Este ejemplar ya se ha arrimado en otra ocasión al pantalán de un puerto. A finales de noviembre, hizo noche en un pantalán de Gibraltar. Descansó y, cuando despuntó el día, retomó su viaje por aguas extrañas. La foca gris (Halichoerus grypus) habita en el Atlántico norte. Ésta se ha alejado muchísimo de su hábitat natural. El jueves llegó al puerto deportivo de Altea. De nuevo, se tomó un respiro. Los veterinarios de la Fundación Oceanogràfic la observaron fatigada y, probablemente, enferma. La red que le aprisiona el cuello como si fuera una soga le ha causado una fea herida. El despliegue para capturar a este mamífero marino fue importante. Pero una foca en el agua es tremendamente escurridiza. No hubo forma de atraparla. Cuando se vio con un poco de fuerzas, salió del puerto y se perdió mar adentro. Se la vio, eso sí, nadar en dirección norte (hacia aguas de la Marina Alta). De hecho, ayer se asomó a la cala de Llebeig, que comparten Benitatxell y Teulada-Moraira. Si navegantes, pescadores o vecinos la avistan, deben llamar al instante al 112. Es básico también no incordiarla.

Estos animales suelen descansar en las playas. Pero este ejemplar, que ha bajado desde el Atlántico, probablemente desde las islas británicas, empujado por las corrientes de Portugal, se ha dejado ver ya en dos puertos, el de Altea y el de Gibraltar, y, antes, en una granja de atunes de Fuzeta, en el Algarve. Allí ya se observó que llevaba una «cuerda» (debe ser una red de pesca) alrededor del cuello.

Que se aviste una foca en el Estrecho de Gibraltar y en las costas andaluzas no es extraordinario. Pero que remonte hasta Altea (Marina Baixa) sí que resulta excepcional. Las focas del Mediterráneo son las monje (Monachus monachus) y en este mar están prácticamente extinguidas. En 1951, se produjo la última gran matanza en la costa de Alicante. La presencia de esta especie ha dejado topónimos como el de la Cova del Llop Marí, en Xàbia, una cavidad litoral en la que habitó uno de los últimos ejemplares de foca monje.

Dado que esta foca gris ya se ha dejado ver en dos puertos y en una granja de atunes, no sería descabellado que parara de nuevo a descansar en otra dársena. Es el único lugar donde se la podría capturar. Quitarle la «cuerda» y curarle las heridas es básico para que recupere la vitalidad y pueda sobrevivir, incluso en las extrañas aguas del Mediterráneo, muchos años.

Eso sí, Ecologistes en Acció de la Marina Alta, ante la presencia de este bello animal en estas costas, ha advertido de que los espacios litorales donde está prohibido calar redes de pesca son muy escasos en la Marina Alta y la Marina Baixa. Han localizado incluso redes «fantasma» (abandonadas) y furtivas que son una gran amenaza para cormoranes moñudos, tortugas, peces luna o delfines.