El mal tiempo no impidió ayer a cerca de 150 personas disfrutar de las tres rutas organizadas durante la mañana por la Concejalía de Turismo de l'Alfàs del Pi y el Parque Natural de Serra Gelada a la zona marítima de este espacio protegido. Tres visitas, enmarcadas bajo la marca «Diverdía», que tenían como objetivo poner en valor la riqueza de este entorno natural, desvelando los secretos de su flora, fauna y pasado.

Las visitas fueron guiadas por técnicos del parque, partieron del puerto deportivo de Altea en un flamante catamarán de 25 metros de eslora, a las 9, 11 y 13 horas, y tenían como reclamo la particularidad de que durante el trayecto se anunciaba la posibilidad de ver delfines.

Tras dejar puerto, los participantes no descubrieron en primer lugar los restos de las antiguas minas de ocre del parque natural. Al contrario de lo que ocurre desde el camino al faro, desde el mar pudieron divisar el recorrido que las vagonetas hacían antiguamente hasta el agua para transportar el mineral en barcos. Más adelante, aprendieron sobre el pasado de la Torre Bombarda, ubicada junto al faro de l'Albir, que sirvió de puesto vigía a los señores del castillo de Altea ante los piratas del siglo XVI.

Y tras hablar del faro y su farero, llegaron los salientes rocosos. Fueron desvelados por sus nombres: «el elefante» (por su forma), el «morro de Sant Jordi», y las dunas. Rocas formadas hace más de 80.000 años de antigüedad bajo lo que hoy son acantilados de 400 metros de verticalidad.

Pero no solo se miró a tierra. Próximos a la pequeña isla los navegantes buscaron los «escateret», también denominados pájaros de las tormentas, siguieron con la mirada las gaviotas y no perdieron de vista ni una sola ola en el horizonte, ávidos de ver en ella, más que la caprichosa forma del agua, la aleta de alguno de los delfines mulares que habitan en la bahía pero que ayer no quisieron salir a saludar.