Fuera de los asentamientos humanos, en las cumbres, barrancos y senderos por donde nos asomamos a la naturaleza, 2020 no es el año de la distopía global sino otro giro al sol en el que las estaciones simplemente brotan y se marchitan. Al aire libre, en las cimas del Puig Campana, el Montcabrer o las pozas del Barranc de l'Encantà o las Fuentes del Algar; los geles, mascarillas y PCRs parecen un castigo para urbanitas del que uno se libra nada más cruzar las afueras. Conforme avanza el año, cada vez más personas abrazan esta idea y se lanzan a los senderos de la provincia para quitarse el coronavirus de encima aunque sea sólo mentalmente y por unas horas. ¿Resultado? Una inesperada buena temporada para los grupos de montañismo y senderismo y algunos negocios de ocio al aire libre. Y también paradójicas aglomeraciones de gente que huye de la gente en los puntos más famosos de la naturaleza alicantina.

La misma pandemia que llenó bares y restaurantes en la desescalada y los volvió a vaciar según avanzaba el verano ha querido que el efecto en el monte sea el inverso: el movimiento de gente ha ido de menos a más hasta el punto de que empresarios del sector dicen, casi con vergüenza, que ha sido mejor año que el anterior. Hay tantos nuevos aficionados en los recorridos de montaña que los clubes ya han pasado de la celebración a hacer llamadas contra el incivismo y las conductas de riesgo. Y desde los restaurantes cercanos a los accesos certifican que hay más movimiento que años anteriores, pero, desgraciadamente, también más bocadillos hechos en casa de los que les gustaría.

Cumbres y barrancos

«Nuestra montaña no está masificada como el Aneto, Monte Perdido o Covadonga porque tiene más dificultad. Pero sí está habiendo aglomeraciones en los sitios adonde todo el mundo va: Montcabrer en Mariola, el Puig Campana de Finestrat o los cabos de San Antonio y La Nao», considera el presidente de la sección de Montaña del Club Excursionista Eldense, Miguel de Juan. Igual lo ve el presidente del Grupo Ilicitano de Montaña y también vicepresidente de la Fedme (Federación Española de Deportes de Montaña y Escalada), Francisco Durá: «Ha aumentado el consumo de naturaleza y está creciendo mucho el senderismo».

Tienen claro que la causa es que el monte «es uno de los pocos sitios donde puedes ir sin mascarilla», como cuenta De Juan, ya que es una práctica deportiva donde además -se supone- es sencillo mantener la distancia. Al mismo tiempo es desde hace meses una «vía de escape» de la pandemia y de socialización, ya que desde la entrada en nueva normalidad en mayo se permite la práctica del senderismo «en grupos de hasta 30 personas», como recuerda Durá.

Una buena parte de los caminantes que coinciden los fines de semana al mediodía en estas cimas -y en otras más accesibles como el Cabeçó D'Or en Busot o la Silla del Cid de Petrer- llegan tras contactar con un grupo de aficionados vía redes sociales. «Los grupos de Facebook de senderismo y otras redes han proliferado mucho. Suelen ser gente que no se atreve a ir sola y se apunta a sus salidas. Son complementarios a los clubes de montaña», explica De Juan. Para Durá, en la llamada influyen también los trabajos de acondicionamiento y señalización de rutas locales que han acometido con rapidez los ayuntamientos más avispados.

No encuentran un perfil claro en este «senderista covid», pero sí coinciden en que las zonas más exigentes de la montaña, paredes y barrancos, tienen nuevos visitantes y que son más jóvenes que en las sendas. Puntos como el Barranc de L'Encantà, el Estret de les Penyes de Bolulla y otros recorridos clásicos de la provincia y de Murcia y Valencia han ganado atractivo y visitantes, especialmente gente joven que se inicia en barranquismo y escalada. «Los barrancos con agua tienen un auge tremendo, igual que las vías ferratas», asegura Durá.

«El material de escalada se vende mucho entre menores de 35 y de 30 años», cuenta el dueño de la tienda alicantina especializada El Refugio, Bruno Candela. «Me piden mucho material de espeleología y barranco. Parecía que iba a ser un año malo y no me esperaba este funcionamiento de menos a más. Las ventas son relativamente mejores que el año pasado por estas fechas», confirma Ángel Gómez con timidez desde el mostrador de su tienda, Escalada y Más, también ubicada en la capital.

Aglomeraciones

Los guías de montaña de los clubes empiezan a mirar de reojo el auge que vive su sector. Primero, porque no se está traduciendo en nuevas fichas federativas ni membresías estables en sus organizaciones. Segundo, porque la bisoñez de los nuevos senderistas se traduce en ocasiones en conductas incívicas y peligrosas. Cuenta De Juan que «el otro día en Montcabrer tuvimos que renunciar a la cumbre por la cantidad de gente que había», ya que al mediodía suelen coincidir todas las excursiones y se dan proximidades entre personas similares a las de la ciudad. Vicente Verdú, su homólogo en el Centro Excursionista Petrer y buen conocedor de las rutas de su municipio, asegura que el camino a la Silla del Cid «está destrozado de tanta gente que está subiendo en estos meses». «A más gente, más suciedad», admite Verdú.

Entre las situaciones peligrosas que se están produciendo, los monitores encuentran algo más que conversaciones con desconocidos sin mascarilla. Durá lamenta haber visto a «gente sin preparación haciendo vivac en la cumbre del Puig Campana» hace unos días, un pico que a 1.400 metros del mar registra tres grados de temperatura al amanecer en verano. «Si no vas equipado puedes sufrir una hipotermia», advierte. De Juan cree en la montaña «hay sitio en la montaña para todo el que acceda a ella con respeto», una idea que implica «no saturar los espacios naturales cuando se masifiquen». Y con más razón cuando exceso de gente significa riesgo de contagio.