Lleva más de tres décadas trabajando con directivos de diferentes empresas para asesorar a los departamentos de Recursos Humanos. Fue uno de los pioneros en aplicar prácticas de psicología positiva en equipos directivos de compañías como Grupo Santander, Telefónica, Siemens o Iberia, entre muchos otros. Además, se ha especializado en ofrecer conferencias para difundir sus estrategias entre el mayor número de personas posibles. Así, esta misma semana visito l'Alfàs del Pi para ilusionar a los jóvenes empresarios de la provincia, que asistieron en masa a escuchar los consejos de Luis Galindo. Creador del proyecto «Reilusionarse», del que llegó a editar un libro, sostiene que para ser feliz hay que ser agradecido por lo que se tiene y dejar las quejas a un lado.

¿Cuáles son las líneas generales de su proyecto «Reilusionarse»?

Intentamos volver a ilusionar a la gente después de estos años de crisis, donde ha habido muchas familias en paro, mucha gente sufriendo y muchas empresas que lo han pasado. Porque al final la ilusión es el motor de la vida, en el ámbito profesional y también en el personal.

Pero con circunstancias adversas, ¿es normal que la desgana se apodere de las personas?

A veces nos escudamos en las circunstancias y son reales e incluso son malas. Ahí es cuando más hace falta poner ilusión. El partido que hemos jugado en España, en la Comunidad Valenciana ha sido difícil, por eso es fundamental poner ilusión. El ser humano tiene un potencial dentro maravilloso y a veces solo hace falta que alguien lo estimule. Por eso es tan importante la labor de los líderes, ya sean políticos, empresariales, sociales o familiares, que, al final, saquen lo mejor de las personas.

¿Qué consejos le da a los jefes o responsables de equipos humanos para motivar a sus trabajadores?

El liderazgo en una empresa es igual que el liderazgo familiar. Un padre, si solo es autoritario, no va a conseguir nada a largo plazo. Debemos ser personas capaces de convencer, no de obligar. En el mundo de la empresa hace falta trabajo, igual que en el mundo familiar. Nos deberían enseñar más a cómo darle a la gente valor, favorecer su autoestima o capacidad para creer en ellos mismos. Y esto es aplicable en todos los ámbitos, no solo en el profesional.

¿Y qué hay de los jóvenes que todavía están cursando sus estudios? Muchos cargan ya con la desilusión que se apoderó de muchos durante la crisis, ¿cómo se les puede animar?

Lo primero que deben es tomar conciencia de lo afortunados que somos. Con todas las pegas objetivas que hay, el simple hecho de haber nacido en el primer mundo eso ya es una maravilla. A partir de ahí hay que trabajar en los tres pilares básicos: ser agradecidos, positivos y buenas personas.

¿Podríamos enumerar estos tres pasos como las claves para ser feliz? ¿Podría desarrollarlos?

Sí. Debemos ayudar al de al lado. Ser buena gente. Es algo que llena muchísimo. Y a la vez aprender a ver el vaso medio lleno y agradecer por todo lo que se tiene. A veces las personas que más dificultades atraviesan son las que animan al resto. Eso es porque han aprendido a seguir estas pautas.

¿No hay derecho a la queja entonces?

Las quejas son el mayor enemigo de la felicidad. Solo genera sentimientos negativos.

Pero? si lo que le nace a alguien es protestar, ¿no puede? ¿debe reprimirse?

Si lo primero que le nace a uno es protestar, esa persona tiene un problema. No hay que reprimirse sino canalizar esa inconformidad de alguna forma.

¿Qué recomienda usted?

Hacer crítica constructiva. De nada sirve la crítica de bar. Es más útil dirigirnos a las administraciones competentes o a la persona responsable de nuestra molestia para intentar, de forma positiva, revertir la situación.