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La recta final del In Tempo

Olga Urbana ya ha finalizado la construcción y ahora estudia cómo financiar la urbanización

Un operario trabaja en la grúa del In Tempo, que ya empieza a bajar. david revenga

Menos de un minuto es lo que tarda el ascensor del In Tempo en subir las 47 plantas que su constructora, Olga Urbana, ha levantado durante 5 años. Esta misma semana ya se ha comenzado a desmontar la gigantesca grúa de 220 metros, proceso que se completará en 20 días. Este dato es la prueba de que al fin, las dos torres residenciales más altas de toda Europa, están prácticamente finalizadas, tal y como confirmó la promotora a este periódico, a la vez que indicó que ahora sólo quedan dos últimos remates: Acondicionar las viviendas por dentro del cono y urbanizar la parcela. Para este último tramo del proyecto, la empresa benidormense tendrá que volver a negociar con la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb).

La también conocida en el argot financiero como «banco malo» es la propietaria del crédito de 93 millones con el que se ha financiado esta construcción. Según fuentes de la promotora, ese crédito ya está agotado, por lo que actualmente están negociando un nuevo empuje económico o de la Sareb o de alguno de los fondos de inversión que se han interesado por el proyecto. El propietario de la mercantil, José Ignacio de la Serna, señala que cada semana reciben una o dos visitas de empresarios de todo el mundo que pretenden invertir.

«El miércoles estuvieron aquí unos inversores de Panamá con la intención de comprar la parte del edificio que nos queda por vender. Actualmente, de las 269 viviendas que contiene, hemos vendido 120», afirma De La Serna. Este crédito debería haber empezado a devolverse el pasado mes de enero, pero de momento la empresa no puede hacer frente a este primer pago.

«Nunca me planteé tener que vender el edificio de esta manera. Mi idea era comercializarlo yo mismo. No obstante, me alegra que al final hayamos podido buscar la fórmula para acabarlo», asegura el presidente de Olga Urbana.

La idea del In Tempo, según relata el propio De la Serna, surgió en 2005 tras un viaje que realizó por la costa oeste de Estados Unidos con el arquitecto alicantino Roberto Pérez Guerras. «Nos fijamos en edificios de San Diego y de las Vegas y entre los dos ideamos el diseño de estas torres», explica.

Aunque Pérez Guerras se descolgó del proyecto el pasado verano por los problemas de financiación, De la Serna asegura que siguen siendo grandes amigos. Quizá por eso al arquitecto también le emociona que la obra, al fin, esté prácticamente finiquitada. «Los arquitectos nos sentimos siempre un poco padres y ésta es sin duda una construcción singular. He estado en Kazajistán y conocían el edificio. Creo que quedará como un símbolo para Benidorm, al igual que la Torre Eiffel lo ha sido para París», argumenta. Pérez Guerras confía en que se le pueda dar solución a este problema de financiación del In Tempo. «Dentro de un banco también hay personas y sabrán darle una salida. El promotor ha entregado su vida y todos a su lado nos hemos esforzado mucho para llevar a cabo algo de tal magnitud», comenta.

Una última fase complicada

Tanto Pérez Guerras como el arquitecto técnico que dirige la ejecución de la obra, Guillermo Campos, afirman que la última fase de la construcción del In Tempo -el cerramiento de fachada del cono que une las dos torres- ha sido de las más complicadas. Campos explica que era compleja porque había que montar un andamio especial a 140 metros de altura que tenían que sujetar desde una construcción que está suspendida en el aire.

El desmontaje de la grúa, según Campos, es más sencillo de lo que parece. «Lo mismo da desmontar una grúa a 20 metros, a 50 que a 200. Lo importante es que no haga mucho aire, por una cuestión de seguridad. Además, este tipo de grúa se desmonta sola, es como un mecano», indica.

De los pisos que tienen que acabar de «vestir» dentro del cono, el arquitecto técnico destaca los cuatro dúplex, unas viviendas únicas de dos plantas que se comunican con un ascensor interno. En uno de ellos, en la terraza, ya hay un jacuzzi preparado para su instalación. Quizá alguien, en breve, pueda darse un baño en esta casa y mirando al mar desde las alturas, piense en toda la historia que hay detrás de la construcción del edificio en el que vive, y en toda la que queda por escribir.

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