Su sueño siempre había sido trabajar en el sector sanitario pero apenas había tenido posibilidades en el mercado laboral. La falta de vacantes como auxiliar de Enfermería y los bajos salarios de un colectivo que ahora más que nunca se ha demostrado esencial habían sido motivos más que de sobra para que abandonara la idea de trabajar «de lo suyo» y optara por labrarse un futuro lejos de su principal aspiración laboral. Hasta que el pasado marzo, la crisis sanitaria –y después económica y social– provocada por el nuevo coronavirus vinieron a cambiarlo todo. María del Mar Serrano perdió su enésimo empleo como dependienta de un tienda de ropa de señora en Benidorm porque las propietarias decidieron echar definitivamente el cierre. Y ella, a sus 39 años, se quedó sin trabajo y sin el tiempo necesario de cotización para poder optar al paro. «Empecé a enviar currículums a todas partes pensando que quizás, en esta situación, podría volver a trabajar en lo que realmente me gustaba». Y así fue. De toda crisis, una oportunidad. La cifra de parados en la provincia se ha disparado un 23% en el último año y supera las 179.000 personas (102.626 mujeres y 76.419 hombres), a las que habría que sumar los más de 25.000 trabajadores que están incluidos en un ERTE. Dos de cada tres desempleados provienen del sector servicios, el único segmento que en el último mes ha seguido destruyendo empleo. Así que, en esta coyuntura, muchos tienen clara cuál es su prioridad: trabajar de lo que sea.

«Que quieren trabajar de lo que sea es la frase que más nos repiten cuando vienen para que les ayudemos, aunque luego no siempre sea del todo verdad». El servicio de orientación laboral y los proyectos de empleo de Cruz Roja han experimentado un incremento brutal de personas que acuden a la desesperada a pedir ayuda. Así lo corrobora Jorge Blaya, uno de los orientadores laborales de la asamblea local de Cruz Roja en Benidorm, que también trabaja en el Multicanal de Orientación para el Empleo que esta organización presta a través de Facebook. Aunque no hay un perfil definido, sí hay un colectivo que sobresale por encima del resto: ciudadanos que antes de la pandemia tenían trabajos en «B» y a las que, cuando nos prohibieron salir de casa, se les derrumbó todo. «Son personas que previamente ya tenían dificultades para encontrar un empleo pero tenían trabajo: paseaban a personas mayores, limpiaban en un par de pisos, cuidaban a niños, y que han visto cómo de la noche a la mañana se han quedado sin nada», explica este profesional.

Una prueba para ser mejores

Una de las usuarias que ha recurrido a Cruz Roja para reorientar su vida es María Jesús S. Tiene 36 años y buena parte de ellos los había dedicado a trabajar en la noche, principalmente como bailarina en locales de ocio. La llegada de la pandemia la dejó de un día para otro sin empleo. «Sin nada». Y ante la tesitura de qué hacer para cambiar de rumbo. Principalmente, para dejar una vida centrada en la noche y comenzar a vivir con la luz del día.

Con los consejos de Jorge, ha comenzado a ejercer como comercial de productos de cosmética y naturales, aunque no descarta en un futuro poder retomar el baile de manera profesional, dando clases a otras personas. En este tiempo también ha hecho otras cosas, como aceptar trabajos para limpiar alguna casa que le salían como extras o entrenar para intentar finalizar un curso de entrenadora personal que hace tiempo dejó a medias. «Yo creo que todo esto del coronavirus es una prueba que nos ha puesto la vida para ser mejores personas, para encontrarse a uno mismo y saber qué es lo que quieres hacer. Al menos, en mi caso, ha sido así», afirma convencida.

María del Mar Serrano auxiliar de enfermería que antes trabajaba de dependienta. DAVID REVENGA

Ejercer de «lo tuyo»

Encontrar algo mucho mejor cuando peor estaba todo es lo que le ocurrió a la protagonista de la historia con la que arranca este artículo. «Antes no me habría imaginado que iba a poder volver al sector sanitario, pero, en mi caso, el cambio ha sido para muy bien: mejores horarios, mejores turnos, más calidad de vida y, sobre todo, trabajar en lo que realmente me gusta», explica María del Mar Serrano.

Se sacó el título de auxiliar de Enfermería hace veinte años, de los cuales sólo había ejercido realmente durante la primera época, en una residencia de la tercera edad. Después, en los últimos 15 años, encadenó varios empleos como dependienta de perfumes y de ropa de mujer, hasta el pasado marzo. La difícil situación sanitaria que desencadenó entonces el SARS-CoV 2 y la demanda de profesionales de este sector la llevaron a probar suerte y, tras unas semanas contratada en una empresa de ayuda a domicilio para dependientes, recibió una llamada del Hospital Clínica Benidorm ofreciéndole la oportunidad que llevaba años esperando.

«A pesar de todo lo que ha pasado, ahora es cuando por fin estoy haciendo el trabajo que siempre había querido hacer, para lo que me formé, la típica frase que siempre decimos de 'trabajar de lo tuyo'. Pues eso es lo que yo he conseguido: trabajar en lo que me gusta y poder ayudar a gente para que esté bien», explica.

Entre el soplete y el aguacate

A sus 43 años, Artur Roig es lo que podría llamarse un trabajador en continua reinvención. La crisis del ladrillo le pilló al frente de una pequeña empresa de construcción de muros de piedra que se fue a pique y casi se lo lleva a él consigo. «El día de Nochebuena, llegamos mi mujer y yo a casa después de cenar con la familia y nos habían cortado la luz. Después vino el agua. Y casi acabamos perdiendo hasta la casa», relata. Se vio en una situación tan desesperada que, con el ordenador de un vecino, hizo en Google una búsqueda simple pero de lo más premonitoria: «Trabajos bien pagados sin estudios». Pruebe a hacerlo usted mismo y comprobará las opciones. Uno: controlador aéreo. Dos: trabajador en una plataforma petrolífera; Tres... Artur no necesitó seguir leyendo. Con el apoyo y el impulso de su mujer, Silvia, a los pocos días había hecho las maletas y partía rumbo al Mar del Norte, en concreto a Invergordon, en Escocia, donde después de trabajar como camarero y otros extras, encontraría un puesto de soldador en la plataforma Maersk Resilient.

Diez años después de esta primera reconversión, la crisis del coronavirus frenó en seco su continuidad en un empleo más que prometedor. «En la plataforma se cobraba muy bien, trabajas mucho pero tienes un buen sueldo», explica. De hecho, el tiempo que estuvo allí le permitió dejar a cero todas las deudas de la primera crisis, pagar su casa y poder ahorrar para comprar un terreno en Callosa d'en Sarrià, su pueblo, que hasta ahora tenía abandonado.

«Cuando empezó la pandemia, me pilló en mi turno de tres semanas de descanso y estaba aquí viendo a la familia. Justo el lunes después del estado de alarma era cuando tenía que regresar a Escocia. Primero los jefes me dijeron que sí que podía ir, que no había ningún problema, pero en la escala de Madrid volví a contactar con ellos y ya todo había cambiado». La empresa comunicó a todos sus trabajadores que estaban fuera que, por el momento, no regresaran, para evitar posibles contagios entre sus empleados: «La plataforma es como una pequeña isla; si uno se pone malo, caemos todos», justifica.

Hasta agosto. Tras casi cinco meses de espera para recibir órdenes, Maersk decidió clausurar la plataforma y rescindir temporalmente el contrato a todos sus trabajadores. Y eso desencadenó el cambio en Artur. «Planté unos 50 árboles de aguacates en la huerta, aunque la idea es seguir plantando hasta llegar a unos 500». La rentabilidad de este cultivo es para este callosino una posible vía de escape, aunque no la única. Aprovechando su experiencia como soldador, acaba de poner en marcha una cerrajería en l'Albir d0nde se ofrece para realizar todo tipo de trabajos de soldadura o forjado, tanto en el taller como a domicilio. Así que, por ahora, más que trabajo casi le falta tiempo.

Aunque sus planes pasan por poder regresar pronto al Mar del Norte, no descarta tener que volverse a reinventar más adelante si desde la empresa no le vuelven a llamar: «Uno tiene una idea, pero si el plan A no sale, pues saldrá el plan B, o el plan C o el D... No hay que tener miedo a cambiar, lo importante es salir adelante», afirma. Salir a flote.

José Rostoll gerente de un pub que ahora ejerce como wedding planner. DAVID REVENGA

Golpe al ocio nocturno

Es lo mismo que le ocurre a Jose Rostoll. En abril de 2019 se hizo cargo de un bar de copas ubicado en el centro de Benidorm con una clientela compuesta mayoritariamente por público local. El negocio funcionaba como la seda. En parte porque, en ese tiempo, habían ampliado su oferta de ocio nocturno incorporando también tardeos, fiestas de cumpleaños o sesiones de micro abierto o de Djs para diversificar el público. Pero el estado de alarma primero y las restricciones al ocio nocturno impuestas después lo echaron todo al traste. «Cerramos en marzo y ya no hemos vuelto a abrir: cuando podíamos, porque teníamos un aforo tan, tan reducido que no nos salía a cuenta; y ahora, porque por decreto nuestros locales tienen que seguir cerrados, aunque nosotros necesitemos comer», relata. Los ingresos cayeron a cero, pero esto solo sirvió como estímulo para ingeniar otras salidas.

Con sus contactos y sus conocimientos en el sector del ocio, y gracias a su alta como autónomo, se ha metido de lleno en la organización de eventos como cumpleaños, pequeñas bodas o comuniones que en su día hubo que aplazar. «Hacemos las labores de lo que se conoce como un 'wedding planner': el cliente nos dice qué necesita y nosotros le facilitamos el contacto con una finca, un catering, un servicio de barra, alguien que ponga música,...», explica. También, actuaciones como monólogos o sesiones de música en directo, que organiza para restaurantes que quieren ofrecer un «extra» a sus clientes. «A pesar de las circunstancias, la cosa no está yendo del todo mal. Al final, yo lo que quiero es poder trabajar y si no puede ser en mi negocio, tendrá que ser ingeniándomelas para poder tener algún ingreso».

Entre sus planes de futuro está crear una sociedad para poder organizar eventos a mayor escala que ya tiene nombre, NQB Events. Por lo que respecta al pub, «aguantaremos hasta diciembre a ver cómo va la cosa. Si sigue todo igual, es posible que acabemos cerrando definitivamente», lamenta. Entonces, quizás, haya que volverse a reinventar.