Si hace unas semanas les contábamos la historia de Manolo, el burro funcionario que cobraba una nómina del Ayuntamiento de Alicante, entre otras curiosidades y aspectos poco conocidos que puede ofrecer la visita al Castillo de Santa Bárbara, hoy le toca el turno a Freddy. ¿Quién era Freddy? Pues posiblemente el gato más famoso de la fortaleza que corona el monte Benacantil.

El gato «Freddy».

Freddy vivió allí cerca de quince años por la zona del patio de armas, junto a la entrada principal, y se hizo famoso, por su dócil carácter. Lo acogieron los trabajadores del castillo como a uno más de la plantilla. Y estaba bien atendido, pesaba más de diez kilos. «Se dejaba querer por todo el mundo -comenta Javier Giménez, encargado de la fortaleza-, la gente lo acariciaba y se hacían fotos con él sin ningún problema, era muy dócil». El animal, que recibía todos los cuidados veterinarios y las atenciones de un gato doméstico, murió finalmente de viejo. Fue un duro golpe para los trabajadores que durante años estuvieron cuidando de él, por lo que decidieron recoger dinero para su incineración. Y qué mejor forma de recordarlo que enterrarlo allí, donde había pasado su vida, a la sombra de un níspero y bajo una placa que reza: «A la memoria de Freddy. Este siempre será tu castillo».

Monumento en homenaje al alcalde Nicolás Peris. David Revenga

Nicolás Peris

Recorrer sin prisas la fortaleza permite reparar en algunos detalles dignos de mención, como el monumento a Nicolás Peris, último alcaide castellano del Castillo de Santa Bárbara. Cuenta la historia que Peris murió defendiendo la ciudad y negándose a rendir la plaza ante Aragón, como le habían ordenado, por su juramento de fidelidad al rey castellano. Tal era su lealtad que la leyenda dice que fue herido de muerte y su cuerpo quedó tendido con la mano derecha empuñando su espada y las llaves de la fortaleza en la mano izquierda, que tuvieron que cortarle para arrancárselas. Otra leyenda narra que fue el propio rey Jaime II quien, con su propia espada, le corto el brazo de un certero golpe cuando lo ajustició públicamente por su negativa a ceder las llaves de la fortaleza.

Monumento funerario dedicado a Berenguer de Marquina. David Revenga

Berenguer de Marquina

También podemos encontrar un monumento funerario dedicado a Berenguer de Marquina, en la zona de entrada al baluarte de Santa Ana, el espacio que se utilizaba hasta hace poco como aparcamiento para vehículos. Félix Berenguer de Marquina y FitzGerald fue un afamado marino que perteneció a una de las familias más antiguas y poderosas de Alicante, y que llegó a ser virrey de la Nueva España nombrado por Carlos IV. La curiosidad en este caso está en que este monumento estaba en el antiguo cementerio de San Blas -derruido para permitir el crecimiento urbanístico de la ciudad- y fue trasladado al castillo para honrar la memoria del marino alicantino.

La roca que dejó la Fundación Capa un verano tras un curso de escultura. David Revenga

El «cabezón» de Capa

En esa misma zona llama la atención una gran roca en la que se ha esculpido parte de una cara y que la gente pregunta de qué época es. La verdad es que se debe retirar, no tiene valor histórico ni patrimonial, tal y como reconoce el jefe de Patrimonio del Ayuntamiento de Alicante, José Manuel Pérez. Alicante fue sede de la fundación que lleva el apellido de uno de los mejores escultores españoles contemporáneos, Eduardo Capa, que atesoró una cuantiosa colección de obras de escultores de su época. Hasta 2004 la sede la Fundación Capa estuvo ubicada en el Castillo de Santa Bárbara y un verano se organizó un curso para que jóvenes con inquietudes artísticas hicieran sus pinitos en la escultura. La roca quedó allí y allí sigue, aunque desde el departamento de Patrimonio del Ayuntamiento se están haciendo gestiones para solucionarlo y que sus propietarios la retiren.

Hay una construcción que llama mucho la atención a poco que se repare en ella. Es una especie de cilindro, ubicado encima de la tahona, realizado en piedra, de unos cuatro metros de alto y cerca de dos de diámetro en el que no se ve apertura de ningún tipo. Al parecer se trata de lo que queda de una «torreta-pararrayos» construida en 1853 por los militares del castillo, con subvención del Ayuntamiento de Alicante. Poco o nada más se sabe.

Mosaico de la Santa Faz, obra de Gastón Castelló. David Revenga

Mosaico de la Santa Faz

Otra curiosidad es un mosaico de la Santa Faz que se encuentra situado encima de una de las puertas de acceso al Albacar d’enmig, junto a una de las torres medievales, la de Santa Caterina. Es obra del ilustre pintor y artista alicantino Gastón Castelló, tío del que fue responsable de la fortaleza Miguel Castelló y coordinador de la importante restauración del Castillo de Santa Bárbara en los años 60 del siglo pasado.

En Alicante, el Ayuntamiento inició la costumbre de colocar imágenes de la Santa Faz sobre las puertas de la ciudad para protegerla de plagas y epidemias. Esta costumbre fue adquirida por los propios alicantinos que empezaron a colocar imágenes de la Santa Faz en las puertas de sus casas. Todavía hay una firma de productos cerámicos que regala cada año el día de la Peregrina azulejos con la Santa Faz y mantiene esta tradición.

Grafitis de barcos en la sala que alberga exposiciones en el Cuerpo de Guardia. David Revenga

Grafitis y presos

En el Cuerpo de Guardia, donde se encuentra actualmente una sala expositiva temporal y la tienda de recuerdos de Alicante, se pueden contemplar unos magníficos grafitis de barcos del siglo XVIII, algunos realizados con gran detalle. Se atribuyen bien a presos que estarían allí cumpliendo sus penas y añoraban o recordaban aquellas embarcaciones o bien a soldados que estarían de guardia y reproducían los barcos que avistaban a lo lejos. Lo cierto es no están en absoluto puestos en valor.

Y hablando de presos, los diversos calabozos de la fortaleza fueron ocupados en varios momentos de la historia de la ciudad, aunque se dispone de mayor información desde el siglo XVIII. Cabe destacar el encarcelamiento en 1766 del Marqués de Valdeflores, Luis de Velázques y Velasco, ordenado por el capitán general del Reino de Valencia, el Conde de Aranda, en época de inestabilidad política tras el Motín de Esquilache. Años después se confinó allí, al parecer por diversas «travesuras juveniles» a Antonio Valcárcel Pío de Saboya y Moura, más conocido como el Conde de Lumiares, personaje de la nobleza alicantina que coincidió en su cautiverio con el citado Marqués de Valdeflores, que había recibido el encargo del Marqués de la Ensenada de formar una Historia Monumental de España, siendo además un pionero investigador arqueológico de la época.

Con motivo de la Guerra de la Independencia, se encerró en el Castillo el 29 de mayo de 1808 a Augusto Legay Sarriera, Cónsul de Francia. Y a finales del mismo siglo, en los años 80 acabarán entre las rejas de los calabozos de la fortaleza algunos de los cabecillas de las revueltas separatistas de la Isla de Cuba.

Restos de una torreta-pararrayos de 1853. David Revenga

A lo largo del siglo XIX el Castillo fue perdiendo importancia militar al no ser útil para las nuevas «artes» de la guerra y pasó progresivamente a tener funciones exclusivas de prisión. En 1814, dentro de las medidas represivas de Fernando VII, son encarcelados allí algunos de los líderes liberales que fueron liberados con el triunfo liberal de 1820.

En 1847 fue preso el republicano y espía Eugenio Aviraneta e Ibargoyen. En 1850, el General Juan Prim, Marqués de Castillejos, líder de la Revolución de 1843 y posterior gobernador de Madrid, tras ser condenado por revolucionario a seis meses de prisión, es trasladado a Alicante para cumplir la pena impuesta en los calabozos del Castillo. De diciembre de 1867 a enero de 1868 estuvo también preso en la fortaleza el General Francisco Serrano Domínguez, Duque de la Torre, participante en la revolución de 1868 y posterior Capitán General destinado en Cuba.

Ya en el siglo XX sabemos, por ejemplo de la existencia de obreros presos tras las huelgas de 1917. La Guerra Civil Española convirtió tristemente en Castillo de Santa Bárbara en campo de concentración de presos, primero nacionalistas y posteriormente republicanos.