En 1956 Juan Marín Jerez, más conocido como «El Melsa» llega a un acuerdo con el dueño del horno donde trabajaba, ubicado en el número 47 de la calle Juan Ortega, en el alicantino barrio de San Blas, para quedarse con el negocio. Y lo hizo como se hacía antes, y como él era, con un apretón de manos. De hecho, cuando se jubiló y sus hijas decidieron hacerse cargo del horno, seguía estando a nombre Vicente Rojas, anterior propietario.

Las tres «Melsicas», Aurelia, Mar y Luisa recuerdan con cariño aquellos años en los que se criaron en el negocio familiar. «Teníamos una habitación y dormíamos allí Luisa y yo, -recuerda Mar Marín- Aure se iba a dormir a un piso que tenían mis padres en la calle El Pilar, con mis abuelos».

Eran otros tiempos y el horno de «El Melsa» era una especie de punto encuentro y centro social del barrio. Por las mañanas eran famosos los almuerzos que organizaba Juan Marín. Eran «como un convite» y en ellos Aurelia Aracil Riquelme, su esposa, muchas veces tenía que dejar de despachar al público para preparar las viandas. Por las tardes era el punto de reunión de la chavalería del barrio. «Aunque vivíamos allí no era como una casa, estaba a pie de calle y siempre abierto, por lo que en el horno había siempre críos que entraban y salían», comentan con nostalgia. «Tuvimos una de las primeras teles en color del barrio, y cuando hacían ‘Heidi’ aquello parecía un cine, poníamos sillas en fila para que pudieran sentarse todos», recuerdan divertidas.

A Juan Marín el apodo de « El Melsa» le vino de su padre, porque era un hombre «muy pachorrón», y en valenciano a las personas tranquilas se les dice «mira que melsa tiene», aqunque su hijo no lo fue. Era todo un personaje, muy querido en el barrio, buena gente y desprendido. Su madridismo desmedido -incluso fue enterrado con la camiseta del Real Madrid-, le llevó a protagonizar algunas anécdotas inolvidables, «como aquella vez que perdió una apuesta con Agustín, el de ‘La Bodegueta’, que era del Barça, y tuvo que dejar que le pintaran la fachada del horno de azulgrana. Venía gente hasta de otros barrios a ver la llamativa fachada». Pero al poco tiempo se «vengó», y encargó una corona fúnebre de claveles blancos en la floristería del barrio y se la llevó a a Agustín a La Bodegueta después de una victoria del Real Madrid ante el Barcelona. «Ese día se montó una buena en el bar», explican las tres hermanas entre risas.

«No tenía nada porque lo daba todo, cualquiera que le viniera con un problema él le ayudaba. De hecho, cuando falleció en julio de 2012, nos enteramos de muchos casos de gente que le debía dinero», comentan las hermanas Marín. Era eso, un buen hombre.

Luisa muestra un roscón de reyes, con Mar detrás, celebrando uno de sus numerosos premios. RAFA ARJONES

Nueva etapa

A primeros de 1994 Juan Marín se jubila y cierra el horno. Por entonces sus hijas trabajaban en otras cosas y en principio no se les pasó por la cabeza seguir con el negocio. «Nosotras ya sabíamos lo sacrificado que es trabajar en un horno, los horarios, trabajar en navidades, en Semana Santa, en Hogueras, no podías tener ni una sola fiesta, porque es cuando más se trabaja, no teníamos nunca a nuestros padres para llevarnos a la feria de Navidad o a ver la Cabalgata de Reyes», comentan. Fueron sus respectivos maridos los que las «empujaron» a dar el paso, se sentaron con Vicente Rojas porque el negocio seguía estando todavía a su nombre y acordaron un alquiler durante cinco años.

Entonces hicieron cursos, ampliaron sus conocimientos en el sector y abrieron de nuevo en diciembre de ese mismo año, con todo totalmente renovado, maquinaria moderna, instalaciones reformadas, sistema antiincendios, nuevos permisos... A los cinco años compraron también el local.

Con todo renovado y con más formación empezaron a ampliar su gama de productos, además del pan, las toñas y las famosas magdalenas de «El Melsa». Y llegaron los premios, al roscón de reyes, a la mona tradicional y artística, a la coca amb tonyna... Con los reconocimientos del Gremio de Panadería y Pastelería de L’Alacantí llegan también nuevos clientes de toda la comarca.

Pero sin duda el producto estrella de «El Melsa» han sido siempre sus magdalenas, y a la pregunta de cuál es su secreto contesta enseguida Luisa: «Tan solo utilizar productos de primera calidad. No hay otro secreto».

Ahora, tras 17 años de pleitos con la propiedad de la planta superior de la finca por unas obras ejecutadas de forma indebida que les han ocasionado infinidad de problemas y que han llegado a poner incluso en peligro su integridad física, el largo y penoso proceso ha terminado con la venta del local. «Las condiciones de trabajo eran ya insoportables», reclaman.

Luego, una vez descartada la opción de reabrir el negocio en otra ubicación, ante la imposibilidad de hacerlo en las proximidades por la actual normativa, las tres «Melsicas» ya están rehaciendo su vida, personal y laboral.

Eso sí, quieren lanzar un mensaje de «agradecimiento total y absoluto» a una clientela que se ha mantenido siempre fiel, en todo momento, «porque más que clientes han llegado a ser familia». «En todo este tiempo hemos recibido muchas muestras de apoyo y estamos infinitamente agradecidas. Lo mejor de todos estos años ha sido nuestra clientela», aseguran.