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Los jóvenes se lanzan a los pueblos con proyectos para luchar contra la despoblación

Un grupo de veinteañeros elige Beniardà para su nueva empresa con el anhelo de dar trabajo en la zona y recuperar viejos campos de olivos abandonados

Los tres jóvenes emprendedores en los campos de olivos en la zona del Valle de Guadalest. | DAVID REVENGA

Los pequeños pueblos de la provincia llevan años viviendo un éxodo de población, sobre todo de gente joven. Pero siempre hay excepciones: las de aquellos que ven en las pequeñas localidades la posibilidad de lanzar un proyecto que les dé un modo de vida sino, revitalice la zona y sirva para luchar contra la despoblación.

Según datos de la Generalitat, en la Comunidad hay 224 municipios con menos de 1.000 habitantes, el 40% del total. En Alicante hay 59 de estas localidades, 23 de ellas en riesgo de despoblación. Y otro dato: la tasa de envejecimiento en el 55% de estos pueblos es superior al 20%. Dentro de la provincia, la Marina Baixa no es una excepción. De hecho el Valle de Guadalest es una de esas zonas y en él es donde se ubica Beniardà donde un grupo de veinteañeros ha decidido emprender y abrir allí su nueva empresa; también para ayudar con ella a dar trabajo y producción a otros vecinos.

Jorge Seguí, Pablo Guinot y Alberto Valle son los tres jóvenes emprendedores que llevan unos meses trabajando con su marca «Señorío de Guadalest» (un nombre que lleva implícito la historia de la zona) con la que, por ahora, ofrecen aceite hecho por ellos mismos. Seguí es quien llevaba años trabajando para sacar rendimiento a campos familiares ecológicos. Natural de Beniardà, cuando acabó la carrera planteó a Guinot, quien pasa todos los veranos en el pueblo con su familia, montar una empresa para fomentar el producto local. Al proyecto se unió Valle, natural de Valencia, a quien le «encantó el proyecto y vi futuro en él».

Su espíritu no es otro que recuperar el olivar tradicional del Valle, ofreciendo a los productores locales un modelo sostenible tanto a nivel económico como medioambiental. Algo que va en consonancia con esa lucha contra la despoblación y con la llegada de negocios a esos pueblos que se vacían. «Beniardà está en ese riesgo y queremos dar negocio a esos productores locales», indicó Jorge Seguí. Y da un dato: «en el año 1900, cerca de 1.000 personas vivían aquí; ahora apenas hay 150».

Pero además con un producto «muy arraigado» en la zona como es el aceite del que por ahora han hecho una pequeña producción de botellas. «La intención es extender nuestro negocio a otros productos del Valle de Guadalest», indicó Guinot, como es el embutido o la miel; pero también a la comarca donde hay cultivos de nísperos o frutos secos.

Los jóvenes se lanzan a los pueblos con proyectos para luchar contra la despoblación

Pero, ¿qué les llevó a elegir Beniardà y no una gran ciudad? Pues explican que «la empresa la hemos registrado aquí porque queremos que todo lo que invirtamos se quede en la zona» y ayuda a otros productores locales. De hecho, han promovido la recuperación de algunos campos centenarios que habían dejado de explotarse: «muchos habían abandonado los campos, no se recogía la aceituna porque el problema es el precio al que la pagan». Así que se afaenaron en limpiar y podarlos para poder recuperarlos y que volvieran a producir aceite.

Pero en su camino han encontrado dificultades. A pesar de que las administraciones públicas intentan luchar contra esa despoblación y que el Consell ha anunciado para 2022 una fiscalidad menor para las zonas afectadas por este problema, estos jóvenes no han logrado ayudas para su proyecto. «No hay ayudas para fomentar este tipo de negocios. Las que hay son para empresas ya con experiencia pero no para las que estamos empezando», afirman. Tampoco para emprendedores jóvenes como ellos. Tampoco por ahora hay beneficios fiscales y «es una pena», porque haría que más jóvenes pensaran en volver a los pueblos.

Y entre otros inconvenientes, las infraestructura para un negocio como el suyo: «la entrada de camiones es complicada o enviar un paquete es tener que irse a un municipio más grande». Pero «tenemos calidad de vida y la relación con los proveedores y el producto es muy cercana». Una apuesta por lo local que beneficia no solo a un grupo, sino a una población entera e, incluso, a toda una comarca.

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