La Generalitat se convierte en el peor casero para casi 70 jubilados de Benidorm: "No nos hacen ni caso"

Los mayores que residen en las viviendas tuteladas de La Cala, desesperados tras reclamar durante dos meses el arreglo de dos ascensores averiados que a algunos les impiden salir de casa por miedo a no poder regresar. "No nos merecemos vivir así", lamentan

Algunos de los afectados, ante la fachada del edificio, en el que muchos de ellos viven de alquiler desde hace 14 años.

Algunos de los afectados, ante la fachada del edificio, en el que muchos de ellos viven de alquiler desde hace 14 años. / David Revenga

R. Pagés

R. Pagés

Norberto, Clara, Eloy, Juana, Fernando o Margarita nunca imaginaron que la Generalitat Valenciana podría convertirse algún día en el peor casero del mundo. Así al menos lo piensan ellos, después de llevar meses intentando encontrar un interlocutor que solucione los problemas del edificio donde viven, un inmueble público de viviendas tuteladas ubicado en la Cala de Benidorm, sin conseguir que nadie les haga caso.

«Es que no nos cogen ni el teléfono», lamentan los residentes, todos ellos con edades comprendidas entre los 70 y los 95 años y que ahora, desesperados, han optado por denunciar públicamente su situación porque están «hartos de aguantar». 

Aunque el edificio acumula numerosos desperfectos por la falta de mantenimiento por parte de la EVha, la Entidad Valenciana de Vivienda y Suelo —«En catorce años, nunca han pintado», afirman—, hay dos problemas que les preocupan por encima de todos: las continuas averías de los ascensores y la rotura del portón del garaje, algo que, a su juicio, les deja «totalmente expuestos» y compromete enormemente su seguridad.

Una inundación en el sótano

Un episodio de lluvias ocurrido durante la madrugada del pasado 3 de diciembre inundó por completo el sótano -2 de este edificio, los pasillos y el hueco de los ascensores, al no funcionar correctamente la bomba de achique.

La importante acumulación de agua obligó a los residentes con plaza en este segundo sótano a sacar a duras penas sus coches y tener que solicitar ayuda para evacuar el agua que se había acumulado.

Un inquilino enseña el ascensor clausurado desde primeros de diciembre y que no les reparan.

Un inquilino enseña el ascensor clausurado desde primeros de diciembre y que no les reparan. / David Revenga

La consecuencia más grave de todo aquello fue que, al anegarse el hueco de los ascensores, uno de ellos sufrió numerosos desperfectos que obligaron a clausurarlo, mientras que el único que quedó en funcionamiento, el más pequeño de los dos, ha sufrido desde entonces varias averías

Desde que ocurrieron los hechos, hace casi dos meses, Norberto Morante y Clara Beraha, presidente y vicepresidenta de la asociación de vecinos, han enviado media docena de correos electrónicos y han intentado contactar «muchísimas veces» con la entidad de vivienda por teléfono, sin haber obtenido hasta ahora ninguna solución.

«No nos cogen el teléfono, no responden a los correos, no sabemos a quién tenemos que recurrir para que esto funcione... Estamos desesperados porque no hay quien nos escuche y no nos merecemos vivir así», lamentan. 

La puerta del garaje lleva más de medio año rota y a los inquilinos hasta les han pinchado las ruedas de varios coches.

La puerta del garaje lleva más de medio año rota y a los inquilinos hasta les han pinchado las ruedas de varios coches. / David Revenga

Porque, al margen de las molestias de tener un único ascensor para más de 70 vecinos y 40 viviendas distribuidas en diez pisos, el mayor perjuicio es que muchos mayores que viven en los pisos más altos no se atreven a salir de casa por miedo a que se rompa el único elevador que funciona y no puedan volver.

«Yo estoy ágil porque ando todos los días más de diez kilómetros, pero tengo algunos vecinos que han dejado de salir porque no se atreven», explica Eloy, un inquilino de 81 años que reside en el octavo. «A mí el otro día estuvo a punto de tener que venir a buscarme mi hija y llevarme a su casa, porque cuando volví de comprar se había parado el ascensor y no sabíamos si volvería a marchar», añade Margarita, que también vive en el octavo y necesita la ayuda de una muleta para andar. 

¿Y si pasara algo?

Al margen de las molestias del día a día, otro de los temores de estos mayores es que le pasara algo a alguno de ellos y no pudiesen acudir a auxiliarlo.

«Somos personas muy mayores, que tomamos muchas medicinas y tenemos nuestros achaques», explica Juana, de 83 años, que utiliza habitualmente un andador y que comparte vivienda en el segundo piso con su marido, de 88 años. «Nosotros no vivimos muy arriba, pero tampoco podríamos bajar o subir andando. Tienen que arreglar esto sí o sí», defiende. 

A esta reclamación se une la del portón del parking, que lleva roto más de seis meses y que, por tanto, permanece abierto de par en par de noche y de día.

«Se ha metido gente a dormir, nos han pinchado ruedas de los coches,... ¿Qué pasaría si por ejemplo en vez de pinchar las ruedas le prendieran fuego a un coche?», alertan.

Los residentes han hecho la enésima recogida de firmas para exigir a la Entidad de Vivienda que les repare todos los desperfectos.

Los residentes han hecho la enésima recogida de firmas para exigir a la Entidad de Vivienda que les repare todos los desperfectos. / David Revenga

Por último, estas personas mayores lamentan que en cualquier comunidad de vecinos estos problemas «se habían solucionado en cuestión de días, mientras que nosotros llevamos meses. ¿Por qué? Pagamos nuestro alquiler igual que cualquiera, 240,96 euros al mes, además de los gastos, los seguros, todo lo que nos piden,... ¿Por qué no nos hacen caso?».

Catorce años de convivencia y casi dos sin rendición de cuentas

La Generalitat adjudicó las primeras viviendas de este inmueble de 40 pisos sociales en el año 2009 a personas que, entre otros requisitos, fuesen mayores de 65 años y no tuvieran rentas elevadas. Gran parte de los residentes actuales provienen aún de aquella primera adjudicación realizada hace 14 años y a lo largo de este tiempo han creado una comunidad de convivencia de la que pocos se quieren despegar: «Nosotros lo único que queremos es que este edificio esté bien para poder seguir viviendo aquí mucho tiempo, como mínimo otros 14 años más», aseguran.

Cada inquilino paga una renta mensual de 240,96 euros, frente a los 176 que empezaron pagando y que incluye los gastos de comunidad, mientras que los consumos de luz, agua o seguros van aparte. Durante los primeros años tuvieron asignada a una persona, que recuerdan con nombre y apellidos, que les convocaba dos veces al año a reuniones para rendir cuentas y explicarles todo lo que se hacía por el edificio: mantenimiento, limpieza, vigilancia. Sin embargo, desde que esta persona falleció hace casi dos años, «no nos han vuelto a informar, ni a rendirnos cuentas ni a hacernos caso en nada», reprochan los afectados.