Altea volvió a ser cristiana este lunes, tras vencer las tropas comandadas por la embajadora cristiana de los templarios, Elvira Espinoza, a las huestes moras capitaneadas por el Rey Moro de la Companya Sarraïns, Miguel Lledó, en una dura batalla frente a las puertas del castillo en lo alto del cerro. Previamente a la batalla final de la reconquista, se entabló la lucha dialéctica entre los dos mandatarios, en donde la embajadora de los Templaris d’Altea afirmó que “con la ayuda de Jesucristo recobraremos Altea piedra a piedra, palmo a palmo”.

La reconquista del castillo por las tropas cristianas fue el momento culminante de la mañana. Por la tarde noche, la lluvia, aparecida media hora antes de comenzar la Entrada Cristiana, estuvo a punto de suspender el desfile en el que, ante cerca de 5.000 espectadores, mostraron su esplendor más de 1.500 festeros de entre los que destacaron los boatos del alférez Quico Martí, de la filà Cristians de la Muralla; y el rey cristiano José Luís Sanchís, la embajadora Elvira Espinoza y el abanderado Miguel Ángel Rodríguez, de la filà Templaris d’Altea.

Desfile triunfal

Las tropas cristianas hicieron su desfile triunfal por las calles, desde la de Filarmónica a la Plaça dels Esports con la extensa avenida Rei Jaume I como vía principal. La Entrada Cristiana estuvo precedida por las reinas de fiestas mayor e infantil, Àngels Ferrer Rostoll y Andrea Soler García respectivamente, junto a su corte de honor del Cristo del Sagrario. Acto seguido, el abanderado cristiano de la Federació de Moros i Cristians Sant Blai, Matías Ripoll Valls (Creuats d’Altea), anunciaba desde su carroza la llegada de sus compañeros de las filaes Creuats d’Altea, Cristians d’Altaia, Conqueridors, Maseros, Cebers, Cristians de la Muralla, Contrabandistes, Carteia, Corsaris y Templaris d’Altea acompañadas por un total de 23 bandas de música, tres grupos de percusión, una batucada y dos collas de xirimiters. Mientras que los ballets de los alcoyanos Gabriel Amador, Gawazi y Ana Botella, y el Ópera de Onteniente, mostraron un espectáculo grandioso con preciosas combinaciones de baile, elegantes vestidos, hadas, mariposas gigantes, batallas entre guerreros, y caballos de doma que provocaron la admiración del público.

Un emocionado Matías saludaba en todo el recorrido desde su carroza coronada por un tótem con una cruz en lo alto. Al abanderado de la Federació Sant Blai le siguieron las escuadras de Creuats d’Altea, Cristians d’Altaia, Conqueridors, Maseros y Cebers. Acto seguido aparecían los Cristians de la Muralla anunciando la llegada de su alférez Quico Martí González. Su boato representaba la derrota de las huestes del caudillo árabe Al-Azraq a manos de sus tropas tras defenderse del asedio moro de sus murallas. Luchas a espada y fuego, dos caballos bateadores actuando junto a los cabos de escuadra, y arqueros en formación precedieron al joven alférez de 11 años de edad que iba subido en una carroza que simulaba una muralla desde la que, flanqueado por dos gigantescas gárgolas, saludaba con gran simpatía. La Entrada Cristiana continuó con el desfile de los Contrabandistas, Cristians de Carteia y Corsaris que daban paso al gran boato del Reinado Cristiano de la filà Templaris d’Altea que anunciaba un gigantesco caballero articulado de metal con casi tres metros de altura.

El camino de las estrellas

Los Templaris d’Altea desarrollaron su desfile regalando un espectáculo diseñado para “olvidar la insólita dureza y crueldad de una pandemia que forzó un paréntesis festero”, según se afirma en el tríptico explicativo del boato repartido entre el público. A diferencia de otros años, los Templaris rompieron con la tradición de presentar boatos con monjes, luchas, fuego, o dragones. Ofrecieron un viaje que caminaba hacia las estrellas y recordaba la protección del Santo Grial por sus caballeros.

En su viaje estelar y astrológico hacia el más allá aparecieron hadas que silbaban acompañadas por gigantescas mariposas blancas. Las evoluciones de las bailarinas alcoyanas hacían volar la imaginación del público que aplaudía continuamente. Y el camino acababa en la constelación Tauro donde se encontraba el Grial. De vuelta al territorio templario, apareció una gran carroza llevando a las mujeres adultas de la filà mostrando su belleza, sabiduría. Todas, sin excepción, desfilaron juntas acompañando a su rey.

Un caballo de doma anunciaba la llegada de los cargos festeros que iban acompañados, cada uno, por una escuadra especial destacando la de la embajadora en donde la cabo de escuadra era su hermana Irene, y la del rey formada por sus amigos íntimos y con Consuelo Pérez Prefasi como cabo de escuadra.

La llegada del abanderado Miguel Ángel Rodríguez Ferrer fue apoteósica. En la carroza, frente a un guerrero gigantesco y sobre cuatro caballeros arrodillados, marchaba el abanderado cristiano acompañado por su joven sobrino Jorge. Detrás, marchaba la escuadra especial de la embajadora Elvira Espinoza Hortelano quien iba montada en una carroza en forma de templo templario y flanqueada por las ramas de almendro en flor que juró recuperar para los cristianos si el moro no aceptaba el trato de rendición.

Y finalmente, llegaba el rey. José Luís Sanchís Cortés iba acompañado por su joven sobrina Vega. Pletórico y emocionado, saludaba constantemente desde lo alto de su carroza y plataforma rodeada por estatuas de caballeros templarios, con una gigantesca cabeza de caballo al frente a modo de ariete, y la cruz templaria detrás.

Por último, cerrando la Entrada Cristiana, desfilaba tras la carroza del rey la escuadra de los hombres adultos de la filà con Juanjo Ripoll “Bambero” como cabo de escuadra, que estaba acompañado por el cabo batidor Rubén Carrillo a lomos de su elegante caballo.