A través de su mirada, María del Socorro Pizarro, Mari para sus amigos, deja entrever una mezcla de emoción, nervios y un profundo agradecimiento, y no es para menos, puesto que ha dicho adiós a lo que ella considera su segundo hogar durante más de 40 años, el Ayuntamiento de Alicante. Con 22 años entró a formar parte de la plantilla de limpieza del consistorio y años después pasaría a ser conserje de diversas concejalías hasta llegar al ayuntamiento, donde ha estado los últimos 20 años. Recuerda con añoranza cuando su padre la llevaba a las 6 de la mañana a trabajar los primeros años y cómo ha cambiado la vida desde entonces: «Éramos seis hermanos y yo era la mayor. He trabajado desde que tenía 14 años porque en casa hacía falta, las cosas ahora son de otra manera. Igual que la forma de trabajar, antes solo se contaba con la máquina de escribir. Ha cambiado todo, pero para bien».

Uno de los momentos más entrañables que ha vivido en su recorrido profesional fue cuando ella y todos sus compañeros se convirtieron en funcionarios en la legislatura de Luis Díaz Alperi. «Nos dieron unas clases y nos examinamos en el Salón de Plenos. La toma de posesión se celebró en el Salón Felipe II del Castillo de Santa Bárbara y allí nos invitaron a un aperitivo. Fue un acto muy bonito y que siempre recordaré».

«Me jubilo con 9 alcaldes»

Mari se retira tras vivir el paso de nueve alcaldes desde que comenzó con Ambrosio Luciáñez Piney en el 78 hasta la actual legislatura de Luis Barcala, del que, según nos confiesa con rotundidad, es su «alcalde favorito». «Yo me olvido de la política, hablo a nivel personal, y yo me quedo con Luis Barcala por la sencilla razón de que es una persona excelente, tanto él como su esposa. Es un hombre que siempre ha dado los buenos días. Cuando ha venido de protocolo siempre ha tenido una sonrisa y me ha preguntado cómo estoy. Ha mirado a las personas, no ha mirado los grados, y yo le tengo muchísimo cariño», refleja Mari con voz emocionada. Pero también recuerda a Lassaletta como «un hombre muy agradable y campechano», a Díaz Alperi y a Sonia, «que era una amiga».

Ahora pone punto y final a una etapa muy satisfactoria para ella. Se marcha «muy contenta, con la sensación de mi deber cumplido», concluye Mari, que asegura que los primeros días «sí se echa de menos, pero después de una vida trabajando ya necesito descansar».