

El fin era el esperado por todos, ya que los textos de Salvador Doménech permanecen invariables para preservar la tradición, por lo que moros y cristianos consiguieron sellar la paz y convivencia, tras aceptarla el propio Jaime I, en nombre de Alfonso X de Castilla, liberando, así, al Ra’is de Crevillent.

El emotivo final, sin vencedores ni vencidos, lo pusieron los disparos de arcabuces en la plaza. Crevillent cerrará mañana sus fiestas con la ofrenda, misa y procesión en honor al patrón, San Francisco de Asís.