Fiel a su estilo campechano, Ana María Soler, tras presentar a media mañana su escrito de renuncia, se marchó del ayuntamiento en bicicleta. Antes atendió la llamada de otra alcaldesa de la Marina Alta, la de Pedreguer, la socialista Dora Martí. «La vida sigue», le dijo. Soler envió a los alcaldes un saluda que más bien era un adiós. Les anunciaba la dimisión y les agradecía su colaboración. La popular ha sido alcaldesa durante siete años. Ahora podrá dedicar más tiempo a sus dos museos, el de la randa (encaje) y el del sombrero (barrets de llata, que son los que se estilan en Gata).